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Los lenguajes de las finanzas y los recursos naturales están cada vez más cerca. Combinaciones de palabras que antes se creían impensables, como negocios verdes, pagos por servicios ambientales y bonos de carbono, fueron apareciendo para llenar los vacíos que había a la hora de medir el crecimiento de los países. Lentamente, la economía empezó a dar un vuelco hacia mercados que en vez de explotar los recursos naturales para obtener dinero hacen lo contrario: conservarlos.
Bajo esta lógica, Colombia acaba de lanzar el primer banco de hábitat en Latinoamérica, una iniciativa que busca que las empresas que tienen la obligación de compensar por pérdida de biodiversidad cuenten con un terreno para hacerlo: 610 hectáreas que ya están dispuestas para que se realicen proyectos de restauración o conservación en el municipio de San Martín de los Llanos, a la altura de la subcuenca del río Metica, en el departamento del Meta.
Es decir, si algún proyecto de infraestructura, agricultura o hidroelectricidad de la región debe compensar el haber arrasado ciertos fragmentos de bosques o transformado las sabanas, puede solicitar al banco, estructurado por la empresa Terrasos, uno de estos terrenos. Claro, a cambio de un pago.
La idea, además, es que el banco de hábitat, que recibió una inversión privada de US$1,5 millones y es financiado por el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sea un modelo piloto.
Según explica Carlos Novoa, delegado del BID, el país cuenta con un potencial de US$700 millones para este mercado. En el mundo se invierten más de US$8.000 millones anuales de capital privado que buscan, a la vez, tener resultados ambientales y retornos financieros.
El terreno
Son varias las particularidades que se pueden encontrar en las 1.500 hectáreas sobre las que tiene influencia el banco. Está la zona de transición, donde se topan el monte andino, de coberturas amplias y boscosas, con el ecosistema de altillanura, y así como ocurre en otras partes de la región, en los predios elegidos para ser parte del proyecto la ganadería resultó siendo vecina de las reservas naturales.
Es por esto que, para tener mejores resultados, el banco acudió a un plan de manejo que hace estos límites menos difusos. De las 1.500 hectáreas, 610 fueron cercadas y el resto seguirá siendo destinado para ganado. Entre las primeras, 310 hectáreas estarán destinadas para proyectos de restauración y las restantes entrarán en conservación.
“Una vez se ponga en marcha el plan, habrá que hacer una serie de cosas. Restaurar, sembrar viveros, establecer perímetros, poner barreras del fuego o evitar que cazadores se acerquen”, cuenta uno de los dueños del predio que, por seguridad, prefiere no dar su nombre. Él y otras dos familias de ahora en adelante, además de ser socios, tendrán la función de ser los operadores del proyecto.
Según el tipo de compensación que las empresas requieran, las categorías de manejo pueden cambiar entre sabanas para conservación, sabana para restauración, bosque para conservación y zona de restauración de bosque. El ideal es que las iniciativas se mantengan por 30 años, tiempo suficiente para que un ecosistema puede restablecer su dinámica natural. Sin embargo, las empresas sólo tendrán que hacer el pago una vez se aseguren de que hay resultados en el transcurso de este tiempo.
Pagar por unidades de biodiversidad
Cuantificar las ganancias en biodiversidad, cuánto se gana o cuánto se pierde, no es una tarea fácil. Debido a que el modelo del banco de hábitat, a diferencia de otros pagos por servicios ambientales, parte del pago por resultado, el equipo que lo creó tuvo la misión de encontrar una estrategia para medir si se van a cumplir las metas.
Para ello acudieron a la “unidad de biodiversidad”, una medida que permite hacer comparaciones ya sea de una misma área en el tiempo o entre dos áreas del mismo ecosistema, y con la cual se pueden monitorear los avances. La unidad, además, tiene en cuenta tres variables: el factor de compensación, el contexto paisajístico y la calidad del área en términos del estado de conservación.
Es así como el banco les ofrece a las empresas cierto número de hectáreas, con un equivalente en unidades de biodiversidad, que no serán pagadas hasta que demuestren tener una mejoría.
Una nueva estrategia que permitirá pasar de la palabra a la acción, pues, como bien lo advirtió el ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, “aunque existen cantidades enormes de áreas degradadas con proyectos de conservación, muchas veces no se ven los resultados”. El banco de hábitat promete ser el cambio.