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¿Cuánto dióxido de carbono genera en su vida cotidiana? Ahora puede saberlo: existen aplicaciones móviles que permiten calcularlo. Una de ellas es Saving The Amazon, un termómetro de CO2 creado por colombianos, que además de hacer el registro, invita a las personas a donar de diferentes maneras para mitigar el daño causado por el cambio climático. (Lea: PIB mundial ha perdido hasta un 2 % por gases invernadero ya emitidos)
De igual forma, Footprintcalculator y otras más funcionan como calculadoras virtuales de huellas de CO2. Por ejemplo, en un viaje de Bogotá a Santa Marta en avión se recorren un total de 1.427 kilómetros. Eso, según estas calculadoras, se traduce en 0.4 toneladas de CO2 por pasajero. De acuerdo a Fligth2fart Converter ese recorrido es equivalente a dejar un bombillo prendido las 24 horas del día por cinco años.
Por ello, desde hace aproximadamente seis años, ha surgido una iniciativa llamada “Eventos con legado”, una tendencia a nivel mundial que pretende pagar o al menos retribuirle a la Tierra los daños causados al medio ambiente tras un concierto, congreso, reunión y evento deportivo.
El plan se enfoca en tres flancos: la mitigación del CO2 a través de la siembra de árboles, el desarrollo de proyectos sociales locales y la empleabilidad a personas con algún tipo de discapacidad. Hacer el conteo de dióxido de carbono que se gasta en un viaje en avión, en los recorridos de carro dentro de la ciudad o en el alojamiento de los invitados, son algunos de los elementos que se tienen en cuenta para medir el impacto ambiental.
De acuerdo con Procolombia, la entidad del Estado que promueve el turismo y la inversión extranjera en el país, “este tipo de conteos sirve para que la gente sea consciente de que tiene que mitigar el daño que está haciendo. El trabajo de las empresas debe ser generar espacios que combatan el cambio climático”.
Este fenómeno ha cobrado tanta fuerza que días atrás el Vaticano anunció que reforestará 50 hectáreas de la selva amazónica para recuperar, de alguna manera, la suma de 572.809 kilogramos de CO2 que produce la iglesia católica con el Sínodo de dos semanas que está realizando allí. Una tendencia que ya se ha convertido en tema de Estado.
También en Colombia. Por ejemplo, la semana pasada fueron sembrados 140 árboles en una playa pública de Puerto Colombia para mitigar la huella de CO2 que dejó la llegada de 65 empresarios extranjeros que planean invertir en el turismo nacional. En su paso por la región del Atlántico dejaron 140 manglares. Iniciativas que, tal vez, no sean una solución de raíz para el problema, pero que se convierten en una forma de mitigar el gasto de CO2 que produjeron en el recorrido de miles de kilómetros alrededor del mundo para llegar hasta aquí.
Días previos al encuentro, la Fundación Batis se encargó de remover la basura del terreno en Puerto Colombia y de preparar todo para la jornada de siembra: 140 huecos con la profundidad necesaria para asegurar el crecimiento de la planta, la acomodación de cada una de las semillas germinadas y el cálculo de las distancias entre un manglar y otro. “Llevamos cinco años haciendo esto, hemos sembrado alrededor de 200.000 individuos de mangles en todo el departamento del Atlántico en la zona costera. Esta es una experiencia que genera un proceso de restauración de ecosistemas y conservación de la naturaleza”, apuntó Samuel Casseres, biólogo ambiental y director científico de la fundación.
ProColombia, tras organizar la rueda de negocios para inversionistas en turismo, señaló la importancia de que todos los eventos que se realicen tengan responsabilidad con el cuidado del medio ambiente. “La fundación Batis hizo la convocatoria local para la siembra de manglares, nosotros hicimos una alianza con las autoridades locales para realizar este ejercicio. Siempre hemos sido coherentes con el discurso de cuidado al medio ambiente”, señaló Gilberto Salcedo, vicepresidente de la compañía.
Sin embargo, muchas veces estas actividades no son guiadas por un deseo genuino de las empresas por contribuir al medio ambiente sino por presiones externas, ya que ser amigable con el planeta está de moda. Pero es una ola que también carga detrás mayores gastos económicos.
“Hacer eventos ambientalmente sostenibles no paga, pero es necesario empezar a implementarlos. Pongo un ejemplo: las escarapelas plastificadas que se usan normalmente cuestan $400 pesos y las que entregó ProColombia son biodegradables y tienen una semilla de tomate adentro que puede sembrarse. Esas cuestan $4.000 pesos. Un 1.000 % más”, señaló uno de los integrantes del equipo logístico del encuentro.
Si bien pudo ser la primera vez que estos extranjeros y colombianos se cuestionaran sobre el impacto de sus actividades al medio ambiente, sus acciones para mitigar tal daño representan un triunfo ambiental. Un total de 140 manglares que servirán de casa para cientos de hongos, plantas acuáticas, peces, moluscos y crustáceos donde la biodiversidad formará, como se considera, una de las cinco unidades ecológicas más productivas del mundo.