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En agosto de 1983, el Nuevo Liberalismo ingresó al gobierno de Belisario Betancur. Además de apoyar su cruzada por la paz, desde el ministerio de Justicia, el dirigente Rodrigo Lara Bonilla entró a destapar la olla podrida del narcotráfico. Por eso, durante sus primeras intervenciones en el Congreso, denunció con nombres propios a los promotores de los dineros calientes en la política, la economía o el fútbol. En especial, Lara Bonilla la emprendió contra el representante a la Cámara suplente por Antioquia, Pablo Escobar Gaviria. (Vea el especial 30 años sin Guillermo Cano)
Las denuncias de Lara Bonilla causaron revuelo político, pero la reacción del narcotráfico fue tratar de enlodar la imagen del ministro de Justicia con un cheque que había sido filtrado a su campaña al Congreso, por un narcotraficante del Amazonas, Evaristo Porras Ardila. Al mismo tiempo, Pablo Escobar denunció al ministro Lara por injuria y calumnia. En momentos en que la situación del ministro era crítica y la encerrona política en su contra parecía salir airosa, Guillermo Cano sacó el as que cambió la historia. (Vea las luchas y pasiones de Guillermo Cano)
Una fuente advirtió al editor judicial de El Espectador, Luis de Castro, que el periódico alguna vez había publicado antecedentes de Pablo Escobar Gaviria en el narcotráfico. Guillermo Cano se metió a los archivos del diario hasta que encontró la evidencia. El viernes 11 de junio de 1976, El Espectador había publicado una nota judicial que documentaba como seis narcotraficantes habían caído en Itagüí (Antioquia) con 39 libras de cocaína. Entre los detenidos estaba Pablo Escobar Gaviria y su primo Gustavo Gaviria Rivero. (Lea un texto de Luis Castro)
En la edición del 25 de agosto de 1983, El Espectador reprodujo la publicación de 1976, y documentó que el congresista Pablo Escobar sí tenía un pasado ligado al narcotráfico. Dos meses después el Congreso lo despojó de su inmunidad parlamentaria y el juez Gustavo Zuluaga Serna libró orden de captura en su contra, sindicándolo del asesinato de los dos agentes del DAS que siete años antes lo había capturado. Cuando se buscó el expediente de 1976, este había desaparecido misteriosamente. (Lea: Este fue uno de los crímenes del cartel del Medellín)
Como acción complementaria a la decisión del juez Zuluaga y en apoyo a la labor emprendida por el ministro Rodrigo Lara, el director de El Espectador publicó en su Libreta de Apuntes el artículo “¿Dónde están que no los ven?”, a través del cual cuestionó que a pesar de que la justicia ya tenía manera de encausar a Pablo Escobar, este seguía impune “por sus feudos podridos de Envigado”, con el exótico privilegio de que ningún agente del orden se atrevía a tocarlo pues gozaba de absoluta impunidad.
Por Redacción El Espectador
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