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La obra que amenaza a los corales “gamines”

La construcción de un canal que permitirá que barcos de gran calado entren a la bahía de Cartagena, tiene en peligro un inusual ecosistema marino que ha sobrevivido a la intensa contaminación costera.

María Paulina Baena Jaramillo
16 de junio de 2016 - 03:38 a. m.
Los corales de Varadero han resistido la sedimentación del  Dique./Ecomares
Los corales de Varadero han resistido la sedimentación del Dique./Ecomares
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Justo al lado del canal de Bocachica, por donde entran y salen los barcos cargueros a la bahía de Cartagena, se encuentra un gran arrecife de coral llamado Varadero. La formación coralina es un misterio para los biólogos, pues contradice la literatura científica que describe las condiciones ideales para el crecimiento y desarrollo de los arrecifes de coral: aguas oligotróficas (muy bajos niveles de nutrientes) y limpias, con buena penetración de luz solar.

Este arrecife sobreviviente y atípico es también llamado “gamín”, porque ha resistido en el tiempo las presiones ambientales que durante siglos tuvo Cartagena, sobre todo con la construcción de obras como el canal del Dique, hecho para acortar el acceso al río Magdalena y más tarde para fines comerciales. El Dique trajo una fuerte oleada de contaminación y sedimentación sobre los ecosistemas marinos y convirtió las aguas cristalinas de la bahía de Cartagena en turbias y chocolatosas. Por esta razón, la mayoría de los arrecifes de coral desaparecieron, incluidos los de Islas del Rosario.

Como explicó Mateo López-Victoria, uno de los descubridores, el arrecife tiene una extensión de 1,8 kilómetros de largo por 300 metros de ancho, aproximadamente. Arranca a 35 metros de profundidad y llega a 1,5 metros en la parte más somera. Cuenta -como fue descrito en la revista académica Coral Reefs- al menos con 30 especies iguales a las de San Bernardo, San Andrés, Providencia o el Caribe, y podría ser uno de los mejores arrecifes de coral en la plataforma continental de Colombia en términos de cobertura.Sumado a esto, tienen características curiosas. En la parte más panda los arrecifes se comportan como si vivieran en la profundidad debido a la cantidad de sedimentos.

López-Victoria es biólogo de la Universidad Javeriana de Cali y estaba dedicado al estudio de las esponjas de mar que matan el tejido de coral, dado que compiten con ellos por espacio. Desde los años 80 y 90 las esponjas han incrementado su densidad y cobertura, y al investigador, que adelantaba su trabajo en Islas del Rosario, le habían sugerido que buscara por los lados del Dique, por sus obvias concentraciones de materia orgánica que aceleran el esparcimiento de esponjas. “Qué sorpresa llegar allá y no sólo ver que la densidad de esponjas era mucho más bajita que en Rosario, sino que las coberturas coralinas eran mucho más altas”, resaltó.

A partir de ahí, en 2014 y 2015, resultó muy atractiva la existencia de ese arrecife e inmediatamente empezaron a ponerse en contacto los más sesudos en el tema coralino en Colombia. “En extensión no son comparables a los de Islas del Rosario, San Bernardo, San Andrés y Providencia. El tamaño del arrecife es pequeño, pero para el grado de deterioro que enfrentan los arrecifes coralinos hoy en día ese es el arrecife sobreviviente de la bahía de Cartagena y lo último que le queda”, sostuvo López-Victoria.

Las presiones portuarias sobre el arrecife

Aunque este arrecife es una extrañeza biológica, la realidad es que está en riesgo de ser destruido. En enero de este año el vicepresidente Germán Vargas Lleras rectificó su intención de hacer el dragado y al mes siguiente el Ministerio de Transporte, el Invías y la Financiera de Desarrollo Nacional suscribieron un convenio para ejecutar el proyecto. El Canal Alterno tendría una profundidad de 15,5 metros y como le explicó la Financiera Nacional de Desarrollo (FDN) a El Espectador, “es una obra esencial para el desarrollo de Cartagena y la mejora de la competitividad del país e incrementa la capacidad de recibir embarcaciones más grandes, solucionando en parte el problema de tráfico de las naves”.

Mientras que en 2009 ingresaron a la bahía de Cartagena 4.553 embarcaciones, según la FDN, se estima que en 2018 el tránsito será de 8.000 barcos anuales. Gracias a la obra, que tendrá un costo de US$50 millones, los nuevos barcos que lleguen al puerto de Cartagena serán del tamaño de los que arriban al canal de Panamá. “Si sólo se contara con una única vía de acceso en la zona de Bocachica, se generarían aumentos en los tiempos de espera de las embarcaciones para ingreso y salida, provocando un colapso de las actividades portuarias que perjudica el comercio y el turismo”, resaltó la FDN.

Como comentó Valeria Pizarro, bióloga experta en corales, “nosotros no quisiéramos que se hiciera el canal porque queremos entender más este arrecife y saber por qué está ahí”. Pero si el proyecto es inevitable, “queremos que la compensación sea suficiente para las comunidades que viven del arrecife y que la afectación en términos de biodiversidad sea lo menos peor posible”, complementó.

El temor, pero sobre todo el gran afán que disgusta a Pizarro y López-Victoria, es que logren investigar el arrecife antes de que el canal sea muy grande y muy graves sus consecuencias ambientales. La FDN, no obstante, asegura que eso tomará tiempo, porque la obra se tardará cerca de dos años mientras se revisan los estudios de prefactibilidad y los diseños del canal interno. Después se haría el estudio de impacto ambiental, las consultas previas y los trámites relacionados con la obtención de la licencia ambiental. Y, finalmente, se procedería con el dragado.

La magnitud de la obra equivale a imaginarse la construcción submarina de una carretera que se encuentra de frente con una montaña de piedra. Suponiendo que la carretera es plana, se hace un surco en el que se atraviesa la montaña a punta de taladros neumáticos, dinamita controlada y retroexcavadoras.

Lo que ellos alegan -como asegura el biólogo López-Victoria- es que tendrán que dragar 16 metros de matriz esquelética donde los primeros tres metros están vivos: con octocorales, peces, langostas, esponjas de mar, pepinos de mar, estrellas de mar y todos los organismos de un arrecife vivos. “Es como si dijeran que necesitan ampliar la carrera 7ª de Bogotá, donde hay un bosque milenario de 500 árboles al pie, entonces tumban el bosque. Estos organismos llevan sobreviviendo y resistiendo ahí las condiciones del agua, no pueden tumbarlos así como así”, dijo el investigador.

Valeria Pizarro, por su lado, fue insistente en decir que a sus colegas o expertos en arrecifes coralinos nunca les han consultado nada y su desconcierto radica en que no saben si los técnicos e ingenieros responsables de la obra saben si ahí, donde planean construir esta megaobra, hay un arrecife de estas magnitudes y de este valor para la ciencia. El Espectador trató de comunicarse durante una semana con el Invías, responsable de la obra, sin obtener una respuesta.

Por otro lado, la FDN destacó que “procura minimizar cualquier potencial de afectación a los ecosistemas marinos en la zona de influencia y la concertación con las comunidades étnicas que habitan alrededor de la bahía”. Según la Financiera, el pasado proyecto de profundización del canal se realizó un manejo ambiental para especies de corales, pastos marinos y demás fauna asociada con los fondos marinos, consistente en el traslado a zonas protegidas. “En dichas áreas se pudo asegurar la supervivencia del 90 % de las especies trasladadas, no obstante que la autoridad ambiental había fijado como requerimiento un nivel de supervivencia del 50 %. Estas mismas medidas de manejo serían implementadas en el Canal Alterno”.

Pero Pizarro dice lo contrario y es que para hacer el primer canal de Bocachica, la misma gente dijo que se les rajaron las casas porque son temblores. “Y en este caso de los corales es taladrar carbonato de calcio, que es como cemento poroso y penetrarlo hasta que se rompa en pedazos”.

Por María Paulina Baena Jaramillo

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