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Por más de doce horas, y aportando grabaciones y constancias inéditas de lo ocurrido el 6 y el 7 de noviembre de 1985, la exministra de Comunicaciones Noemí Sanín Posada le contó a la Fiscalía todo de cuanto fue testigo durante el holocausto del Palacio de Justicia. El Espectador conoció toda su versión en audios que se distribuyeron en cuatro sesiones entre el 1º y el 9 de diciembre de 2015. Un testimonio que promete levantar ampolla por el alcance de sus revelaciones. (Escuche acá los audios de la versión de Sanín)
Lo primero que recordó Sanín fue el contexto de la época, en donde los ejércitos agazapados del paramilitarismo entraban en escena, el narcotráfico amenazaba la estabilidad del país y las guerrillas negociaban una salida política en medio de atentados y carros bombas. Sanín relató que antes de ser ministra estuvo en la Comisión de Paz y que vio nacer la Unión Patriótica. “Pensé que ese día nacía la paz”. También contó que el comandante del M-19, Carlos Pizarro, fue su compañero en la universidad, y que la ultraderecha de la época la llamaba “la ministra guerrillera”. (Vea acá el especial de los 30 años del Palacio de Justicia)
También relató que en aquellos tiempos por cuenta de los procesos de paz había constantemente entrevistas con jefes guerrilleros en los distintos medios del país y que la Asociación Nacional de Industriales, presidida entonces por Fabio Echeverri Correa, le envió una circular a todos sus agremiados “alertándolos del exceso de libertinaje de los medios”, en la que “los invitaba a no pautar publicidad en los medios que supuestamente hacían apología del delito”. La ministra, en contraste, escribió una carta defendiendo la libertad de la información y recordó una frase del presidente Belisario Betancur: “Prefiero una prensa desbordada a una censurada”.
La exministra dijo que se disponía a ingresar al Congreso a un debate cuando oyó los primeros estruendos de la toma. Inicialmente pensó que se trataba de un atraco bancario, pero pronto se le vino a la cabeza que podía tratarse de un golpe de Estado. Según ella, tuvo esa segunda sensación porque en un reciente viaje que había hecho a Roma se encontró con el embajador y general (r) Luis Carlos Camacho Leyva, quien le contó que muchos militares estaban molestos con el gobierno Betancur por su apuesta de paz con las guerrillas.
De inmediato corrió a Palacio para acompañar al presidente y poco tiempo después recibió la llamada del periodista Mauricio Gómez, director de 24 Horas, quien le leyó la proclama del M-19 en donde se le exigía a Belisario Betancur presentarse para un juicio revolucionario. En ese momento, recordó, comenzaron las transmisiones radiales en cabeza de Yamid Amat y Juan Gossaín. Noemí Sanín sostuvo que se enteró mucho más de lo que ocurría por los medios que por lo que acontecía en Palacio.
En su extenso relato manifestó que en el gobierno había temor de que alguien pudiera suplantar la voz del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, y que por eso se delegó en el director de la Policía, Víctor Delgado Mallarino, quien era muy amigo de él, que corroborara la identidad del magistrado. Así ocurrió cuando sobre las cinco de la tarde de ese 6 de noviembre de 1985 se logró la comunicación entre la Casa de Nariño y Reyes Echandía. Aunque al principio Sanín insistió en que sí hubo una corta comunicación entre el presidente Betancur y Reyes, al final de su testimonio resaltó que quien habló con el jefe guerrillero del M-19 Luis Otero fue el general Delgado Mallarino.
De hecho Noemí Sanín leyó un documento que ella realizó un mes después de la toma y que encontró dos días antes de la diligencia con la Fiscalía. La constancia rezaba así: “Se conectó el parlante al despacho presidencial y se decidió que tomara el auricular el general Delgado Mallarino en nombre del gobierno. Se procedió así por el conocimiento de existir una gran amistad entre el presidente de la Corte y el mencionado general. El señor presidente y los ministros escucharon cuando el doctor Reyes Echandía solicitó un alto al fuego, informó que con él estaban varios guerrilleros que le apuntaban con ametralladoras. ‘Nos van a matar’, dijo. Con vehemencia solicitó la suspensión del operativo militar”.
De acuerdo con el documento aportado, “el general Delgado ante el angustioso llamado del presidente de la Corte, solicitó (a Reyes Echandía) que le pasara al teléfono al jefe de la guerrilla. Se oyó la voz de un guerrillero que se identificó con el apellido de Otero. El general Delgado Mallarino le dijo: ‘Tenemos la situación controlada, están ustedes rodeados, ríndanse y les garantizamos la vida y un juicio imparcial’. La voz respondió: ‘Como en el sur, no nos rendimos’. Insistió el general: ‘reflexionen y los volveremos a llamar’. Noemí Sanín señaló que a las 5 y 15 minutos de la tarde el ministro de Justicia, Enrique Parejo, volvió a llamar al teléfono de Reyes Echandía, el 2415015, pero fue imposible restablecer el diálogo. Luego siguió la toma del cuarto piso en el Palacio.
Sanín señaló que al gobierno le preocupaba tremendamente la falta de libertad del presidente de la Corte, pues ya se sabía por distintos medios que lo tenían amenazado con un arma en la cabeza y “obviamente lo que él decía era lo que la guerrilla quería que él dijera”. Por esa razón afirmó: “Nunca sabremos qué habría dicho el presidente de la Corte si no hubiera tenido una arma en la sien”. A renglón seguido contó un detalle inédito: que ella está absolutamente segura de que esa charla entre Reyes Echandía y Luis Otero con el gabinete de Belisario Betancur fue grabada en un casete que ella consiguió.
“Hay un tema complejo que debo reconocer: aquí no hay unidad de criterio en los ministros. Yo lo recuerdo perfectamente y fue que busqué una grabadora o pedí que se buscara una grabadora y estoy segura, pero mis colegas no, de que esas conversaciones se grabaron, porque yo era consciente de la importancia. Otros dicen que no, yo tengo un recuerdo distinto, y ese casete por el que averigüé mucho tiempo después, a mí juicio desapareció”. Incluso sostuvo que recordaba que esa grabación magnetofónica la había guardado Víctor G. Ricardo en la caja fuerte de la Secretaría General de Palacio. No obstante, añadió, ese exfuncionario le ha insistido en no recordar tal episodio.
Mientras en Palacio los teléfonos no dejaban de sonar y los familiares de las víctimas se quejaban con la ministra de Comunicaciones porque supuestamente los medios de comunicación estaban descontrolados y al mantener al teléfono a varios rehenes les impedían comunicarse directamente con ellos, una cosa incomodó profundamente a Noemí Sanín. En tanto en la Casa de Nariño se hablaba de diálogo, se sintió un estruendo mayor en Palacio. Se supo entonces que un helicóptero de la Policía llegó al lugar y que comenzó un cruce de disparos. “Ahí estaba (en Presidencia) un militar que dijo: ‘Nosotros ya teníamos el operativo en curso, no se podía dar reversa’”. Ella y varios ministros más se quejaron “por la incongruencia”.
Seguidamente la exministra confesó que fue tal el desespero por tratar de buscar una salida distinta a la confrontación militar, que recurrió a escenarios insospechados: “Me acuerdo perfectamente haber llamado a la Embajada de Estados Unidos y de Israel, que eran las más desarrolladas tecnológicamente, a preguntar por gases, si podíamos meter por las tuberías o por algún lado gases para que todos se quedaron dormidos y me acuerdo que me humillaron un poco, me sentí muy incómoda porque me dijeron que si yo veía muchas películas de James Bond”.
Aún más, en su relato Sanín resaltó que el presidente Betancur siempre se preocupó por la suerte de los rehenes y les preguntó a quienes comandaban el operativo de retoma si estaban seguros de que esa era la mejor forma de salvaguardar sus vidas. Según ella, la respuesta del alto mando siempre fue igual: riesgos había, pero era peor si no retomaban el control, porque la guerrilla podía atrincherarse. También contó que varios ministros se molestaron mucho con la prensa, pues aseguraban que se había advertido por los medios del operativo en el que participó el helicóptero de la Policía y que por eso los guerrilleros los habían recibido a bala.
Fue entonces cuando decidió comunicarse con los medios y decirles que informaran con responsabilidad que por favor no la hicieran cortar la transmisión. En ese momento de su versión recordó una anécdota con el presidente Alfonso López. Según él, parte de la responsabilidad de la tragedia del 9 de abril de 1948 se debió a la emisora Nueva Granada que convocó a la revuelta y arengó por radio. En ese contexto, y habiendo sido informada de que en Soacha y Zipaquirá milicias del M-19 estaban repartiendo pan y leche y que en la cárcel La Modelo se estaban amotinando, Sanín temió que se reeditara El Bogotazo y por eso increpó a los medios.
Su versión es tajante: “No hubo censura, nunca hubo censura, amenacé por teléfono, les mandaba, les suplicaba, les advertía (a los medios), que por favor la vida de los rehenes estaba de por medio”. Incluso aseguró que nunca apagó un transmisor, que ningún medio salió del aire y que antes al contrario muchas de las grabaciones que hoy son prueba judicial fueron realizadas por el Estado y difundidas después a los medios.
De la misma manera, insistió en que toda la vida la han atacado por la transmisión del partido de fútbol entre Millonarios y Unión Magdalena ese 6 de noviembre de 1985, pero que fue el director de Inravisión, Fernando Barrero, quien autorizó esa transmisión pues había recibido una llamada del propio presidente Betancur en la que le advertía que frente a actos terroristas lo mejor que se podía hacer era continuar en un ambiente de normalidad para evitar que el pánico cundiera entre la ciudadanía. Al final de su testimonio Sanín rechazó quedar para la historia como una censuradora y recordó que durante el holocausto recibió muchas críticas justamente por no haber cortado la transmisión que en directo hacían los medios de un acto terrorista.
En resumen, declaró que todas las decisiones que se tomaron por parte del gobierno se hicieron conforme a la Constitución, que jamás hubo censura a la prensa, que Yamid Amat se equivoca cuando dice que ella lo obligó a transmitir el partido de fútbol entre Millonarios y Unión Magdalena y que alguna vez el jefe guerrillero Carlos Pizarro le confesó que jamás estuvo de acuerdo con la toma del Palacio de Justicia, y que ese hecho los había deslegitimado tanto, que constituyó la primera piedra para que se animaran a un proceso de paz serio.
Sanín Posada advirtió que el acta de la sesión de ministros del día del holocausto le pareció floja e incompleta y que ella se propuso durante tres días con sus noches hacer un acta más fidedigna de todo cuanto había acontecido en esas 30 horas aciagas. Sin embargo, ese documento también se embolató para la historia. Cuando la Fiscalía le preguntó si hubo vacío de poder en Palacio, ella sostuvo que jamás lo hubo y que siempre vio a un presidente gobernando. Sobre el famoso pacto de silencio, la exministra señaló vehementemente: “Eso es una canallada. Juro ante Dios y por la historia que nadie nunca podrá pensar que yo acepto un pacto de esa naturaleza. Me llenaría de verguenza y de oprobio (...) Hice todo lo que estuvo a mi alcance para salvar la vida de todos, para que no ocurriera un hecho parecido al Bogotazo”.