Burlas, discriminación y puñaladas: la violencia que revela el Pico y Género

El intento de feminicidio de una esteticista trans en Ciudad Bolívar se suma a una serie de al menos nueve actos de discriminación contra la población trans por cuenta del Pico y Género. La Alcaldía de Bogotá defiende la medida.

Juan Camilo Maldonado y María Paula Murcia / Alianza Mutante - El Espectador
03 de mayo de 2020 - 04:00 p. m.
Comentarios en redes sociales recogidos durante la polémica por la medida de Pico y Género./ Imagen de Natalia Ospina.
Comentarios en redes sociales recogidos durante la polémica por la medida de Pico y Género./ Imagen de Natalia Ospina.
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¡Ahí viene esa loca hijueputa! 

Daian Nikol Villalobos regresaba a su casa luego de prestar un servicio a domicilio como esteticista, cuando su vecino la paralizó del miedo con los insultos. 

¡Travesti! ¡Sidoso! 

Eran las 4:30 de la tarde del sábado 18 de abril de 2020, día en que las mujeres de Bogotá podían salir a la calle, según dicta la medida de Pico y Género decretada durante la cuarentena por la Alcaldía. 

Cuenta Nikol que no era la primera vez que el joven Javier Alexander Benítez la hostigaba. Desde que ella comenzó su transición a los 17 años y salió vestida de mujer por la calles del barrio Quintas del Sur, en Ciudad Bolívar, los insultos y burlas de Benítez se convirtieron en rutina. Le tiraba cosas: un chicle, una piedra, la cáscara de un mamoncillo. Le decía que la “iba a lamber toda”, que “no merecía la vida”. Alguna vez llegó a intentar golpear a su hermana mayor, cuando quiso defenderla.  

“A mí no me gustaba pararle bolas porque él me da mucho miedo”, cuenta Nikol. Pero ese sábado, a su andanada tradicional de insultos, Benítez sumó uno nuevo: “‘¿Qué hace en la calle? Usted es un hombre y hoy los hombres no tienen que salir”.

Nikol, que venía de mal genio, rompió la regla de no contestarle y le reviró diciendo: “¡La que pone el culo soy yo!”. De inmediato el muchacho se regresó a su casa y Nikol emprendió apresurada el camino de vuelta a la suya. 

“Ella es muy astuta y sintió que algo pasó. Cuando volteó a mirar, se puso la mano izquierda para protegerse. Fue ahí que él le clavó el cuchillo. Si ella no pone la mano, él se lo clava en el corazón”, comenta Olga Lucía Méndez, trabajadora de servicios generales en un edificio residencial del norte de Bogotá y madre de Nikol. 

Doña Olga ha sido siempre testigo de la cadena inacabable de violencias de la que ha sido víctima su hija, desde que comenzó a revelar que su identidad de género no correspondía con el sexo masculino con el que fue identificado al nacer. Su familia paterna la rechazó y comenzó a referirse a ella con injurias. Su padre la humilló en más de una ocasión. “La trataba mal, le decía que era ‘una vergüenza’ y que ‘la prefería muerta’”, cuenta doña Olga. En el barrio no le fue mejor. Ha tenido que soportar la risa de los vecinos y la humillación pública por parte de un grupo de policías. Y lo peor: a los 16 años, cuando comenzó a vestirse como mujer, un tipo en una fiesta le ofreció plata por sexo. Al negarse, el hombre la siguió hasta su casa, la golpeó en la calle, la desvistió y la apuñaló siete veces en el estómago. “Por ese ataque perdí el bazo, me hicieron una laparotomía, se me dañó el pulmón y se me comprometieron los intestinos. Varias cositas me dañó ese señor”, comenta Nikol. 

Seis años después regresó a una sala de cirugía por las mismas razones. Esta vez en medio de la pandemia de coronavirus. Primero la operaron en el Hospital de Meissen para contener la hemorragia, pero el procedimiento no salió bien. Ni siquiera había ortopedista. Fue a dar entonces al Hospital El Tunal, con el brazo hediendo a carne podrida. La cirugía duró cuatro horas. Al terminar, los médicos del Tunal le dijeron que existía la posibilidad de que perdiera la movilidad de tres dedos.

“Desde que estoy en el hospital vengo intentando mover los deditos, me duelen, pero la verdad yo no quiero perderlos, porque son mi trabajo. O sea, si pierdo mis manos, ¿quién va a apoyar económicamente a mi familia?”, dice Nikol.

Quizás porque la vida la ha obligado a soportar el odio con tanta frecuencia, incluso en sus espacios más privados, Nikol ha vivido los últimos años, como mucha de la población trans en Bogotá, en permanente cuarentena. “Ella es de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Nunca se mete con nadie”, dice doña Olga con la voz deshecha. “Fuera ella mala gente, pero Dios me premió con esa niña. Es atenta, generosa, me ayuda con el mercado y las medicinas. No sé por qué le pasan estas cosas”. 

 

La pelea perdida

En Bogotá, la noticia del ataque a Nikol le dio escalofríos a les líderes de la población trans y no binaria. Seis días atrás se los habían advertido, desesperades, rabioses, asustades, indignades, a los máximos responsables de la seguridad en la ciudad.

La reunión tuvo lugar en la sala de un edificio del barrio Santa Fe, el 13 de abril, día en que comenzó a regir la medida de Pico y Género. A ella asistieron el comandante de la Policía de Bogotá, Óscar Gómez Heredia y el secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez, acompañados de algunos uniformados. También se encontraban seis representantes de la población trans y no biniaria (esta última, compuesta por personas que no se identifican ni como hombres ni como mujeres, una de las razones por las que hoy se defiende el uso de la “e” en el lenguaje incluyente). 

Fue una reunión tensa y agria, convocada a raíz del malestar que causó en las organizaciones un chiste del secretario de Gobierno en redes sociales, recién se conoció el decreto que estableció el Pico y Género. Se trata de un meme publicado por Martín, el hijo del expresidente Santos, en el que aparece una foto de su padre junto a la imagen de una señora con semblante muy parecido. Sobre la imagen de cada uno se lee: día par y día impar. “Nos va tocar reforzar controles”, escribió el secretario Gómez, acompañando el comentario con el clásico emoticón que llora de la risa. El chiste no cayó bien en una comunidad que en ese momento imploraba porque se adoptara el Pico y Cédula, como en otras ciudades del país, por la violencia y discriminación que podía generar. 

Les representates LGBTI llegaron a la reunión con una petición que armaron en tiempo récord, en la que hicieron un recuento pormenorizado de los crímenes impunes contra la población trans por parte de la Policía. Datos registrados por organizaciones de la sociedad civil como Colombia Diversa y Aquelarre Trans.  Estaba incluido el transfeminicidio de Wanda Fox, quien fue asesinada en 2009 “pocos días después de reunirse con el jefe de la Policía para denunciar los hechos de violencia cometidos contra su comunidad”, como se lee en el documento. 

El informe añadía, además, nueve testimonios de abuso policial relatados por personas trans, que en días anteriores se expusieron públicamente para compartir las violencias de las que han sido víctimas en el pasado. Entre ellas se encuentra Katalina Ángel, activista de la Red Comunitaria Trans, quien asegura que en 2009, al interior de un camión de la Policía, fue obligada por un agente a practicarle sexo oral a él, a cuatro uniformados más y dos civiles detenidos en el mismo lugar, uno de ellos habitante de calle. “Al día siguiente, cuando quise denunciar, solo recibí burlas por parte de los policías”, aseguró Ángel. 

La tesis que esgrimieron esa tarde las organizaciones era simple. Además de ser inconstitucional, la medida de Pico y Género expone a las personas trans y no binarias a someterse a controles de la fuerza pública, cada vez que cualquier agente considere que “la expresión de género (la apariencia física) no se corresponde con aquella que la Policía Nacional espera de las personas de sexo másculino y las personas de sexo femenino”, señala el mismo documento.

Durante la reunión, el secretario de Gobierno reconoció el “miedo” que sentía la comunidad, ofreció disculpas por el “mal chiste”, pero defendió la medida y los protocolos establecidos. El Pico y Género contempla que las personas trans y no binarias pueden salir el día en que consideren que corresponde con su identidad. A las no binarias, además, las invita a una ejercicio de “autorregulación” en el que pueden escoger uno de los dos días (par o impar), para hacer sus vueltas. Además, el secretario insistió en que el Distrito habilitó una línea antidiscriminación para el reporte de cualquier caso de violencia. 

Para las organizaciones, estas disposiciones resaltaban el lado más peligroso de la medida. El hecho de que el Distrito hubiera establecido una línea de emergencia evidenciaba que las autoridades son conscientes de que el Pico y Género expone a las personas de esta comunidad a nuevas formas de violencia. Bogotá, una ciudad liderada por una mujer que hace parte de la comunidad LGBTI, estaba usando a la población trans de “carne de cañón”, implementando una medida que solo había sido establecida en Perú (donde se cayó a la semana) y en Panamá (denunciada por Amnistía Internacional).  

“Me preocupa que los canales de denuncia permitan ver lo que estamos diciendo”, dijo en la reunión Ángel Mendoza, persona no binaria y parte de la Alianza Trans Abortera de Colombia: "En Perú se cayó el decreto después de que muchas sufrieron. Después de que muchas personas fueron agredidas, humilladas, violentadas. Yo lo único que siento es que vamos a seguir poniendo el cuerpo, una y otra vez, hasta que concluyan que hay que quitarla”.        

 

La violencia más insospechada

El crimen contra la joven esteticista trans Daian Nikol Villalobos demuestra que el odio homicida no avisa ni da tiempo. Nikol si acaso tuvo margen para cubrirse el pecho y evitar que la cuchillada fuera directo al tórax. Nada más. No pudo llamar a la línea antidiscriminación que estableció el Distrito ni se activó ningún protocolo de protección. Es más, ella cuenta que cuando huyó herida y sangrante hacia su casa luego de ser apuñalada, se encontró una patrulla policial en el camino y le pidió socorro a los dos agentes que estaban en su interior.

Esto dice Nikol: “Los policías lo que hicieron fue prender el carro e irse. No sé para dónde se fueron. Yo seguí para mi casita con el último pedazo de fuerza que me quedaba y llegué al andén de mi casa, y ahí me desvanecí. Gracias a Dios la dueña se dio cuenta de que yo venía herida y comenzó a gritar”.   

Franklin Gil, doctor en Antropología, docente e investigador de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional, explica que “poner un criterio como el género a circular en una situación de emergencia, dispara una alerta en una comunidad que ya tiene unos lentes sexistas para entender el género”. O se es mujer o se es hombre. No hay puntos medios. 

Además, Gil añade que “es problemático decir que el género ‘se ve’. Dicen que el Pico y Género se puede aplicar más fácil, porque supuestamente uno ve a una persona y sabe que es un hombre o una mujer. ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué criterios tiene uno en la cabeza para decidir quién es un hombre y quién es una mujer en el espacio público?”. Estos criterios, construidos durante siglos a través de la cultura, y reforzados por la ausencia de educación sexual para comprender otras identidades posibles, son los que alimentan la discriminación cotidiana.  

Y es este tipo de violencia, la más sutil y enraizada en la ignorancia, la que se ha manifestado con más frecuencia durante las tres semanas que lleva en vigencia la medida defendida por la Alcaldía, creando numerosas condiciones para el abuso, el acoso y la humillación pública, y exacerbando los discursos discriminatorios de la sociedad. 

En Mutante llevamos tres semanas haciéndole seguimiento a este fenómeno. Hemos tenido conocimiento de nueve casos de discriminación contra población trans y no binaria en Bogotá en los que se repite un mismo patrón. La discriminación ocurre en un mercado o establecimiento bancario (D1, Justo & Bueno, Ara, Scotiabank Colpatria, Éxito, Eko Campo, Metro). La persona es abordada por un empleado del lugar —un portero, un cajero, el administrador—, quien la increpa y acusa de estar saliendo el día en que no le toca. Luego este empleado le pide la cédula o un certificado de hormonización o cualquier documento que dé cuenta de su género, contraviniendo lo establecido por el mismo decreto, que habilita a las personas a salir el día que consideren correspondiente a su identidad, prevaleciendo el principio de buena fe. Viene entonces la molestia, la discusión, la miradas de los clientes, incluso, el apoyo de estos al funcionario discriminador. En la mayoría de casos las víctimas terminan siendo retiradas del lugar, humilladas y afectadas emocional y psicológicamente. En dos de ellos aparecen involucrados miembros de la policía (denuncia 1 y denuncia 2). 

Todo lo anterior sugiere que el Pico y Género ha profundizado y desnudado los prejuicios y el atraso de los y las habitantes de la ciudad a la hora de respetar la diversidad de género. Como aseguró una fuente cercana al movimiento trans que prefirió la reserva de su nombre: “Esta población ha vivido en cuarentena toda la vida, eso no es nuevo. Lo que sí es nuevo es que la Administración Distrital le dé el poder de disciplinar el género a una institución tan violenta como la Policía y, de paso, a toda la sociedad. Esto hace que la población trans y no binaria, que es profesional en anticipar la violencia día a día, tenga ahora que dar esa violencia por sentada”.  

La población trans también ha tenido que soportar la transfobia y el juzgamiento en redes sociales, donde el tema se enciende cada vez que la Red Comunitaria Trans publica un video denunciando uno de estos episodios. En Mutante publicamos tres piezas en redes sobre este tema, en las que recibimos 152 comentarios, 61.2% de ellos con contenido transfóbico o que denotaba algún tipo de prejuicio frente a esta población (Ver recuadro al final de este reportaje). 

“Eso pasa cuando son maricas. Los lunes orinan parados y los martes sentados”; “Así te mutiles el pene no engañas a nadie. Solo a los que tienen tu mismo desequilibrio; “Tras de loca, paranoico”; “Vale más la vida en estos momentos que el sentimiento de discriminación”, son algunos de los muchos comentarios que hemos registrado. 

 

“Ha funcionado bien” 

El manejo que la alcaldesa Claudia López le ha dado a la crisis en Bogotá, le ha significado que su nivel de aprobación ascienda a 89%, un récord en 26 años de mediciones de la firma Invamer en Bogotá, según se conoció esta semana. En parte, el éxito de la alcaldesa ha consistido en el rigor con el que le explica a los bogotanos periódicamente qué está ocurriendo en la ciudad y qué medidas se están tomando para evitar que la capital sufra situaciones como las vividas en Guayaquil y otras ciudades del mundo. 

El lunes pasado, durante el balance que realizó al comenzar la tercera fase de la cuarentena, mostró cómo la distancia de desplazamiento de las personas por la ciudad cayó considerablemente al comenzar el Pico y Género, reduciendo los riesgos de exposición de las personas al virus. “Ha  funcionado bien”, dijo López al referirse a la medida. “Muy poquitas denuncias de cosas desafortunadas que les hemos dado trámite, pero en general esa medida sirvió para bajar la aglomeración”. 

El secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez, también la ha celebrado. Tanto en redes sociales como en un comunicado de prensa con fecha del 22 de abril, afirmó que “la medida de restricción de género ha sido un éxito”. Tanto él como la alcaldesa citan cifras de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), según las cuales las aglomeraciones se han reducido en un 35% en farmacias y supermercados.

“Nuestro llamado a la Administración Distrital es que contemple mantener esta medida para la reapertura gradual del comercio así como la ampliación de horarios, una ciudad 24 horas, para que los ciudadanos tengan el menor riesgo de contagio”, dijo en días pasados Juan Esteban Orrego, director de Fenalco Bogotá. 

Durante la última semana buscamos contactarnos con el secretario de Gobierno para entender cómo está la Alcaldía determinando que el Pico y Género es más efectivo que el Pico y Cédula, adoptado en Medellín y muchas otras capitales del país. También quisimos entender por qué la medida no fue consultada con la Secretaría de la Mujer y la dirección de Diversidad Sexual, como denunciaron las organizaciones trans, y por qué su despacho no ha nombrado aún un referente de género con esta última entidad, como nos dijeron tres fuentes del Distrito. Pese a comunicarnos con su oficina de prensa, escribirle a su celular y además enunciar las preguntas por Twitter, seguimos sin respuestas. En la Secretaría Jurídica del Distrito y en la Secretaría de la Mujer tampoco nos dieron declaraciones.

La Personería Distrital, por su parte, anunció el 21 de abril que constituyó una agencia especial para intervenir como Ministerio Público ante la investigación penal que adelanta la Fiscal 39 local en contra de Javier Alexander Benítez, por el delito de tentativa de feminicidio en el caso de la esteticista trans Nikol Villalobos. En un comunicado, la Personería afirmó que “el ataque se presentó con la disculpa del desconocimiento del Pico y Género”. 

                

El daño más invisible: la salud mental                            

El viernes 24 de abril, luego de pasar cinco días entre el Hospital de Meissen y el Hospital El Tunal, Nikol Villalobos amaneció en su casa en Ciudad Bolívar. 

Doña Olga, su madre, nos mandó un mensaje de voz. Sonaba rota; sollozaba de angustia. “No tengo cabeza para nada”, nos dijo, “me acaban de llamar de la casa a decirme que Nikol cayó en una depresión ni la terrible... Mi Dios, me da miedo...”. Nos contó que los episodios depresivos son comunes en su hija, especialmente en los momentos en que ha sufrido los episodios de violencia y discriminación que relatamos anteriormente.  “Ella piensa cosas muy feas cuando se deprime”, nos dijo.

Varios estudios académicos han registrado el impacto que tiene la discriminación en la salud mental de la población trans y no binaria en el mundo. En 2016, académicos asociados al Centro de Investigaciones en Salud Pública del Departamento de Salud Pública de San Francisco, Estados Unidos, estudiaron el fenómeno en una muestra de 300 jóvenes trans entre los 16 y los 24 años, justo el rango de edad de Nikol. La investigación, publicada en la revista AIDS and Behavior, concluyó que “un 40% de les jóvenes reportaron haber experimentado discriminación basada en su identidad trans (transgender-based discrimination), lo que a su vez triplica la posibilidad de desarrollar Desorden de Estrés Postraumático, duplica los chances de sufrir depresión y multiplica por ocho las posibilidades de padecer estrés asociado a pensamientos suicidas”. 

¿Qué impactos tendrá el Pico y Género en la mente y el bienestar de las más de 3.000 personas trans y no binarias que viven en nuestra ciudad? 

Durante todos estos días escuchamos numerosos relatos de personas trans que se han sentido directa e indirectamente afectadas en su salud mental por la medida. La ansiedad, tan común y recurrente por estos días de incertidumbre y aislamiento, se manifiesta en ellas con una cruel singularidad. Al hambre, la baja en ingresos, el encierro, la soledad y el miedo a contagiarse del COVID-19, se suma la angustia que provoca salir a la calle y ser fiscalizade públicamente por un desconocido, hasta el punto de que algunes de elles nos confesaron que han dejado de salir a hacer compras de primera necesidad, aguantándose hasta el hambre, por el solo hecho de evitar cualquier hostigamiento o humillación. 

Hace unos días, cuando hablamos con Nikol por celular, la encontramos de mejor ánimo. Le dolía el brazo, los médicos le ordenaron una incapacidad de 35 días, pero se reía y bromeaba de vez en cuando. Con solo 23 años ha sobrevivido a dos intentos de feminicidio e incontables actos de discriminación, pero la forma en la que habla solo revela el carácter de una persona curtida por la aspereza del mundo que habita. “Esto me hace más fuerte”, nos dijo. “Y hablo porque no quiero que siga pasando ni conmigo ni con otra persona. Supuestamente vivimos en en un mundo donde hay libertad de expresión, pero en realidad salimos a la calle con miedo a que la gente nos juzgue, porque como para todo el mundo somos putas y ladronas. Ojalá la gente pueda aprender un poquito de nuestras vidas y nuestra cotidianidad”.

Al cierre de este artículo Benítez seguía libre. Durante unos pocos minutos  —nunca volvió a contestarnos el celular—, logramos hablar con don Hugo, su padre. El hombre reconoció que su hijo había apuñalado a “ese muchacho”, como siempre se refirió a Nikol, pero aseguró que ella también había golpeado a su hijo. Nikol niega esto último y asegura que hay cámaras de video que demuestran su versión.   

Entre tanto, las organizaciones trans continúan su esfuerzo porque la ciudad se tome en serio la evaluación de los impactos que está teniendo esta medida. La Red Comunitaria Trans, en una historia publicada en Instagram la noche del domingo pasado que denunciaba la discriminación de una mujer trans en el Scotiabank Colpatria, le envió un mensaje a la alcadesa @claudialopez: “su administración pasará a la historia como la que puso en peligro a las personas trans”. 

 

Si has sido víctima de acoso, discriminación o cualquier manifestación violenta por cuenta del Pico y Género, escríbenos a jcmaldonado@mutante.org, o contacta por Twitter a @mutanteorg, @donmaldo o @murciahuertasmp.  Participa en la conversación con el hashtag: #HablemosDeGéneroEnCuarentena

 

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¿CÓMO ANALIZAMOS LOS COMENTARIOS TRANSFÓBICOS DE NUESTRAS PUBLICACIONES?  

   Desde que empezaron a aparecer casos de discriminación en Bogotá por cuenta del Pico y Género, en Mutante hicimos tres publicaciones relacionadas con las denuncias. La primera, una micro historia y el video de denuncia de Joseph, un hombre trans que fue discriminado y expulsado de un D1 por los empleados del lugar; la segunda, una guía sobre cómo hacer valer nuestros derechos —principalmente los de la población trans y no binaria— mientras esté en vigencia la medida; y la tercera, una recopilación de testimonios de personas trans y no binarias sobre episodios de discriminación y violencia de los que han sido víctimas desde el 13 de abril que empezó a regir la medida. 

Con el propósito de darles mayor visibilidad y llegar a una audiencia más amplia y diversa, pautamos estas publicaciones en nuestras redes sociales, lo que nos permitió llegar a públicos en Colombia que no frecuentan nuestros canales. Sistematizamos y analizamos 152 comentarios, cuantitativa y cualitativamente, dentro de tres categorías: transfóbicos, pues contenían lenguaje de odio, discriminación o negación de las formas de vida trans; neutrales, pues no contenían palabras que pudieran asociarse ni a la discriminación ni al apoyo; y solidarios con la población trans y no binaria, pues claramente defendían las denuncias que esta población hacía en las publicaciones y refutaban las ideas de quienes hacían comentarios discriminatorios. 

61.2% de los comentarios los clasificamos como transfóbicos. 

11.2% los clasificamos como neutrales.

27.6% los clasificamos como solidarios con la población trans y no binaria.

El resultado del análisis de estos comentarios, muchos de los cuales componen la imagen que encabeza este reportaje, fue desgarrador e iluminador. Nos abrió los ojos a la realidad constante de discriminación que viven las personas que no se acogen a una forma de entender el mundo en la que solo existen dos géneros, cada uno con una única forma de ejercer la sexualidad. Acá nuestras conclusiones: 

“La cédula no miente”. Hay una confianza excesiva en el documento de identidad. Es decir, una seguridad absoluta en la binariedad del género —femenino o masculino— que está respaldada por un documento con el peso simbólico de la cédula. 

Con frecuencia los comentarios de las personas confunden orientación sexual con identidad de género. Esto hace evidente que falta mucha pedagogía sobre género y sexualidad. 

Las discusiones sobre la igualdad de género y la no discriminación con base en género, se consideran discusiones secundarias y menos importantes que las discusiones sobre salud pública en el contexto del coronavirus. Los comentarios demuestran que la audiencia genuinamente no ve ningún problema en que una persona trans salga el día opuesto al que le corresponde según su identidad de género, como forma de evitar conflictos y procurar el bien común y “no complicar más esto”. 

Los comentarios transfóbicos suelen recurrir a una analogía entre el tránsito de género y el —inexistente— tránsito entre especies, como estrategia de deshumanización y disminución de identidades divergentes. “Si usted quiere creer q es un dinosaurio crealo aceptelo y vivalo pero no caiga en el error q todos debemos seguir su manera de pensar”, “Bueno tienen razón o es mono o es ardilla”, “si somos hombres y mujeres, no hoy hombre, mañana mujer pasado mañana dinosaurio”. 

Quienes comentan de forma transfóbica piden que se respete su “opinión”, pues nadie “puede obligarles” a pensar que las personas trans son lo que estas mismas se consideran. Ser trans lo entienden como “una percepción personal” y algunos comentarios incluso afirman que por este motivo la discriminación que vive esta población no tiene solución. 

Por Juan Camilo Maldonado y María Paula Murcia / Alianza Mutante - El Espectador

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