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Édgar Orlando Gaitán Camacho nació el 25 de diciembre de 1958 en Sucre (Santander) en el seno de una familia campesina. El hombre, de piel trigueña, contextura gruesa y 1,68 metros de altura, estudió hasta cuarto de primaria y salió temprano de su territorio. En su adultez creó su propia colectividad aprovechando que había adquirido conocimientos indígenas: la comunidad carare, en la finca El Sol Naciente, de La Vega (Cundinamarca). Desde ahí y desde un supuesto consultorio médico en Bogotá abusó sexualmente de decenas de mujeres que creyeron estar siendo sanadas en medio de rituales indígenas. Las manipuló psicológicamente y se aprovechó de su fe para someterlas incluso durante años a vejámenes. (Lea aquí: Édgar Gaitán, el falso taita que resultó violador serial)
Gracias a un primera denuncia de una menor de edad, que puso los hechos en conocimiento de las autoridades y con el apoyo de sus padres, se desencadenó una avalancha de testimonios de más mujeres que durante la útlima década fueron víctimas del falso tatia Édgar Gaitán. Tres de los casos lograron ser probados ante la justicia y en mayo pasado el Juzgado Promiscuo del Circuito de Guaduas (Cundinamarca) le anunció sentido de fallo condenatorio a Gaitán, al hallarlo culpable del delito de acceso carnal con persona puesta en incapacidad de resistir, pero lo absolvió por seis casos más. (La fundación del Taita y el Distrito)
El 13 de mayo, al culminar la diligencia, el juez ordenó la captura del falso indígena y fijó la audiencia de lectura de sentencia para el 21 de noviembre a las 8:3a.m. Sin embargo, un mes después de esa orden, Édgar Gaitán no ha sido capturado y hay rumores de que se encuentra en México, donde podría estar abusando de más mujeres. Por eso, las víctimas de este hombre le enviaron un derecho de petición al juez encargado del caso para conocer qué acciones se han desplegado para dar con el paradero del procesado.
“Solicitamos, con miras a efectivizar los derechos de las víctimas, se adelante lo necesario para dar con la captura. Para este este fin nos permitimos informar que, de acuerdo con las noticias que hemos tenido, esta persona posiblemente se encuentra en México”, afirmaron las víctimas en una carta conocida por este diario. A su vez, las mujeres pidieron al juez adelantar todas las acciones pertinentes ante Migración Colombia o ante las autoridades correspondientes para determinar si Gaitán salió del país y conocer con exactitud en qué lugar se encuentra.
Además, las víctimas pidieron que, de ser cierto este dato, se adelanten con prontitud los trámites ante el Ministerio de Justicia para que la cartera gestione con Interpol la expedición de la circular roja para dar con la captura del falso taita. “De no encontrarse noticia alguna respecto de la salida del señor Édgar Gaitán del país, que se adelanten los actos necesarios a que se sabe que sigue con sus actividades de “taita” y , de acuerdo con lo ventilado en el juicio, se infiere la peligrosidad de la libertad de este señor”, concluyeron las mujeres en la misiva.
Los primeros rumores sobre abusos sexuales cometidos por este hombre se conocieron hacia 1999, cuando algunas menores de edad comentaron que Gaitán las tocaba. Los casos susurrados no llegaron nunca a oídos de la justicia, pero sí se ventilaron entre la comunidad. En aquella época Gaitán se intentó justificar diciendo que un demonio “lo había tentado a través de una mujer” y el tema no trascendio hasta que una joven fue a la Fiscalía. Esa primera denunciante develó su modus operandi y narró que fue abusada por el taita en cuatro ocasiones, en medio de sesiones con yagé para curar unos quistes en sus ovarios. El agresor, sin su consentimiento, manoseó sus partes íntimas y la besó.
Después de esto, otras ocho víctimas radicaron sus denuncias en la Fiscalía y pusieron al descubierto patrones comunes: las violaciones ocurrieron en su casa en el barrio Polo Club, al noroccidente de Bogotá, en la finca de La Vega o en las instalaciones de la IPS Maya Pijá, que Gaitán fundó hace años. Además, los hechos sucedieron durante supuestas sanaciones con yagé, y en todos los casos, el supuesto chamán las tocó y las violó. Las comunidades indígenas y las mismas víctimas han aclarado que este caso no pretende estigmatizar la bebida del yagé, que tiene poderes curativos en la cultura indígena. La plata botánica fue un elemento más que usó Gaitán para manipular psicológicamente a sus pacientes, pero no representó por sí solo un peligro para ellas.
La manipulación psicológica fue en realidad la herramienta con la que Gaitán logró hacer de las suyas. Un dictamen pericial practicado por una de las mejores psiquiatras forenses del país explicó por qué algunas denunciantes padecieron hasta 16 abusos sin ser conscientes de que estaban siendo agredidas sexualmente. La profesional afirmó que las víctimas se encontraban en un estado de inferioridad psicológica y que el contexto ritualístico les impedía comprender lo que realmente estaba pasando, pues le profesaban mucha admiración y respeto al llamado taita Orlando. Por eso se habla de las víctimas estaban en incapacidad de resistir.
“(La víctima) fue llevada a una condición de inferioridad psíquica, al lograr, mediante la sugestión y la utilización de sustancias como el yagé, alteraciones cualitativas de la conciencia, impidiéndole entendimiento a la relación sexual, así como dar su consentimiento efectivo y válido. Ello se logró mediante la estrategia psicológica de manipulación personal, cuyo fin era depositar la confianza en el victimario por su posición de superioridad y alarde de conocimiento, al punto que la examinada fue inducida a error y no logró comprender la reprobabilidad de la conducta esperada por parte de esta persona (…) se puso en ella la culpa por no elaborar de manera positiva estos eventos traumáticos, lo que redundó en la aparición de sintomatología depresiva de intensidad importante”, afirmó la psiquiatra.