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El Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la UPC, dirigido por el investigador Michel André, junto con científicos de Brasil y Australia, había instalado en las reservas brasileñas de Mamirauá y Amañá los diez primeros sensores de monitorización en tiempo real de la biodiversidad en el Amazonas.
Enmarcada en el proyecto ‘Providence’, la instalación de los sensores quiere combatir la extinción de especies en la selva tropical. Según explicó Michel André, la instalación de los diez primeros sensores inalámbricos, hace una semana, en el extremo sur de las Reservas Mamirauá y Amañá, sirve ya para monitorizar constantemente la vida silvestre de esta zona.
El equipo científico, que recibía ayer los primeros registros en tiempo real, está formado por el LAB-UPC, único grupo español, junto al Instituto de Desenvolvimento Sustentável Mamirauá, la Universidad Federal de Amazonas (UFAM) de Brasil, y la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO), de Australia.
Durante 12 días, un equipo de 30 personas, entre científicos e indígenas locales, instaló la red de sensores entre los ríos Amazonas y Japurá, en el estado de Amazonas.
De acuerdo con el portal CIO, el sistema tiene un módulo de imagen y otro de sonido que operan a la vez para grabar e identificar la fauna amazónica. Los equipos son alimentandos con paneles de energía solar y están habilitados para grabar de día y de noche (con la ayuda de lentes infrarrojas), con condiciones climáticas adversas (como las lluvias). Para evitar consumos innecesarios, parte de los dispositivos de imágenes funcionan en estado semi-latente, es decir, se activan sólo cuando un animal se acerca.
Escuche aquí los sonidos que captaron los equipos de Providence
Identificación de especies
Según André, el gran avance de esta tecnología es la capacidad para identificar especies de animales (aves, reptiles y mamíferos, y también delfines, peces e insectos) a través de la imagen -también de noche gracias a las lentes infrarrojas- y el sonido, y enviar automáticamente esta información (vía satélite, wi-fi o 3G) desde la reserva de Mamirauá a una base de datos localizada en el LAB.
Para evitar consumos innecesarios, parte de los dispositivos de imágenes funcionan en estado semi-latente, es decir, se activan sólo cuando detectan movimiento de un animal que se acerca.
Para garantizar la comunicación, las antenas se instalaron en los puntos altos de los árboles más grandes y transmiten fotos, estudios y el nombre de la especie a la base de datos.
El sistema se completa con un módulo sonoro ubicado dentro de un lago “para registrar los sonidos de especies subacuáticas, como el delfín rosado y el tucuxi (otra especie de cetáceo)”, según André.
Además, los módulos de sonido disponen de dos micrófonos, uno para frecuencias sonoras audibles y el otro para el sonido que no capta el oído humano, como el producido por los murciélagos, así como de un hidrófono para grabar delfines y peces.
Inteligencia artificial
La identificación acústica de especies de animales se lleva a cabo mediante un sistema de inteligencia artificial, desarrollado por el LAB-UPC y que permite reconocer más de 30 especies de animales característicos de la fauna amazónica, como el jaguar, el delfín rosa y varias especies de monos.
Según André, en la fase siguiente del proyecto se ampliará a un centenar el número de sensores para hacer un seguimiento de toda la extensión de la Reserva Mamirauá, que se convertirá en la primera del mundo a ser monitorizada constantemente.
De acuerdo con el portal CIO, en la siguiente fase del proyecto, se ampliará a un centenar el número de sensores de la red para hacerle seguimiento a la Reserva Mamirauá, que se convertirá en la primera del mundo monitorizada constantemente.
La tercera fase completará el proyecto con la instalación de un millar de nodos de sensores a lo largo de todo el Amazonas de Brasil y probablemente de otros países con territorios que tienen presencia en esta selva.
"La falta de inversiones, las dimensiones del Amazonas, que es la selva tropical más grande de la Tierra, y el escaso número de investigadores que trabajan en esta cuenca son algunos de los desafíos que han originado el proyecto Providence", concluye el equipo.