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“Dejen de joderme la vida, porque voy a echar al agua a todos los políticos que me contrataban”, advirtió Liliana del Carmen Campos, conocida como la Madame, supuesta líder del rentable negocio de explotación sexual en Cartagena, en momentos en que era enviada a la cárcel de mujeres de San Diego, por orden del Juzgado Segundo Penal Ambulante de la capital de Bolívar. Ella forma parte de las 18 personas que fueron capturadas el fin de semana anterior, en el marco de una operación desarrollada simultáneamente por la Policía y la Fiscalía contra este flagelo que está afectando a diario a esta ciudad turística del Caribe colombiano.
Según la investigación, ella cumplía roles específicos y ostentaba una millonaria riqueza, luego de formar, en compañía de un israelí, una red ilegal de prostitución que les representaba significativos dividendos económicos. Todo a costa de mujeres, entre ellas varias menores de edad, a quienes pagaban cifras irrisorias por vender su cuerpo para que turistas colombianos y extranjeros abusaran de ellas. El Espectador tuvo acceso a parte de la información recolectada por los investigadores de la Dijín que, a través de labores de inteligencia, seguimientos, inspecciones, interceptaciones y recaudo de testimonios de las víctimas, puso en evidencia el actuar ilícito de la organización.
En 2003, aseguran los investigadores, la cartagenera Liliana del Carmen Campos, de 42 años, había sido condenada en Estados Unidos por tráfico de estupefacientes. Pagó dos años de prisión y, en 2005, fue deportada a Colombia. A su regreso decidió apostar al negocio de la explotación sexual, y para ello constituyó una falsa agencia de turismo para extranjeros. Lo logró rápidamente utilizando jóvenes de la ciudad. Cuatro años después estableció relaciones con el israelí Assi Mosh, expulsado de Colombia el 17 de noviembre, luego de que las autoridades colombianas recibieran denuncias en su contra. Hoy es buscado a través de una circular azul de la Interpol.
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El israelí ya se estaba enriqueciendo con el mismo negocio de la explotación sexual que desarrollaba la Madame, pero tenía una ventaja: su acceso a militares israelíes que habían culminado su servicio y tenían cuantiosos honorarios por su labor. Ellos fueron sus primeros clientes. A sus connacionales, Assi Mosh les presentaba un atrayente portafolio de servicios sexuales que los atraía al país en busca de mujeres colombianas. Mosh aprovechaba además el auge de las discotecas en Cartagena para incrementar considerablemente su actividad ilegal. “Los proxenetas, al observar que no había actividades de Policía contra la presencia de prostitutas, poco a poco se fueron tomando diversas zonas de la ciudad heroica”, comentó uno de los investigadores.
Clasificación de las mujeres por estrato
El negocio se volvió muy rentable, porque la estructura aprendió a reclutar a mujeres que, por su condición de vulnerabilidad o precaria situación económica, accedían a ser explotadas. “En la psiquis de las víctimas, ellas no se ven así. Uno hablaba con ellas, mayores o menores, y era claro que la doctrina de esta organización era muy fuerte. Constantemente les estaban diciendo: ‘Déjese ayudar’, ‘hagan lo que yo le diga’ o ‘cumplan las cosas como yo diga’. Eran maneras de manipularlas y someterlas a lo que ellos ordenaran”, comentó uno de los investigadores. La Madame, según información aportada a este diario, prefería buscar mujeres de estratos medios y altos para clientes específicos.
Las mujeres reclutadas en estratos medios, por lo general de familias con antecedentes de padrastros abusivos o con familiares que las motivaban a ingresar a este mundo, eran ubicadas en lugares estratégicos como la Torre del Reloj o la Plaza de los Coches, en Cartagena. Allí los proxenetas las acompañaban los primeros días para enseñarles cómo negociar sus servicios con clientes nacionales e internacionales –de al menos cinco países– y los hoteles que debían utilizar para no levantar sospechas. Después de varios días, el acompañamiento de los proxenetas se hacía a distancia. “En las labores de vigilancia llegamos a identificar 300 prostitutas en la Torre del Reloj”, recalcó uno de los peritos.
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En los estratos altos de la ciudad, la red operaba de manera diferente. En este caso, Liliana del Carmen Campos creaba grupos exclusivos, entre 20 y 30 mujeres, que debían cumplir con ciertas condiciones para asistir a lujosos eventos. “Las tenían en casas específicas arrendadas por ella. Eran controladas por sistemas cerrados de televisión y las que querían pertenecer a este ‘selecto grupo’ tenían que mandarse a hacer diseño de sonrisa, cirugías plásticas, estar disponibles para cuando las necesitaran y comprar ropa de marca”, reveló a este diario otro de los investigadores. Si la Madame se enteraba de que alguna de las mujeres estrechaba sus relaciones con los clientes, eran expulsadas del grupo.
Como “Eventos Cartagena” fue identificado un grupo de Whatsapp que la Madame fundó. En ese chat estaban las mujeres que controlaba y otras que llegaban de Medellín, Bucaramanga, Bogotá y Cali. “Ella decía: ‘Evento en yate, se necesitan 20 mujeres: ¿quiénes están disponibles?’ Las mujeres se postulaban y ella las escogía de acuerdo con su perfil”. Las autoridades lograron identificar que a veces llevaba a las fiestas el doble de mujeres que los clientes solicitaban.
Los alcances internacionales de la Madame
Producto de la fructífera sociedad ilícita, los investigadores detallaron que Liliana del Carmen Campos surtía con mujeres a los israelíes que se hospedaban en la casa Benjamín, un hostal vinculado a Moosh y que fue objeto de extinción de dominio esta semana. En ese hospedaje se realizaba bacanales, denominados Benjafest, con alto consumo de estupefacientes. Estas casas se identificaron hostales similares o en construcción en Taganga (Santa Marta), Palomino (La Guajira), Medellín (Antioquia), San Gil (Santander) y en Bogotá (Cundinamarca).
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Así como tenían clientela en el país, desde otras naciones se comunicaban con la Madame para solicitar el servicio de colombianas para realizar múltiples festejos. La Policía y la Fiscalía identificaron peticiones desde México, Bahamas, Costa Rica e islas del Caribe. Para ello, la Madame transportaba a las mujeres en diferentes vuelos con escalas en varios países de tránsito para no ser detectados por las autoridades. Una vez arribaban a los destinos programados, explicaron los investigadores, se les hacían las respectivas transferencias bancarias.
“Era una empresa criminal perfectamente planeada para aludir todos los controles”, explicó un investigador de la Dijín, quien agregó que a cada mujer le pagaban US$3.000. De ese dinero, Madame le daba a cada colombiana US$1.000 y ella se quedaba con el resto. Las labores de inteligencia de los investigadores, conocidas por El Espectador, dicen que uno de los clientes más acérrimos era la organización criminal conocida como La Oficina y que la seguridad a los israelíes se la brindaban hombres pertenecientes al clan del Golfo.
Aunque Liliana del Carmen Campos se declaró inocente por los delitos de concierto para delinquir, trata de personas e inducción a la prostitución, las pruebas de la Fiscalía demuestran que no la tiene fácil. Quizá por eso fue clara en advertir que está dispuesta a prender su ventilador.
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cmunoz@elespectador.com