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Hace dos años, un grupo de científicos de las universidades de Exeter, en Inglaterra, y York, en Canadá, llegaron a la conclusión de que las ballenas orcas adultas sufren de menopausia con la intención de ayudar a sus hijos y nietos a sobrevivir, en vez de seguir reproduciéndose. Las más adultas adquieren el rol de líderes y utilizan toda su sabiduría para guiar a su clan a los mejores lugares para encontrar alimento en tiempos difíciles, lo que puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
"Es el primer estudio que demuestra que estas hembras posproductivas juegan un papel clave en su sociedad al almacenar el conocimiento ecológico", afirma Darren Croft, ecologista y principal autor de la investigación. "Con las ballenas asesinas todavía estamos mirando una especie donde la información se almacena en individuos; no en internet o libros", dice.
Las orcas hembras pueden tener hijos hasta los 30 años pero logran vivir hasta 50 años más para cuidar de su familia y transmitir sus conocimientos y habilidades a las nuevas generaciones. Dentro del grupo, los machos son especialmente vulnerables, un estudio sugiere que la muerte de su madre aumenta 14 veces sus posibilidades de morir en el siguiente año.
Sin embargo, ese trabajo demostró cómo ayudaron las ballenas más ancianas a su familia y por qué vivieron tanto tiempo después de la menopausia, pero no explicó por qué dejaban de reproducirse. Así que el mismo equipo de trabajo acaba de arrojar una nueva explicación sobre el comportamiento de las orcas: las más ancianas entran en la menopausia porque sus hijas mayores empiezan a tener hijos, lo que genera una lucha de recursos.
Una ballena madre necesita un 42% de comida adicional para amamantar a su ballenato, y debido a que las orcas comparten la comida que consiguen, pueden llegar a obtener esas calorías adicionales exigiendo una mayor participación dentro del grupo y generando controversias.
Los científicos pensaban antes que estas cuestiones de parentesco estaban relacionadas con una conducta de cooperación, pero en realidad se convierte en una de competencia por recursos.
"Los hijos ofrecen mayores beneficios para transmitir sus genes. Tienen mayor potencial reproductivo y se aparean fuera del grupo, por lo que su descendencia nace en otro grupo y no compite por los recursos dentro de la familia de la madre. En consonancia con esto, nos encontramos con que los machos seguían a sus madres más que las hembras", explica Daniel Frank, de la Universidad de York.