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“Una de las primeras peleas que libré, porque fue la primera vez que tuve conciencia de lo que significaba la discriminación hacia la mujer, fue cuando entré a estudiar Química Pura, pues para ese entonces la carrera no era propiamente para mujeres”, asegura Elsa Matilde Escobar, una de las pioneras en temas ambientales que hace parte del libro Mujeres que cuidan la naturaleza, de la Fundación Natura.
Elsa fue pionera en involucrar a campesinos, indígenas, afros y mujeres en la conservación de bosques. Como ella hay cientos de mujeres que, desde múltiples disciplinas, buscan contribuir a visibilizar la importancia del liderazgo femenino para hacer frente al cambio climático. En la construcción de ese entorno se planteó que la participación de mujeres era fundamental en la ordenación del medio ambiente.
En 1992, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente, se adoptó la Agenda 21, un plan para construir un modelo de desarrollo sostenible, en el que se sugirió que la voz de la mujer estuviera en la toma de decisiones. Y aunque desde esa época se destacó la importancia del rol femenino, aún falta garantizar su plena participación en estos espacios en igualdad con los hombres.
De hecho, según el último informe sobre la participación de la mujer en los cargos de los ámbitos decisorios del Estado colombiano, liderado por el Departamento Administrativo de la Función Pública, señala que la participación de la mujer en un máximo grado de toma de decisiones es del 42 %. En el Ministerio de Ambiente, por ejemplo, el 50 % de las personas que están a cabeza de los equipos son mujeres.
En Colombia son más las mujeres que ocupan un cargo que implique la toma de decisiones. Una mujer lidera las secretarías de Ambiente de Bogotá, Medellín, Barrancabermeja y Norte de Santander; al igual que el IDEAM, en donde la subdirectora y directora son mujeres. Incluso, la máxima plataforma de biodiversidad del mundo es presidida por una mujer. Estas son sus historias.
Yolanda González: por primera vez en 50 años, una mujer dirige el IDEAM
“Una niña campesina decidió irse a Bogotá para estudiar. Su padre era agricultor y su madre ama de casa, labores propias del campo, pero ella siempre soñó con el estudio, era parte de su esencia. Siempre vio a sus siete hermanos estudiando y ese fue su anhelo: analizar y conocer más”, así recuerda Yolanda González Hernández sus años de infancia en Chiscas, un municipio de Boyacá.
En Bogotá finalizó el bachillerato y se inscribió a la Universidad Distrital José Francisco de Caldas para ser ingeniera forestal, carrera que eligió porque su “interés estaba asociado al campo, al conocimiento de las ciencias naturales y por mis propias raíces”, dice. Mientras acababa sus estudios como ingeniera, se fue a trabajar al Cauca con los indígenas paeces en sistemas agroforestales.
Luego empezó a tener un interés particular en la vigilancia y el monitoreo de los recursos naturales, pero con énfasis en el tema forestal y se centró en el estudio de las zonas de humedales en el Caribe. “Empecé a trabajar con la recién creada Corporación Autónoma de La Mojana, Sucre, y estando allá me enteré de una convocatoria en el IDEAM. Necesitaban ingenieros forestales”, cuenta Yolanda.
Yolanda se presentó y ganó un puesto en el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), entidad que juega un rol trascendental en temas como gestión de bosques, alertas de deforestación y cambio climático. En 1998, como subdirectora de ecosistemas, creó el sistema estadístico forestal y se encargó de liderar el desarrollo de un modelo de alertas de incendios forestales.
En 2018, se convirtió en la primera mujer en ser la directora del IDEAM. “Es un privilegio ser la primera en romper este récord de 50 años. Es algo extraordinario, porque como mujer estoy dirigiendo una institución que es la máxima entidad que emite información científica asociada a monitoreo del aire, del agua, del suelo, del bosque, de los ecosistemas y de la interacción con la sociedad”, cuenta.
Además es la primera mujer en ser la presidenta de la AR3, Suramérica, y convertirse en la vocera de la región ante la Organización Meteorológica Mundial. Yolanda aprovecha su cargo para impulsar el programa “Mamá, quiero ser científica” y motivar a las niñas para que desde jóvenes contribuyan a reducir esa brecha en el campo científico y sean más mujeres las que lideren la ciencia en el país.
Carolina Urrutia: la búsqueda de la paridad en la Secretaría de Ambiente de Bogotá
“Llegué al tema ambiental por casualidad, porque era el puesto donde conseguí trabajo. Fue en la Secretaría de Medio Ambiente de México, allí me enfoqué en temas de participación y acceso a la información. Me enamoré del tema ambiental hace 21 años y seguí por ese camino”, recuerda Carolina Urrutia, secretaria de Medio Ambiente de Bogotá.
Carolina llegó a los 12 años a México con sus padres. Allí cursó el colegio y entró a estudiar Ciencia Política y Administración Pública en la Universidad Iberoamericana, en ese país. Por casualidad, encontró un puesto en la Secretaría de Medio Ambiente y empezó a tratar problemáticas ambientales, situaciones que le abrieron un cupo en el Banco Mundial como consultora sénior.
“En Washington, trabajé en temas de pobreza y de degradación de recursos naturales. También tuve la oportunidad de tratar una agenda muy activa en cuanto a la calidad del aire en Perú, México y Colombia”, cuenta. Pero la investigación que desarrolló en la maestría en Políticas Públicas, de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, de Harvard, fue la que le dio un boleto de regreso a Colombia.
“Me entró más la curiosidad en trabajar temas de conflicto y recursos naturales. Terminé estudiando cómo casi todas las guerras civiles del mundo tenían los recursos naturales como base de financiación de grupos armados. Ya fuera la coca (drogas de uso ilícito) o la minería”, asegura Carolina. Luego de este trabajo empezó a conformar el gabinete del Ministerio de Defensa en la agenda posconflicto.
En 2020 fue nombrada secretaria de Medio Ambiente de Bogotá. En este cargo, además de buscar alternativas que permitan mejorar la calidad del aire en la ciudad, desarrollar estrategias para el cuidado de los cerros orientales y preservar reservas ambientales como la Thomas Van der Hammen, impulsa la paridad en el gabinete.
“Es motivante cuando llegamos con Nadya Rangel, secretaria de Hábitat, y María Mercedes Jaramillo, de Planeación, a las reuniones con constructores, por ejemplo. Ya ven esa figura de la mujer más fuerte y decidida”, sostiene. Carolina, desde la Secretaria de Ambiente, resalta que las capacidades seguirán abriéndoles camino a las mujeres para que sean más las que se involucren en cargos determinantes.
Ana María Hernández, líder del estudio del estado de la biodiversidad del planeta
Desde pequeña Ana María era muy traviesa, sociable y muy inteligente. “Trepaba árboles, perseguía animales para verlos, no para hacerles daño; me gustaba estar al aire libre”, recuerda Ana María. Primero quiso ser modelo, a los 14 años, luego descubrió que le interesaba trabajar con la naturaleza. Le llamaron la atención la ecología, la geología y la biología marina.
Pero su padre, Nicéforo, un militar dedicado a la historia, la convenció para que estudiara Relaciones Internacionales. Se inscribió en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. “Mi tesis, que fue laureada, fue sobre un proyecto de cooperación internacional para conservación de recursos vivos del gran Caribe. Uní todo lo que quería de chiquita y lo pude hacer realidad de grande”, dice Ana María.
Desde 1997 se ha movido entre la negociación y la biodiversidad. Ha trabajado en el Instituto Humboldt como investigadora del Programa Política y Legislación; en el Ministerio de Ambiente, como asesora para la Biodiversidad y Propiedad Intelectual de la Oficina de Asuntos Internacionales, y, en 2009, fue la directora ejecutiva de la Fundación Natura.
En 2019, en París y con la aprobación de 129 países, Ana María se convirtió en la primera mujer en la historia en ser presidenta de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Desde entonces, la bogotana tiene la tarea de coordinar científicos de 134 países que estudian el estado de la biodiversidad del planeta.
“Creo que las mujeres tenemos una diferencia, una capacidad un poco diferente de manejar las cosas. Somos más abiertas a los cambios. Me parece lindo el reconocimiento por un tema también de equidad”, comenta Ana María. En el IPBES, la colombiana se encarga de coordinar a los expertos para presentarle al mundo la evidencia científica suficiente para saber cuál es el estado de la naturaleza.
Ana Celia Salinas, líder de la construcción del inventario forestal de Colombia
Ana Celia creció entre las montañas de Guayatá, un municipio de Boyacá. Allí tuvo una infancia en el campo. Entender el uso de la tierra era lo que más le llamaba la atención. Los últimos años de colegio le inquietaba saber qué estudiar. “Conocí la Ingeniería Forestal por referencia de un amigo. En un comienzo me llamó la atención el nombre y era la posibilidad que tenía de entrar a una universidad pública”, cuenta.
Se inscribió a la Universidad Distrital, en Bogotá, a probar suerte con esa carrera que había llamado su atención, por su nombre. “Decidí seguir estudiando porque vi que esta profesión me llevaba a mis inicios, a mi niñez. Lo veía como la oportunidad de llevar ese aprendizaje a mi territorio. Y así lo hice una vez finalicé mis estudios”, dice Ana Celia.
Regresó a su municipio con otros conocimientos, unos que le complementaron lo aprendido durante su niñez en el campo. Impulsó una iniciativa, apoyada por entidades no gubernamentales, y llevó proyectos de desarrollo al Valle de Tenza. Durante 10 años se dedicó a trabajar en proyectos comunitarios y se interesó por estudiar sobre desarrollo rural, una pasión que le abrió las puertas en Corpochivor.
Durante esos siete años que trabajó en la entidad se hizo cargo de recursos hídricos, manejo de residuos sólidos, recursos forestales y el desarrollo económico sostenible. “Esa experiencia me permitió conocer la política nacional aplicada hacia el territorio”, comenta Ana Celia. En 2019 pasó a ser parte del equipo del IDEAM, presidido, por primera vez en 50 años, por una mujer.
En el instituto se desempeña como subdirectora. Allí se encarga del Sistema Nacional de Información Forestal, a través del cual están construyendo el inventario nacional forestal; además, lidera el grupo de monitoreo de alta montaña, en el que los glaciares son sus protagonistas. “Me enorgullece traer los conocimientos que adquirí en mi niñez al trabajo”, resalta.
Mary Lou Higgins y su apuesta por las áreas protegidas de Colombia
Mary Lou Higgins es una bióloga estadounidense que llegó por primera vez a Colombia en 1990, para trabajar en el Programa de Andes Tropicales del WWF. Lou, como la mayoría de personas la conocen, llegó al WWF después de ser asesora ambiental en USAID y becaria de la Asociación Estadounidense para el Avance de Ciencias (AAAS por su sigla en inglés).
Durante este período, pudo combinar su conocimiento y formación en ciencia con la política internacional. “Fue un momento decisivo. Me di cuenta de que quería emprender nuevos caminos para contribuir a construir un mejor mundo”. Por eso, en 1993, cuando se presentó la oportunidad de abrir una oficina del WWF en Colombia, lo aceptó sin dudar y desde entonces ha sido su directora.
Lou ha construido un equipo talentoso y comprometido, y siempre ha buscado trabajar en alianzas con múltiples actores y ámbitos. “Me siento muy orgullosa por los logros que hemos alcanzado y por haber sido, de alguna manera, un ejemplo todo este tiempo”. Durante estos casi 30 años a la cabeza del WWF, y junto a muchos aliados, Lou ha impulsado un salto grande para las categorías de áreas protegidas, tanto públicas como privadas, como la creación de más de 8 millones de hectáreas de áreas protegidas, la designación del 69 % de los sitios Ramsar del país y la creación y consolidación de las Reservas Naturales de la Sociedad Civil.
WWF Colombia ha sido un actor protagónico en la política nacional e internacional, con la creación de programas como Herencia Colombia, un mecanismo financiero para asegurar la sostenibilidad financiera de las áreas protegidas. Además, comprometida con la movilización de la sociedad civil como la clave para la transformación, la organización ha estado detrás del apoyo técnico de iniciativas que invitan a estilos de vida más sostenibles como Bibo.
“Necesitamos una transformación estructural del sistema económico y los estilos de vida para mitigar la amenaza global del cambio climático y revertir la alarmante pérdida de biodiversidad. Para esto tenemos que generar procesos de diálogo y generación de acuerdos con múltiples actores”. Un camino que ha seguido de manera persistente y comprometida, y que caracteriza a todos en la organización que lidera.