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Las estrellas del Inírida

La Estrella Fluvial de Inírida es uno de los ecosistemas más excepcionales de Colombia. Para conservarlo y enfrentar las amenazas que lo acechan, los indígenas y campesinos que viven ahí se están organizando para construir un futuro sostenible.

Nathan Jaccard*
05 de mayo de 2016 - 03:48 a. m.
Vista aérea de la Estrella Fluvial del Inírida, uno de los ecosistemas más excepcionales de Colombia. / Fotos: Simon De Man / WWF-Colombia
Vista aérea de la Estrella Fluvial del Inírida, uno de los ecosistemas más excepcionales de Colombia. / Fotos: Simon De Man / WWF-Colombia
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El océano Pacífico queda a más de 1.000 kilómetros. El Caribe a 700 kilómetros. Pero Inírida, la capital del Guainía, en el extremo oriental de Colombia, tiene mar. Esta ciudad está en el corazón de la Estrella Fluvial del Inírida, una región excepcional donde en menos de 30 kilómetros los ríos Guaviare, Inírida, Atabapo y Ventuari se funden para formar el Gran Río Orinoco, uno de los más largos del continente y el tercero más caudaloso del mundo. El agua está en todas partes, en diminutos caños que serpentean entre la selva y las sabanas, en humedales secretos que se guarecen a la sombra de enormes ceibas, en lagunas donde viven nutrias y caimanes, en poderosos brazos que inundan áreas colosales, donde cabría varias veces la gigantesca plaza de Tiananmén de Pekín. De cuando en cuando, el verano revela playones de arena blanca, tan deslumbrante como la de San Andrés y Providencia.

En 2014 el Gobierno designó como sitio Ramsar, una convención internacional que protege los ecosistemas acuáticos, un área de 253 mil hectáreas alrededor de la Estrella Fluvial del Inírida. Y es que la biodiversidad de la región es excepcional. Como explica Saulo Usma, coordinador del Programa de Agua Dulce de WWF-Colombia, “el Orinoco tiene cuatro patas, cada una con su característica. El río Guaviare nace en los Andes y viene cargado de sedimentos. El lecho del Inírida es rocoso, mientras que el Atabapo pasa por suelos más pobres. Esa diversidad de aguas en pocos kilómetros es lo que le da a este sitio Ramsar sus características únicas de flora y fauna”.

En la Estrella Fluvial hay 1.172 especies de plantas, más de 253 de aves (60 % de las que se encuentran en la Orinoquia colombiana), 470 de peces (43 % de las especies que se encuentran en la Cuenca del río Orinoco), 101 de mamíferos, 86 reptiles y 44 de anfibios. Esta es una zona de transición entre las sabanas de la Orinoquia y las selvas de la Amazonia.

Una riqueza que tradicionalmente ha sido utilizada por las 22 comunidades indígenas de los pueblos Curripaco, Puinave, Piapoco, Sikuani y los colonos que viven en el área. En las aguas de la Estrella Fluvial Inírida habitan más de 35 especies de peces, como los cardenales, las sapuaras, los neones, las corredoras, las rayas motoras y los escalares, que por sus colores y formas son exportados para que naden en acuarios de todos los rincones del mundo. El mercado de los peces ornamentales mueve cada año más de 7 millones de dólares en Colombia y cerca de 50 % de los peces vienen del Guainía.

Delio Suárez pertenece a la comunidad de La Ceiba sobre el río Inírida. Recuerda como de niño su padre le enseñó todos los trucos para pescar. Ahora, entre julio y agosto, sale con sus hijos en las noches a buscar peces ornamentales en caños y lagunas. Pero el trabajo se hace cada vez más difícil. Explica que “la gente saca los peces antes siquiera de que lleguen a la edad adulta, venden los padrotes con todas sus crías. Piensan que nunca se van a acabar. Pero están disminuyendo”.

Uno de los problemas que enfrentan las aguas de la Estrella Fluvial, y los peces que nadan en ellas, es la deforestación y contaminación por la minería ilegal. Desde hace unos años se han multiplicado las dragas y los entables que cavan en los playones y selvas de la región para sacar oro, tantalio y coltan. El río Atabapo en Venezuela, uno de los cuatro tributarios de la Estrella Fluvial, es una de las principales fuentes de preocupación. Como cuenta un habitante de la región, “hay un punto donde hay más de mil personas trabajando, aventureros venezolanos, brasileños, gente de toda Colombia, indígenas, negros, mestizos, que vienen con la esperanza de enguacarse y sacar una buena dosis de oro. Allá hay dragas enormes y se mueve mucho dinero, todo se paga en oro”. Río abajo llegan altas dosis de mercurio y muchos sedimentos, lo cual tiene consecuencias directas sobre la dinámica de sus aguas y el ciclo de vida de los peces ornamentales.

Los pescadores enfrentan además problemas de sobrepesca de varias especies, de mal manejo del recurso y de organización del negocio. Cómo explica Saulo Usma, “de 1.000 peces que capturan, hasta 500 se mueren antes siquiera de llevárselos a los intermediarios. También hay competencia desleal entre los pescadores, que terminan vendiendo a precios muy bajos. Y tampoco se respetan las vedas, pues los controles no son suficientes”. Al final, quienes viven del acuario natural de la Estrella Fluvial terminan sacando demasiados peces y la sobreoferta hace que les pagan mal. Es una oportunidad perdida.

Otro fantasma acecha la región. Muchas comunidades indígenas y campesinas recibieron con desconfianza la designación de sitio Ramsar. Johana Silva, indígena puinave de la comunidad Yurí, explica que “Ramsar nos asustó mucho, se comentaba que ya no iban a dejar pescar, cazar, sacar palos, hacer conucos (las huertas familiares)”. Ese miedo también lo sintió Zulay Linares, que encabeza la asociación de campesinos de la región, en buena parte colonos que llegaron de toda Colombia en busca de nuevas oportunidades. “Con Ramsar decían que nos iban a quitar las tierras, que iban a prohibir la ganadería y la agricultura, que eso era muy malo para nosotros”, añade.

Los desafíos para conservar y usar sosteniblemente la Estrella Fluvial son casi tan numerosos como sus riquezas. Pero desde hace unos años se han organizado espacios de discusión y talleres para que las comunidades y especialmente sus líderes “afilen sus colmillos”, como dice uno de los habitantes de la región, y se conviertan en defensores de la naturaleza y en los principales beneficiarios de su conservación. Hace unas semanas WWF, junto al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la Secretaría de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Económico del Guainía y la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA), instalaron la Mesa Ramsar de la Estrella Fluvial Inírida, con la que se busca abrir canales de diálogo y concertación, mejorar los sistemas de vigilancia de los ríos y lagunas, establecer reglas para una pesca sostenible, así como gestionar proyectos productivos sostenibles, entre otras acciones.

La otra solución está a la vista de todos: ríos mágicos, selvas preservadas, sabanas diversas, playas paradisiacas y culturas ancestrales con el poder de enamorar visitantes de Colombia y el mundo. Y la cereza sobre el ponqué: los Cerros de Mavicure, esas tres moles de granito negro que se alzan como un milagro sobre las aguas del Inírida, esos inmensos huevos prehistóricos que hechizan por siempre a quien los visite.

Y por eso es que la Estrella Fluvial tiene que seguir brillando. Johana Silva cree que Ramsar es una gran oportunidad. Cuenta que “estamos en un proceso de mantener las selvas, los montes, cuidar los ríos para que no se acaben. Hay que trabajar para que no les falte agua sana, montes, tierras a nuestros hijos, para que podamos salir adelante, para que siempre haya con qué comer, con qué trabajar”. Porque al fin y al cabo, las verdaderas estrellas del Inírida son las personas que viven en esta joya.

lWWF-Colombia

Por Nathan Jaccard*

 

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