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Desde la madrugada del sábado primero de abril, Mocoa, capital de Putumayo, no volvió a ser la misma. La furia de una sorpresiva y amenazante avalancha, producto del desbordamiento de los ríos Mocoa, Mulato y Sangoyaco a causa de las lluvias que no dieron tregua ese día, acabó con la vida de más de 320 personas. Otras, contadas por miles, resultaron damnificadas y a la intemperie, pues lo habían perdido todo. Ya no quedaba esperanza.
Sin embargo, la ayuda estatal llegó a las pocas horas. Un equipo de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, conformado por cerca de 1300 personas aterrizó en la zona; en conjunto con las autoridades locales y departamentales, y miembros de la fuerza pública para hacerle frente a la situación. Al final, cerca de 17 barrios del municipio quedaron afectados y se comenzaron a tejer todo tipo de teorías alrededor de la tragedia.
Que pudo haberse prevenido, que los riesgos de la avalancha habían sido puestos en conocimiento con 9 meses de antelación y que la deforestación sin medida jugaron en contra de los estragos de esa madrugada fueron algunas de las reacciones. Lo cierto es que el episodio ocurrido esa madrugada de abril fue una de las tragedias más graves, ocurridas en este 2017 y a la que El Espectador le hace memoria, con las siguientes historias.