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La deforestación en la selva tropical más grande del planeta registró nuevos récords el mes pasado. En la Amazonia brasileña aumentó 104 % en noviembre en comparación con el mismo mes en 2018, según datos oficiales obtenidos por satélite por el Instituto de Investigaciones Espaciales de Brasil. Se trata de la cifra más alta para un mes de noviembre desde 2015. Es un aumento significativo y alarmante por darse en un período del año en el que se espera que sea menor debido a las lluvias.
El dato parece mostrar el poco efecto práctico que tuvo la indignación social expresada en las redes sociales virtuales y la subsecuente presión internacional sobre los gobiernos de Brasil, Colombia y Bolivia. El Amazonas, en llamas o no, sigue perdiendo su bosque de manera acelerada.
(Lea: Deforestación en Amazonia sería peor de lo estimado)
Marina Silva logró hace 20 años lo impensable hoy día: reducir de manera dramática la deforestación en el Amazonas brasileño y crear un marco institucional regulatorio para que destruir ese patrimonio fuera inaceptable. Hoy, alejada de la política electoral, sigue defendiendo este territorio con un discurso que va más allá de lo técnico y coyuntural. Marina Silva ve en ese bosque habitado por culturas milenarias la semilla de la que puede brotar una nueva relación del hombre con la naturaleza y un “renacimiento” —como lo llama ella— sobre el que se funde un nuevo paradigma de la civilización.
¿Cómo detener la deforestación en la amazonía, la selva tropical más grande del mundo?
Cuando logramos nuestros resultados en Brasil, trabajamos sobre tres ejes: combate a las prácticas ilegales, ordenamiento territorial efectivo y apoyo las actividades productivas sustentables. No basta combatir lo ilegal cuando la tenencia de las tierras continúa siendo confusa.
Por eso, además de ordenar el territorio, con base en un marco legal, es preciso tener una agenda de inversiones para que las intervenciones gubernamentales y proyectos se vuelvan también sustentables. Cuando se saca un actor económico ilegal de un territorio es preciso reemplazarlo con otro actor que adelante actividades productivas sustentables.
Para hablar genéricamente y no solo de mi experiencia en Brasil, sería necesario que estos proyectos fueran de inclusión social, que contaran con una infraestructura para hacerlos sustentable y que tuvieran en cuenta la ciencia, la tecnología, la innovación, el uso de la biodiversidad y todos esos elementos que pueden ser perfectamente combinados con la fauna y flora establecida, generando el tráfico de capital originado por el turismo, el manejo forestal, etc.
¿Por qué si luce tan claro, no parece llevarse a la práctica en los países que tienen soberanía sobre la amazonía?
Uno debe establecer un proceso de transición para llegar a otro modelo de desarrollo que sea sustentable. Y como se trata realmente de una sola Amazonía, es necesario pensar en una acción combinada entre todos los países que se repartieron la selva. Hay que pensar en un proceso de cooperación entre aquellos que ya tienen experiencias en la lucha contra la deforestación, para hacer una especie de plan integral donde cada uno deba cumplir una parte. Esto es importante porque, por ejemplo, en el caso de la protección de los recursos hídricos, es necesaria una política de carácter transfronterizo. En protección a la biodiversidad, es preciso que tengamos leyes compatibles. De lo contrario estamos favoreciendo a los agentes que impiden esta conservación: los contratistas de proyectos mineros y los traficantes de animales, por ejemplo, simplemente tendrían que salir de la jurisdicción de un país para encontrar otro marco legal dónde ejercer su actividad; si no lo hacen en un sitio, lo harán en otro que lo permita o no lo prohiba y persiga.
Para eso debe primar la visión de que la selva en pie es una fuente de riqueza. ¿Cómo lograr lo que usted propone cuando varios gobiernos de América Latina promueven esta región como un nuevo frente de colonización y explotación?
Pienso en una metáfora. Supongamos que todos los países tienen reservas de petróleo. Si alguien comenzase a invadir esas reservas, los gobiernos reaccionarían. Si la sociedad civil comenzara a explotar petróleo, cada uno por su cuenta y sin control del Estado, habría problemas. Lo mismo no acontece cuando alguien invade nuestras reservas forestales, nuestra biodiversidad. Entonces, es fundamental que se cree una cultura en la que los recursos forestales sean activos que el Estado protege. Es un capital natural de todos que además de económico es simbólico, inmaterial, pictórico.
Para mí la Amazonía vale más que cualquier pozo de crudo: frente al petróleo la Amazonía es más rica en belleza, en biodiversidad, en servicios ambientales, en diversidad cultural. En todo. Un árbol de 35 metros de altura con un tronco de 3 metros de diámetro y cientos de años de vida es algo que mi generación aún puede ver, pero otras futuras quizás no podrán contemplar. Imaginar que todo eso está siendo quemado, es una pesadilla. ¡Toda esa riqueza!
Hay un texto muy bello de la periodista Eliane Brum. Ella dice que lo que está sucediendo en el Amazonas es una guerra por el centro del mundo. ¿Usted cree que la destrucción del Amazonas, la incitación a los incendios y a la colonización masiva, podría llevarse a tribunales internacionales?
Los tribunales internacionales intervienen cuando hay una situación de descontrol total. En este momento estamos en un contexto de descontrol que sabemos cómo revertir y que puede ser coyuntural. Mas sin embargo lo que el presidente Bolsonaro ha venido haciendo con la amazonía brasilera es un crimen de lesa patria. Creo que eso no puede ser traducido en crimen de lesa humanidad. Como tal, precisa ser inmediatamente juzgado para que no se transforme en un crimen de lesa humanidad con proporciones que no queremos ni imaginar.
Ya tuvimos una gran experiencia entre 2004 y 2012: logramos hacer políticas y leyes muy eficientes, muchas de las cuales continúan vigentes.
Las leyes siguen vigentes pero el discurso del presidente Bolsonaro legitimando —y casi incitando— a avanzar sobre la Amazonía desató una ola de incendios sin precedentes. La deforestación en la Amazonía brasileña aumentó un 104% en noviembre de 2109 en comparación con el mismo mes del año pasado. Puede haber más reglas, normas, leyes, pero si el discurso sigue vigente, nada va a detener la destrucción…
Entiendo. El Estado existe para proteger a los más frágiles, para asegurar una base equitativa de derechos y para sancionar a quienes los violan o contravienen. Con lo que está sucediendo en el Amazonas, el propio Estado está diciendo que no se preocupa de los débiles, que se ocupa solamente de los fuertes, que lo errado no está errado y que las acusaciones de que algo está errado no son ciertas.
La innovación verbal de Bolsonaro en su campaña tuvo unas consecuencias prácticas sobre la realidad. Bolsonaro tiene un gabinete que ha estado transformando sus palabras en actos: cuando desactivaron los servicios forestales, cuando dejaron de trabajar en el Ministerio de Ambiente, cuando acabaron con la secretaría de negocios climáticos, cuando cierran un instituto investigativo o una unidad de conservación, cuando intentaron deslegitimar el Instituto de Monitoreo por Satélite, cuando sacaron a la Fundación Nacional del Indio-Funai del Ministerio de Justicia y echaron al Ministro de Agricultura justo cuando impulsaba proyectos de ley para acabar con la tala en la Amazonía e intentaba frenar proyectos que acababan con las reservas forestales, que fue lo que en buena parte alentó a ocupantes a quemar el bosque. ¿Y qué hizo el Estado? El gobernador dio una declaración llamando a la tranquilidad de los productores de la región, invitándolos a continuar con la tala atribuyendo los incendios a grupos al margen de la ley.
Bolsonaro y su gobierno no tienen experiencia. Son políticos que se han movido toda la vida del otro lado: del lado que permanentemente está haciendo gestión contra la gobernanza ambiental, la gestión ambiental y la protección de los recursos naturales. No tienen compromiso, tecnología ni conocimiento.
En Brasil siempre ha existido esa tensión entre la conservación y la expansión de la frontera, encarnada en los llamados “ruralistas”. Los ruralistas han sido un grupo de presión importante, pero con Bolsonaro son ahora el poder de facto. Eso dibuja un horizonte bastante oscuro para quienes abogan por la conservación...
Bastante preocupante. Desastroso. Eso que está sucediendo con la agenda forestal también se está llevando a cabo en la agenda de financiamiento, de derechos humanos, de educación, de seguridad pública. ¿Por qué Bolsonaro quiere permitir el porte de armas? Como si eso resolviera el problema de la violencia. Por cada persona con un arma en casa o un arma en el bolso para defenderse, se multiplica la capacidad de ejercer violencia.
Bolsonaro habla y actúa sin considerar principios ni valores de las democracias occidentales. Cuando responde escatológicamente que para proteger el medio ambiente "hay que cagar un día de por medio", hay un problema; cuando acusa a las ONG de incendiar el Amazonas para obtener apoyo financiero, eso no puede ser tolerado; cuando cancela el encuentro con el presidente francés y niega el apoyo de los miembros del acuerdo de Mercosur y la Unión Europea frente a la crisis amazónica para irse a cortar el cabello, lo hace solamente para mostrar que no le da la mínima importancia a los problemas importantes. No podemos apoyar a una persona que desprecia los principios básicos de civilización.
Los incendios recientes despertaron una ola repentina pero también pasajera de atención sobre esta región, pero la verdad es que es una región que se ha venido degradando hace mucho tiempo. Un ejemplo: la carretera que conecta Manaos con Lima. ¿Qué impacto puede tener en la región? ¿Por qué casi no se habla de esto?
Nuestra experiencia con la Amazonía ha demostrado que cuando se hace una carretera de al menos 30km, de un lado y del otro se generan impactos altamente devastadores. Yo no sé cuál es el acuerdo que se hizo para la construcción de esa carretera en una región que es considerada "El Dorado brasilero" (y peruano), pero existen formas de hacer eso sin que se sufran tantos impactos. Cuando yo fui ministra di licencia para una carretera que unía el estado de Pará con el de Amapá, pero hicimos un acuerdo que creaba unidades de conservación a ambos lados de la vía y creamos y administramos resguardos como parte del acuerdo.
Esa experiencia es interesante. Hubo una presión enorme para que diéramos esa licencia. Pero sin algunas exigencias las carreteras se convierten en nuevos límites de la frontera agrícola. Yo dije "estudiemos la licencia, pero con responsabilidad social, respetando las poblaciones indígenas locales y demarcando sus tierras, y viabilidad ambiental y económica." Así lo hicimos. Había tres consorcios privados que querían hacer muchos carriles pavimentados. Dijimos que solo permitíamos un carril, exceptuando algunos pedazos. Cuando pusimos esa condición los consorcios desaparecieron.
Si proteges el bosque, a pesar de estar permitiendo pasar una carretera, los inversionistas dicen que no es interesante. Estuvimos dispuestos a negociar, por que entendemos que no es posible que todo el mundo ande en avión.
Usted ha dicho que ya existen las herramientas tecnológicas para solucionar muchos problemas ambientales pero que nos hacen falta los compromisos éticos.
Así es. Hay que pensar de una nueva forma, más allá de abrir nuevas carreteras. Hay ríos que hoy se están secando, pero podrían volverse navegables. En el Amazonas hay grandes corporaciones y grandes volúmenes de producción, por ejemplo de soja. ¿Por qué no usar vías hídricas que pueden ser mucho más rentables? Un barco puede equivaler a 70 camiones en términos de carga y disminuir en gastos de combustible y manutención, además de evitarnos el compromiso de derrumbar árboles. Podemos hacer las cosas con sostenibilidad y dándoles sentido al margen del lucro financiero y en favor del lucro social, ambiental y ético.
También ha dicho usted que el Amazonas, pese a lo que está viviendo, puede ser el lugar de un “renacimiento”, de nuevos discursos, de una nueva ciudadanía y relación con el mundo. ¿A qué se refieres con eso?
Somos un continente habitado por los pueblos originarios, pero con una ocupación moderna accidentada y muy reciente. Esa ocupación reciente tiene apenas 500 años; somos un bebé. Aquí hay la posibilidad de abrir un nuevo camino y una nueva manera de caminar. La mayor reserva de recursos naturales del mundo está aquí. La vida misma de los pueblos milenarios está aquí y son tesoros. Aunque mucho ya se haya perdido, todavía somos una cápsula de tiempo de la que puede salir la resiliencia para aprovechar con sabiduría los recursos que tenemos.
Por eso digo en América Latina puede estar el lugar para el Renacimiento de la humanidad. El rol que tendremos en el siglo XXI será similar al que tuvo Estados Unidos en el siglo XX: un país joven compitiendo con países de cultura milenaria y que consiguió volverse igual o más desarrollado. América Latina puede ser una fuente de inspiración y de actualización de la relación del hombre con la naturaleza y con la visión de dónde debe estar y como quiere vivir.
Pero tenemos que mantener y defender la diversidad cultural y relacionarnos con aquellos que habitan esas selvas y esos ríos desde hace milenios, aunque sean casi radicalmente diferentes a nosotros. Digo “casi” porque somos humanos y ese es el punto común sobre el cuál conversamos con cualquier cultura, con cualquier civilización. Somos humanos.
Pero ese lugar de Renacimiento se está quemando. Los pueblos están siendo asesinados y, ¿qué podemos hacer? Ayudar a las generaciones más jóvenes a tener un futuro sin importar si son de izquierda o derecha.
Se necesita entonces, sobre todo, una nueva forma de pensar y acoger nuevos paradigmas…
Las ideas de la Revolución Francesa fueron capaces de plasmar un ideal en mentes, consciencias, corazones, quereres y saberes. Los principios de Igualdad, Libertad y Fraternidad marcaron un rumbo. Ahora esos principios parece que se están disolviendo.
El filósofo Bernardo Toro decía que hemos sustituido esos principios humanistas de Libertad, Igualdad y Fraternidad por los de Éxito, Ambición y Poder…
El mercantilismo hizo que cambiáramos el ideal de “ser” por el ideal de “tener”. Las sociedades antiguas tenían como ideal "ser": los romanos querían ser fuertes y grandes; así conquistaron el mundo y crearon un aparato legal para legitimar sus dominios y sobre eso se estableció el Derecho. Antes, los griegos querían ser sabios y libres; sobre ese ideal escriben libros y crean la idea de la Democracia. Antes, los egipcios querían ser inmortales y por ello hace una gran contribución al conocimiento de la fisiología del hombre. En la Edad Media queríamos ser santos y, aunque cometíamos muchos pecados en nombre de la santidad, al menos queríamos "ser" algo. El mercantilismo disloca todo eso para limitarlo al ideal de “tener”.
Si volvemos, ni siquiera miles de años atrás, sino a cuando murió el ideal de “ser” hace unos 400 años, veremos cómo el hombre adopta ese principio oscuro de tener. Desde allí somos infinitamente capaces de desechar, sin límite alguno. Eso parte de la capacidad infinita del humano para imaginar: como no tengo límite para imaginar tampoco tengo límite para desear. Y si 7 billones de personas deseamos infinitamente, el planeta se va a acabar tratando de suplir todos nuestros deseos de tener. Es por eso es que cambiar el ideal de “tener” por el ideal de “ser” nos da el chance de revisitar esa fuerza civilizatoria.
Eso requiere una revolución espiritual y abandonar un sistema económico que tenemos muy arraigado. La pregunta es si hay tiempo para transitar a un nuevo modelo económico antes de que el mundo colapse...
Sí, y es por eso que hay un sentido de emergencia. Un nuevo ethos civilizatorio aparecerá con los cambios que vienen, pero está en curso, en estado de latencia. En medio de los cambios que experimentamos veremos la posibilidad de decidirnos por un desvío y debemos estar atentos para elegir el camino hacia el que queremos desviarnos para prosperar.
Volvamos a la Revolución Francesa. Fue un momento crucial de cambio de ideales. Esos cambios tan drásticos y rápidos ocurren con frecuencia con violencia. América Latina está convulsionada por protestas masivas y a veces violentas en las calles. ¿Esa movilización es la expresión de esa urgencia por un cambio drástico?
Si queremos tener un mundo sostenible, creo que tenemos que crear un nuevo paradigma donde la violencia ya no sea la principal herramienta de acción política. La violencia y la agresividad, que son innatas al humano, deben ser orientadas hacia sus versiones creativas, productivas.
Muchos no nos sentimos identificados con el sistema regente. Por eso marchamos o protestamos. Eso no debe ser perseguido. Pero además tenemos que entender este tipo de congregaciones masivas como una unidad de poder capaz de cambio.
Es necesaria una revolución espiritual y creativa. Lo espiritual puede ser individual, cada uno entiende el mundo a su manera y según eso actúa y procede. Pero a veces subestimamos la importancia de los procesos colectivos creativos. Nosotros vivimos en un mundo que está en crecimiento, como un niño que tiene al frente un abanico interminable de posibilidades. Las mejores posibilidades son las que prosperan. La ciencia, el arte, la filosofía y la espiritualidad nos pueden ayudar a pensar una nueva forma de estar aquí y prosperar.
Usted dice que se está gestando un cambio de paradigma. Y le escuche decir algo en referencia a Greta Thunberg, la joven líder ambiental: es la primera vez que los niños salen a defender a los adultos. Me pareció una imagen muy poderosa y me gustaría que profundizara en ella.
Yo estoy emocionada porque soy madre. Si entrara un ladrón a mi casa con un arma, saldría a enfrentarlo para proteger a mi familia, aunque me costase la vida. Tengo certeza de que todos nosotros haríamos lo mismo. Estamos viviendo una situación en la que parece que la crisis es tan grande que hemos desarrollado una identificación con la crisis. Se trata de un nivel de compenetración alarmante que han estudiado varios psicoanalistas: uno se funde con el concepto de crisis. Al ser así, las personas no pueden reconocer la fuente de peligro.
No es un misil lo que está amenazando con destruir los países. Es una bomba de carbono. Son los niños los que se están parando frente a los adultos en el peligro.
Pese a todo, los gobiernos parecen incapaces de ofrecer soluciones. Los foros internacionales de Naciones Unidas tampoco han logrado sincronizarse con la urgencia del momento. ¿Estamos quizás ante un nudo ciego que nadie puede desatar?
Estamos viviendo una situación impensable. Cuando se está dentro de un impensable ya no valen de nada las palabras. Por eso Greta es una profetiza. Greta es una profecía concreta. "Yo estoy aquí para decir con mi cuerpo, mi alma, mi corazón, con mis cabellos, con mis ojos llenos de lágrimas, que lo que están haciendo ustedes ahora, en el presente, hará imposible mi futuro."
Además, es una crisis que no tiene su origen en el error, sino en un exceso de éxito que poco a poco se transforma en algo negativo. Es como cuando comes azúcar, que, aunque es dulce y agradable, si te excedes da nauseas. Eso que me daba energía ahora me da diabetes.
Como persona de fe, me gusta mucho un pasaje de la Biblia que dice que habría un tiempo en que los viejos tendrían sueños y los jóvenes tendrían la capacidad de visión. Siempre me interesó cuando fui joven y hoy, que ya soy mayor, lo veo como una realidad. Los viejos apenas sueñan con la tierra prometida, como Moisés. Pero los jóvenes tienen la visión para buscarla: tienen energía, tienen fuerza. Hoy, la única cosa que podemos tener presente para avanzar es su visión. ¡Debemos seguirlos!
*Periodista Unidandes vinculado al Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe