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Darwin José Tordecilla heredó de su abuelo el planchón más viejo de Montería. Una embarcación de madera sobre dos canoas atada con una guaya para que el río Sinú no la arrastre aguas abajo. Desde las 5 a.m. arranca su trabajo: cruzar de lado a lado el tercer afluente más importante de Colombia, sin pisar la ruta de las otras 11 cabañas flotantes que prestan este servicio en la capital de Córdoba desde hace 60 años, por un costo de $500.
Su planchón es el que navega a la altura de la calle 33, el de nombre Dinastía Tordecilla y por el que sobrevive con el diario su familia, compuesta por nueve personas. Son $70.000 que él casi siempre recoge hasta las 6 p.m., cuando empieza a caer el sol y las leyes de navegación del país lo permiten.
Antes era distinto, cuenta el monteriano de 38 años. “Por aquí se pasaban carros y vacas. Ahora sólo puedo montar personas a pie y bicicletas, ni siquiera triciclos o sillas de ruedas, por las escaleras que han hecho en la otra orilla. Pero la vaina ha mejorado mucho desde que hicieron el parque. Cuando no estaba, esto era lleno de rateros. Usted tenía que llegar hasta el planchón agarrado del bolso”.
El parque del que habla es la Ronda del Sinú, un proyecto construido en 2005 por la administración de entonces y en el cual las últimas dos alcaldías han priorizado su inversión. Primero el tramo del centro, paralelo a la avenida Primera, donde se fundó la capital hace 240 años. Luego un corredor en el norte y el recién inaugurado Parque Lineal de Occidente, sobre la margen contraria del río. La promesa es que todos estén conectados y que la ciclorruta bordee la ciudad y el Sinú.
La Ronda actual está ubicada dentro de un bosque de galería por donde pasean iguanas y ardillas entre los arbustos, los monos aulladores se alimentan colgando de las ramas sobre los ciclistas y peatones, y las golondrinas se mezclan en el cielo con las palomas bajo un calor de 28 grados centígrados, promediado por el Ideam.
Un zoológico libre. Un jardín botánico sin puertas que retomó Marcos Daniel Pineda, el alcalde más joven de Colombia en el período 2008-2012. Su propósito era, y es actualmente, en su reelección, hacer de Montería “la ciudad verde y sostenible del país”. Una misión sustentada en el Plan Maestro de Cambio Climático a 2019 y en la propuesta de Findeter llamada De Cara al Río Sinú 2032.
Estos planes reúnen las sugerencias de líderes mundiales para cumplir con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11: Ciudades y comunidades sostenibles, en la agenda 2030. Retos como promover la movilidad sostenible, aumentar la cobertura de alcantarillado y el agua potable, reducir el impacto ambiental negativo, extender las zonas verdes de la ciudad y proteger las poblaciones vulnerables.
La metamorfosis verde
“Los monterianos creíamos que un parque era una cancha caída, sin juegos infantiles ni espacios deportivos. Unos lugares sombríos y poco aprovechados por la comunidad”, comenta Daniela Anaya, ingeniera ambiental de la Oficina de Ciudad Verde, el ala ambiental de la Secretaría de Planeación de Montería.
Una de las estrategias para ampliar las zonas verdes de la capital de Córdoba fue restaurar y construir 24 parques. Espacios del tamaño de una manzana, dentro de un barrio, con pequeñas pistas de patinaje, canchas de microfútbol, columpios, balancines, áreas biosaludables, teatrinos y jardines.
Esa recuperación del espacio público ha dado frutos, a tal punto que de 2013 a 2014 los predios de Montería se valorizaron con un índice de 4,6 a 8,1, convirtiéndola en la ciudad que más posiciones subió entre 22 capitales del país, sin incluir Bogotá. Así lo determinó un estudio del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y el Departamento Nacional de Planeación (DNP).
Pero el éxito no ha sido construir filas de cemento. La idea es que las obras verdes estén conectadas a través de ciclorrutas con la Ronda del Sinú. Hasta ahora, la ciudad tiene 32 kilómetros de carriles para bicicletas, entre vías compartidas en medio de las calles y tramos exclusivos paralelos al río, junto a los senderos del parque lineal hechos para el peatón.
Invertir en ciclorrutas y senderos tuvo una razón: el 9 % de los monterianos utilizan las dos ruedas para transportarse, principalmente al trabajo, y un 20 % de los habitantes se movilizan a pie, de acuerdo con un estudio financiado por el Banco de Desarrollo de América Latina y la Agencia Francesa de Desarrollo en 2016. El estudio concluyó, además, que el principal modo de transporte es la moto, seguida por el transporte público, utilizado por el 21 % de la población.
La Oficina Verde afirma que la mitad de la gente en Montería promueve el modelo global de la pirámide de movilidad sostenible. Pero la fama de la capital de Córdoba va más allá del modo de recorrerla.
Renunciar a Pueblo Pescao
El hecho fue descrito como un sacrificio. Los habitantes de Montería recuerdan Pueblo Pescao como una ranchería a orillas del río Sinú. Una comunidad aproximadamente de 150 familias que vivían sobre un barranco en la ribera, sin ningún servicio básico, entre los alimentos y la basura del viejo mercado que también funcionaba allí.
Este lugar había sido el destino de los camiones pesqueros del Caribe en los años 60, durante la época dorada del bocachico procedente del San Jorge, otro río de Córdoba. Y en ese flujo comercial, compradores, mayoristas, expertos abridores y saladores de pescado se establecieron allí. “Una invasión a la que la gente le huía”, cuenta Dubeys Díaz, taxista de Montería.
La razón de la Alcaldía para desparecer a Pueblo Pescao no fue sólo la seguridad. La concentración de basuras era una amenaza para la salud ambiental y la conservación del río Sinú. Además, la zona había sido declarada de alto riesgo por la Oficina Nacional de Atención de Desastres.
Es más: según un estudio de Geo Adaptive, un grupo de investigación de Boston (EE. UU.) que Findeter contrató en 2014, en términos de vulnerabilidad y riesgo ambiental el peligro de una inundación fluvial o el deslizamiento de Pueblo Pescao era el punto débil de Montería.
No obstante, la región Caribe, donde se ubica la ciudad, tiene otras debilidades: el aumento de lluvias, sequías prolongadas, olas de calor y la elevación del nivel del mar son fenómenos extremos que se han hecho más frecuentes por el cambio climático, causado en gran medida por la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
En el caso de Montería, su mayor fuente de emisiones proviene de la ganadería bovina que honra la vocación productiva de Córdoba, seguida de los GEI emitidos por el parque automotor que circula por la ciudad y que para 2012 era de 58.000 vehículos registrados.
La estrategia para reducir el impacto de la ganadería es un sistema silvopastoril que combine árboles y arbustos dentro de la producción ganadera. Mientras que, para reducir los GEI del transporte, el plan del municipio fue invertir desde hace nueve años en la movilidad sostenible.
El plan de Montería para convertirse en la ciudad más verde de Colombia ya está dando sus frutos. Prueba de ello es que durante tres años consecutivos se ha llevado el primer puesto del Desafío de Ciudades, una iniciativa del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) para mostrar los avances en desarrollo sostenible dentro de un país, en una balanza que evalúa crecimiento económico, desarrollo social y medioambiente.
Incluso, Montería fue ovacionada internacionalmente por Naciones Unidas en 2016, al ser coronada entre 163 ciudades como una de las diez más sostenibles del mundo. Un reconocimiento que mereció un diploma y el apretón de manos entre el alcalde monteriano y el exsecretario general de la ONU Ban Ki-moon, en una ceremonia en Quito.