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Con el confinamiento por el coronovairus varias especies de animales del mundo comenzaron a tomarse las calles. En Barcelona, por ejemplo, un grupo de jabalíes paseó por las avenidas o en Santiago de Chile captaron a un puma silvestre deambulando. Incluso, en Colombia se vio este fenómeno. A algunas de las bahías del Caribe regresaron los delfines y en Bogotá los zorros se apoderaron de las calles en las noches. Un grupo de investigadores decidió ponerle “Antropopausa” a este cambio. (Lea: Los científicos quieren saber cómo nuestro encierro ha afectado a los animales salvajes)
Los autores de la investigación, publicado en Nature Ecology & Evolution, aseguraron que “la gente comenzó a referirse al período de cierre como la ‘Gran Pausa’, pero sentimos que un término más preciso sería útil. Proponemos “Antropopausa” para referirse específicamente a una considerable desaceleración global de las actividades humanas modernas, en particular los viajes”.
Para los expertos la desaceleración de las actividades humanas representa una oportunidad para poder estudiar los patrones globales del comportamiento animal y, además, contribuye a la búsqueda de información sobre cómo los humanos y la vida silvestre interactúan. Aunque confiesan que han identificado a una serie de especies que se han visto beneficiadas con el confinamiento, resaltan que hay otras a las que no, especialmente aquellas que dependen de la protección humana.
En algunas áreas ha aumentado la caza furtiva y muchos esfuerzos de conservación, como por ejemplo el proyecto para proteger a las aves en peligro de extinción en el sur del Océano Atlántico, se han suspendido por las medidas de distanciamiento social. Eso sin contar que no se ha podido realizar ninguna actividad realizada al ecoturismo. (Puede ver: Coronavirus en el mundo: ¿Por qué hay animales silvestres en las calles?)
Sin embargo, con el propósito de seguir estudiando el comportamiento animal, los investigadores han impulsado la iniciativa Bio-Logging COVID-19, un proyecto global para rastrear los movimientos, el comportamiento y los niveles de estrés de los animales con pequeños rastreadores electrónicos llamados bioregistradores. Durante toda la pandemia han estado recopilando información en hábitats de todo el mundo.
Christian Rutz, profesor de la Universidad de St Andrews y presidente de la Sociedad Internacional de Bio-registro, explicó en la BBC que “aquí hay una oportunidad de investigación realmente valiosa, una que ha sido provocada por las circunstancias más trágicas, pero es una que creemos que no podemos permitirnos desaprovechar. Por lo general, los estudios que intentan examinar el impacto de la presencia y la actividad humana en los animales salvajes se limitan a comparar hábitats protegidos con áreas no protegidas, o estudiar paisajes a raíz de un desastre natural”.
Rutz contó que con los resultados obtenidos se pueden hacer grandes cambios en las actividades cotidianas de las personas. Como ejemplo, el investigador citó la gran cantidad de animales salvajes que mueren en las carreteras. Pero, al conocer los patrones de estas especies, se pueden realizar modificaciones en la red de transporte.
Ante la cantidad de imágenes que han circulado en redes sociales, como los delfines nadando en aguas cristalinas de Venecia, los autores del estudio escriben que será importante distinguir y verificar en las poblaciones de vida silvestre durante la pandemia. (Le puede interesar: El tráfico ilegal de animales salvajes, el problema sanitario que reveló el coronavirus)
“En la actualidad, es imposible decir qué observaciones han promocionado las redes sociales y qué predicciones de expertos sobre las respuestas globales de los animales serán válidas. Lo que está claro es que los humanos y la vida silvestre se han vuelto más interdependientes que nunca, y ese es el momento de estudiar esta compleja relación. Se necesita urgentemente una investigación científica cuantitativa “, señalaron.
De hecho, los expertos recuerdan que uno de los experimentos naturales que han surgido de algún desastre es el de Chernobyl , considerado como el primer estudio de Antropopausa. Años después de la evacuación de la Zona de Exclusión, algunos investigadores bielorrusos y ucranianos encontraron que especies asociadas con humanos, como palomas y ratas, estaban desapareciendo. Sin embargo, las poblaciones de jabalíes, ciervos y lobos, se estaban multiplicando. 30 años después esta zona se ha convertido en un ejemplo de reconstrucción accidental.