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Cuando regresaba de un viaje desde Hawái a California, el barco que comandaba el capitán Charles Moore dejó de navegar en agua y lo empezó a hacer en plástico. Todo lo que se podía ver alrededor desde la cubierta eran restos de bolsas, envases y fragmentos de plástico que flotaban sobre el océano. El giro de plástico, como lo llamó Moore en 1997, es un remolino que se ubica en el Pacífico Norte y concentra múltiples desechos de este material que llegan allí por las corrientes marinas. Y aunque con el tiempo el efecto de la sal y el sol logran que el plástico empiece a deshacerse, las partículas de microplástico quedan suspendidas durante cientos de años.
A pesar de que se alertó sobre el problema hace más de 15 años, las cifras parecen indicar que el plástico no ha dejado de invadirnos. Según advirtió un estudio publicado por la Universidad de Georgia (Estados Unidos), sólo en 2010 se vertieron al mar 8.000 toneladas de plástico, y se teme que la cantidad acumulada para 2025 pueda alcanzar los 155 millones de toneladas. Los giros de plástico, como el que encontró Moore mientras navegaba, hoy son cinco.
“Lo que estamos viviendo ahora es el abuso de una materia prima que se usa para todo”, explica Carlos Devia, profesor de estudios ambientales y rurales de la Universidad Javeriana. “El plástico ha entrado tanto a nuestras vidas que empezó a reemplazar cosas interesantes que teníamos, culturalmente hablando, y ha generado impactos colaterales con implicaciones profundas, pero no visibles”, explica.
Entre los distintos objetos de plástico que se producen, tal vez las bolsas son las que más polémica han desatado. En el mundo se consumen entre 500 billones y un trillón de bolsas plásticas al año, pero sólo se recicla el 5%, según datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Su tiempo de degradación oscila entre 50 y 1.000 años, ya que su resistente estructura química las hace casi inmunes a los medios naturales, mientras erradicarlas, en principio, parte de una idea tan sencilla como lo es llevar una bolsa de lona al mercado.
En Colombia, a pesar de que no se tienen cifras actualizadas sobre las bolsas de plástico, el Ministerio de Ambiente estimó que un colombiano gasta seis bolsas plásticas a la semana, 24 al mes, 288 al año y 22.176 en una de vida de 77 años. Cifra que se podría disminuir drásticamente si se tiene en cuenta que pueden ahorrarse 177.400 millones de bolsas tan sólo con que uno de cada cinco colombianos deje de consumirlas.
En Bogotá, por ejemplo, la Secretaría Distrital de Ambiente reportó un promedio de distribución de 491 millones de bolsas en 12 cadenas de grandes superficies y, según datos de Fenalco, de las más de 6.000 toneladas de residuos que llegan al relleno de Doña Juana, aproximadamente 840 toneladas son plásticos, entre las cuales se incluyen bolsas de plástico.
¿Una medida suave?
Recientemente, el Ministerio de Ambiente anunció que Colombia se unirá a la ola de países que han venido regulando el uso de bolsas plásticas desde los años 90. A través de una resolución que será publicada la próxima semana, el Gobierno quiere empezar a controlar el uso racional de bolsas plásticas y dar un primer paso en lo que se podría convertir en su fin.
Según explicó el ministro de Ambiente, Gabriel Vallejo, durante una rueda de prensa, la resolución tiene cuatro bases principales: sólo se permitirá la circulación de bolsas con medidas superiores a 30 x 30 centímetros, el calibre deberá ser de mínimo 0,9 milésimas de pulgada o lo suficientemente fuerte para soportar el peso y que no se rompa, deberá tener un mensaje que indique cómo hacer un uso racional de ella y las cadenas deberán presentar a los consumidores alternativas para transportar sus productos. Una medida que, por el momento, no se aplicará en las tiendas de barrio.
Además, de forma paralela, junto con WWF, se lanzó la campaña Reembólsale al Planeta, para que el 29 de abril los consumidores lleven su propia bolsa al mercado o entreguen en puntos de reciclaje las que tienen de sobra.
Una medida que, a pesar de significar un avance en el tema, puede sonar “suave” frente a las estrategias que han adoptado otros países para disminuir el uso de la bolsa.
En Irlanda, por ejemplo, desde el 2002 los clientes deben pagar un impuesto por cada bolsa plástica que se llevan del almacén, una estrategia que logró reducir el uso de bolsas por persona de 330 al año a 20. En Francia, por otra parte, después de confirmar que las bolsas plásticas sumaban 8.000 toneladas de basura sólo en París, decidieron prohibir las tipo camisa —la que se usa para el mercado— en el 2010.
En otros países, como Australia, la regulación fue más progresiva y acordada. Desde el 2003, el Consejo de Protección Ambiental se reunió tanto con los representantes de supermercados como con las grandes tiendas del país para acordar la reducción de entregas de bolsas plásticas livianas: 25 % para el 2004 y 50 % para el 2005. Meta que casi alcanzaron, ya que el informe de 2005 reportó que la reducción efectiva fue de 44 %.
Al otro lado, tal vez, la regulación más extrema está en Sudáfrica. Debido a que el exceso de bolsas era tan alto, las apodaron “la flor nacional”. Para darle una solución al problema, el Gobierno prohibió el uso de bolsas delgadas, bajo una sanción que puede ser una multa de US$13.800 o diez años de cárcel.
Por esto, para Devia, la resolución del ministerio es sólo un primer paso. “Yo aspiro a que esta medida conduzca a eliminarlas. El asunto ahora es apoyar la iniciativa y generar alternativas. Vale la pena revisar sobre qué materiales podemos volver. Tenemos la ventaja de que en Colombia hay lugares donde el uso de bolsas de plástico no es tan evidente. Podemos rescatar, por ejemplo, el uso de costales de fique”, señala.
De hecho, en Colombia se están cocinando varias iniciativas para eliminar las bolsas de plástico. Una de ellas es el proyecto de ley 163 de 2015 (Cámara), por el cual se busca impulsar el uso de bolsas reutilizables y desmontar, paulatinamente, el consumo de bolsas plásticas de único uso. La meta de este proyecto de ley, promovido por el representante Mauricio Gómez Amín y el senador Antonio Guerra, es eliminar el uso de bolsas plásticas en Colombia en el 80 % para el año 2020 y 100 % para el 2025.
Igualmente existen en el país iniciativas privadas como la del Grupo Éxito, que a partir de programas y campañas que lideran desde el 2010, entre empleados y consumidores, han logrado reducir la distribución de bolsas de plástico. Según reportó la empresa a El Espectador, del 2014 al 2015 se logró reducir el uso en 8,8 % y los clientes redimieron en puntos más de 422.000 bolsas reutilizables.
¿Llegó el fin del plástico?
“No odio el plástico, pero pienso que es un error humanizar el plástico (…) En cierto momento empezamos a darnos cuenta de que no es una relación saludable. Somos totalmente dependientes de esta cosa que está contaminando al planeta, que tiene implicaciones para nuestra salud, quizás envenenándonos de manera alarmante. Eso es lo que se define como una relación tóxica, depender de algo que no es bueno para ti”, afirma Susan Freinkel, autora del libro Plástico: un idilio tóxico, en el reportaje chileno Plásticos: El doble filo, del periodista Amaros Gómez Pablos.
Con estas palabras, Freinkel deja claro que el problema del plástico es que está permeando todos los aspectos de nuestras vidas: las bolsas, las tarjetas de crédito, las botellas, los biberones, los juguetes... Por esto, para el profesor Devia el próximo paso que debe dar Colombia es ponerles atención a otras regulaciones, como la de los pitillos o los mismos empaques de los alimentos.
“Habría que preguntarse si la regulación también aplica para las bolsas de plástico o empaques en las que vienen el arroz y el queso”, afirma Devia. “No sólo porque son contaminantes del medioambiente, sino porque en algunos casos se ha demostrado que ciertos químicos del plástico migran a los alimentos y se convierten en un disruptor endocrino”.
El bisfenol A (PBA), por ejemplo, es un plastificante que se usa para dar mayor flexibilidad a algunos plásticos. Y aunque no hay estudios del todo concluyentes, desde 1930 se ha venido comprobando su relación con daños endocrinos y cerebrales cuando el cuerpo tiene contacto con él durante mucho tiempo. Tanto así, que en el 2012 la Agencia de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), prohibió su uso en botellas y biberones para bebés.
En Colombia, según la resolución 4143 del Ministerio de Salud, está prohibido usar el BPA en los materiales plásticos que estén en contacto con alimentos o bebidas para el consumo humano.
Así, a pesar de que el fin “de la era de plástico” no está cerca, ya se empiezan a ver que son muchas las iniciativas que se están poniendo en marcha para disminuir su uso. Claro, esto sin contar con que científicos del Instituto de Tecnología de Kioto (Japón) descubrieron recientemente una bacteria capaz de digerir y asimilar el plástico. Una herramienta que, a pesar de estar muy cruda todavía, podría hacer que los giros de plástico como el que encontró Moore en 1997 desaparezcan.