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La mano de la mafia en Budapest

El 13 de enero de 1987, en la lejana Budapest, donde cumplía funciones como embajador de Colombia en Hungría, fue atacado a bala y gravemente herido el exministro de Justicia, Enrique Parejo González.

Redacción Ipad
02 de agosto de 2012 - 08:44 a. m.
Enrique Parejo cuando asumió el cargo de ministro de Justicia, en reemplazo del asesinado Rodrigo Lara Bonilla, no dudo en arremeter contra el narcotráfico. /Archivo
Enrique Parejo cuando asumió el cargo de ministro de Justicia, en reemplazo del asesinado Rodrigo Lara Bonilla, no dudo en arremeter contra el narcotráfico. /Archivo
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Con este atentado, los carteles de la droga notificaron a la sociedad que su mano criminal no tenía fronteras y que tampoco estaban dispuestos a aplazar sus cuentas pendientes. Al exministro Parejo no le perdonaron su ofensiva a través de la extradición de narcotraficantes a Estados Unidos.

Natural de Ciénaga (Magdalena), abogado de la Universidad Nacional de Bogotá, desde su juventud Enrique Parejo se vinculó a los círculos de debate del liberalismo, pero también fomentó su vocación como penalista y experto en criminología. Prueba de esta última tendencia fueron sus años como juez de la República, que fue alternando con la militancia política en apoyo del expresidente Carlos Lleras. En los años 80, hizo parte de los cuadros principales del Nuevo Liberalismo organizado por Luis Carlos Galán.

Esta militancia política le permitió acceder al Senado en 1982, donde entabló una cercana amistad con el dirigente huilense y también integrante del Nuevo Liberalismo, Rodrigo Lara Bonilla. Cuando éste asumió el Ministerio de Justicia en 1983 y emprendió su cruzada contra los carteles del narcotráfico, Enrique Parejo fue uno de sus principales defensores. Por eso, cuando Lara fue asesinado en abril de 1984, de común acuerdo con Luis Carlos Galán, Parejo entró a reemplazarlo en un difícil momento para el país.

De inmediato, el nuevo ministro de Justicia demostró que iba a mantener la línea de su antecesor, y la evidencia es que después de la orden presidencial de activar el mecanismo de la extradición a Estados Unidos para enfrentar a los capos de la droga, personalmente Parejo se puso al frente de esta tarea. Hasta el final del gobierno Betancur, sin ceder a las amenazas que arreciaron en su contra, 13 colombianos acusados de narcotráfico o lavado de activos fueron enviados a cárceles de los Estados Unidos.

El carácter de Enrique Parejo González salió a relucir en este y otros momentos cruciales de la vida nacional. Cabe recordar, por ejemplo, cómo durante la triste jornada del holocausto del Palacio de Justicia, del 6 y 7 de noviembre de 1985, durante del consejo de ministros que acompañó al presidente Betancur para la toma de decisiones, su voz siempre estuvo dispuesta a propiciar el diálogo, y tuvo el coraje de denunciar el presunto desacato de la fuerza pública en los momentos en que pudo evitarse la tragedia.

Hasta el final del gobierno Betancur, la posición de Enrique Parejo fue indeclinable en la lucha contra el narcotráfico, por eso, apenas 48 horas después del relevo en la Casa de Nariño y en medio de las más extremas medidas de seguridad, viajó a Europa, donde se posesionó como nuevo embajador de Colombia en Hungría. Pero apenas llevaba pocos días en su misión diplomática, cuando a su residencia en Budapest empezaron a llegar mensajes amenazantes y anónimos intimidatorios.

Hasta que llegó la mañana del 13 de enero. Apenas llevaba cinco meses en el cargo. Hacia las 11:25 de la mañana, a pesar de que le habían advertido desde la embajada que permaneciera en su casa porque la nevada había sido muy fuerte y el tránsito automotor estaba muy limitado, salió de su casa situada en el sector de Rozsadomb para cumplir con sus labores cotidianas. En la puerta de la residencia lo esperaba un individuo vestido con traje de esquiador que le disparó después de preguntarle si era el embajador de Colombia.

El primer impacto lo recibió en la cara y le destrozó el lado izquierdo el maxilar inferior. Cuando Parejo cayó pesadamente sobre la nieve cubriendo su rostro con las manos, recibió cinco tiros más. Una de las balas le atravesó el antebrazo derecho y se alojó en el paladar. Otra lo hirió a la altura de la nuca y el proyectil alcanzó a herirlo en el temporal izquierdo. El cuarto disparo se detuvo cerca de las vértebras cervicales. El último tiro lo lesionó en una de sus manos. Sobrevivió de milagro después de una épica acción de urgencia.

Auxiliado por su hija, el embajador de Colombia esperó consciente la llegada de una ambulancia, pero ante las dificultades de la ola invernal, el vehículo no pudo llegar hasta la casa y quedó atascado en la nieve. Fue necesario que hiciera presencia un camión militar para rescatarlo. Aun así, durante un buen trecho, dos enfermeros tuvieron que abrirse paso entre la nieve para llevarlo hasta un camión, en cuyo platón de cargo fue acomodado con dificultades. Dos horas después ingresaba al hospital Koltoi Anna de Budapest.

Durante cuatro horas estuvo en el quirófano y los médicos, después de extraerle los proyectiles y reconstruirle la mandíbula, le salvaron la vida. A esa hora, ya en Colombia la noticia había causado revuelo. El presidente Virgilio Barco se declaró indignado por la acción, pero al mismo tiempo el Gobierno quedó advertido de que el narcotráfico no iba a respetar límites geográficos para persistir en su guerra. Fue un difícil momento, pues no había pasado un mes del asesinato del periodista Guillermo Cano Isaza.

El exministro Enrique Parejo González recibió tratamiento de héroe internacional en la lucha contra el narcotráfico y meses después de su recuperación regresó a Colombia. Hasta hoy sigue siendo considerado uno de los más destacados y valerosos dirigentes de la lucha del Estado y la sociedad contra los carteles del narcotráfico. De hecho, durante el gobierno de César Gaviria, cuando se abrió paso la política de sometimiento a la justicia que llevó a Pablo Escobar a la cárcel de La Catedral, en Envigado, Enrique Parejo fue uno de los más acérrimos críticos de esta negociación.

Prefirió dejar la vida diplomática en Europa y regresó a Colombia para fustigar los tratos del Estado con el narcotráfico. En 1994 fue candidato presidencial y desde entonces lideró su propio movimiento Alternativa Democrática Nacional, desde el cual ha persistido en sus críticas a los distintos gobernantes. Hoy, a sus 81 años de vida, aunque alejado del ruido político sigue vigente en su actividad intelectual y, según se dice, trabaja en varios textos que recogen su visión de la crisis colombianos de los últimos tiempos y en especial de la lucha contra el tráfico de estupefacientes.
 

Por Redacción Ipad

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