El primer carro bomba de la mafia en Bogotá

Hace tres décadas, murieron siete personas que poco se recuerdan, durante un atentado al entonces director del DAS, Miguel Maza Márquez. Hoy Maza está condenado por el crimen de Luis Carlos Galán, pero la mayoría de las acciones del narcoterrorismo en 1989 quedaron impunes.

Marcela Osorio Granados - @marcelaosorio24
29 de mayo de 2019 - 03:00 a. m.
El atentado del 30 de mayo de 1989 inició la cronología de los carros bomba en Bogotá.  / / Archivo El Espectador
El atentado del 30 de mayo de 1989 inició la cronología de los carros bomba en Bogotá. / / Archivo El Espectador

Desde el momento en que explotó en Bogotá el primer carro bomba contra el director del DAS, general Miguel Maza Márquez, el 30 de mayo de 1989, se tuvo claro quiénes estaban detrás del atentado. Más de cien kilos de dinamita estallaron a las 7:12 de la mañana cuando el oficial se desplazaba en un vehículo blindado por la carrera séptima, entre calles 56 y 57. Se salvó de milagro, pero no corrieron la misma suerte siete transeúntes, entre ellos una niña que esperaba su ruta escolar. Fue el primero de cinco carros bombas que ese año dejaron un trágico saldo de casi 200 muertos en Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga, entre otras ciudades.

Aunque salió ileso por el blindaje del vehículo, Maza fue llevado al Hospital Militar, donde redactó una carta al entonces procurador Alfonso Gómez Méndez, para denunciar que los autores intelectuales del hecho eran asociados del Cartel de Medellín. Relató que cinco días antes las autoridades habían capturado a Luis Javier Wanumen, excapitán del Ejército, a quien le incautaron documentos que evidenciaban vínculos entre narcos y paramilitares, y cómo esa alianza había infiltrado las altas esferas del poder. “Wanumen trabaja para una organización relacionada con ese nefasto matrimonio entre el narcotráfico y los grupos de autodefensa”, resumió Maza.

Al excapitán Wanumen, relacionado con la inteligencia militar, le hallaron documentos con información sobre las conclusiones del reciente pleno de la Unión Patriótica, pormenores de decisiones tomadas por el Ministerio de Gobierno, el Consejo Nacional de Seguridad y la Corte Suprema de Justicia, así como el registro de operaciones realizadas por escuelas de sicarios en Boyacá y Cundinamarca, junto a mapas que mostraban las rutas de desplazamiento del esquema de seguridad del general Maza, desde su casa hasta las instalaciones del Departamento Administrativo de Seguridad en Paloquemao.

La información más importante apareció consignada en un documento titulado “Informe confidencial al señor de las flores”, donde se advertía que, durante un consejo de seguridad en la Casa de Nariño, el presidente Barco había sido informado de que familiares del asesinado zar de las esmeraldas, Gilberto Molina, habían ofrecido a la DEA y al Gobierno datos confiables para dar con el paradero de los miembros del Cartel de Medellín. Según Maza, el reporte tenía un destinatario: Pablo Escobar. Además, contenía detalles de la forma como ocurrió el atentado del 30 de mayo, tan apegados a los hechos que parecía “un libreto destinado a los ejecutores del atentado”.

“Me pregunto, señor procurador, ¿pueden creer los colombianos que los carteles de la droga y los grupos de autodefensa apoyados por ellos deseen buscar algún equilibrio para la estabilidad de nuestra democracia? (…) Este infeliz suceso tiene un aspecto positivo y es que, por primera vez, no estamos en el campo de las hipótesis. Al capitán le fueron decomisadas pruebas contundentes que le permitirán conocer al país dónde están los males que lo aquejan (…) Y como el plan falló, no se descarta la posibilidad del asesinato de tales personas y, por tanto, deben adoptarse las medidas de protección pertinentes, entre ellas su traslado a cárceles de máxima seguridad”.

Según Maza, era tan clave Wanumen para la mafia que, horas después de su captura, un teniente y un subteniente de la Policía intentaron sobornar a sus superiores para que lo dejaran en libertad y recuperar sus papeles. La información ratificaba además el testimonio rendido semanas antes al DAS por un desertor de las autodefensas, el médico y concejal de Puerto Boyacá: Diego Viáfara, que se entregó a las autoridades y pormenorizó la alianza entre narcotráfico y paramilitarismo en el Magdalena Medio. De paso, confirmó que existía la decisión de acabar con Maza organizando un comando de sicarios para atacarlo incluso en el edificio del DAS.

Los papeles de Wanumen, como fueron rotulados en los medios de comunicación, terminaron por generar un breve escándalo, porque también señalaron a altos funcionarios del gobierno Barco e integrantes de las Fuerzas Armadas como parte del entramado delincuencial. Además, vía Diego Viáfara, se develó que los grupos paramilitares en el Magdalena Medio habían sido entrenados por mercenarios británicos e israelíes.

Sin embargo, fueron tan graves los sucesos subsiguientes que empezaron a darse en el país, que estas revelaciones y denuncias quedaron en el olvido. Casi tres meses después fue asesinado Luis Carlos Galán y luego se incrementó la ofensiva narcoterrorista.

Nadie volvió a acordarse del atentado del 30 de mayo, que inició la cronología de los carros bomba en Bogotá, y mucho menos de las siete víctimas de la explosión: Julio Barrera, Francia Sarmiento, Elsa Prado, Omaira Reyes, Francisco Ordóñez, José Apache y la menor Ivonne Paola Calderón. Además, 24 horas después del atentado, se jugó en Bogotá la final de la Copa Libertadores de América, y el triunfo del Atlético Nacional sobre Olimpia del Paraguay cambió la dinámica social. Pesó más la euforia para celebrar el primer triunfo internacional del fútbol colombiano que la pesquisa por el atentado o el homenaje a las víctimas.

El 18 de agosto fue asesinado Luis Carlos Galán y el 6 de diciembre del mismo año el narcotráfico detonó un bus bomba contra las instalaciones del DAS en Bogotá, causando la muerte de 41 personas y heridas a más de 300. Maza Márquez volvió a salir ileso. Hoy, treinta años después, el exdirector del DAS está preso tras ser condenado en 2016 a treinta años de prisión como coautor del crimen de Galán. Según la justicia, hay pruebas que lo vinculan con las Autodefensas del Magdalena Medio, entonces comandadas por el jefe paramilitar Henry de Jesús Pérez Durán.

Hace tres décadas, después del primer atentado en su contra en Bogotá, Maza Márquez denunció una alianza entre el narcotráfico y el paramilitarismo en el Magdalena Medio, la misma unión de frentes ilegales por la cual hoy está condenado. A principios de 1991, en la antesala de la Asamblea Constituyente, la noticia del momento fue que, después de ser aliados, Pablo Escobar había asumido una nueva guerra con las autodefensas del Magdalena Medio comandadas por Henry Pérez. Fue cuando el capo dio declaraciones señalando al director del DAS de haberse aliado con los paras para combatirlo.

El 19 de junio de 1991, el día que la Constituyente prohibió la extradición, Pablo Escobar se entregó a la justicia para seguir delinquiendo desde la cárcel de La Catedral. Un mes después, el 21 de julio, Henry Pérez, fue asesinado en Puerto Boyacá. Para ese momento, ya la justicia tenía evidencias de la intervención de las Autodefensas del Magdalena Medio en el magnicidio de Galán. El 5 de septiembre, el gobierno de Cesar Gaviria promovió la renuncia de Maza a la dirección del DAS. Salvo su condena, los atentados en su contra y, en general, las acciones de narcoterrorismo de 1989, quedaron en la impunidad.

 

Cronología
1989: la primera oleada de los carros bombas del narcoterrorismo

4 de julio
Un carro bomba con 100 kilos de dinamita estalló a las 7:50 a.m. en Medellín. El ataque iba dirigido al director de la Policía de Antioquia, coronel Valdemar Franklin Quintero, pero los victimarios confundieron la caravana de sus escoltas con la del gobernador Antonio Roldán Betancur, quien murió en el hecho.


2 de septiembre
A las 6:43 de la mañana, un camión cargado con 60 kilos de dinamita explotó junto a la sede del periódico El Espectador en Bogotá. La detonación no causó víctimas mortales, pero sí dejó 73 personas heridas y graves daños en varias edificaciones a la redonda.


16 de octubre
Un Renault 4 amarillo cargado con 50 kilos de dinamita explotó frente a las instalaciones del periódico “Vanguardia Liberal” de Bucaramanga. Murieron un vigilante, un ayudante de rotativa, otro empleado de impresión y un transeúnte.


27 de noviembre
A las 7:19 de la mañana un avión Boeing 727 de la empresa Avianca explotó en el aire en inmediaciones del municipio de Soacha (Cundinamarca). El atentado terrorista dejó un fatal saldo de 107 personas muertas.


6 de diciembre
A las 7:33 de la mañana, un bus cargado con al menos 500 kilos de dinamita explotó junto al costado oriental de la sede del DAS en Bogotá, situada en el sector de Paloquemao. Sesenta personas murieron.

Por Marcela Osorio Granados - @marcelaosorio24

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