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La guerra en el Cauca

Mientras las autoridades refuerzan la seguridad en el departamento, los pobladores temen salir de sus casas por el aumento de las acciones de las Farc.

El Espectador
03 de marzo de 2011 - 11:16 p. m.
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El miedo domina por estos días a los caucanos. Los ataques de la guerrilla en diferentes zonas del departamento aumentan con el paso de los días y la respuesta de las autoridades pareciera no ser suficiente para contener las acciones de los violentos. En los últimos cinco días, seis ataques, emboscadas y hostigamientos se han presentado en el departamento del Cauca.

La racha comenzó el sábado 26 de febrero, con la muerte de un uniformado durante el ataque de un reducto de las Farc al puesto de Policía de Caldono, otra tierra con nombre de guerra. Dos días después, en la misma localidad, el patrullero Róbinson Osorio perdió la vida, luego de que miembros de esa guerrilla lanzaran una granada contra las instalaciones del Concejo Municipal.

Ese mismo día, en López de Micay, un lanchero y un suboficial murieron cuando las Farc cargaron una lancha con artefactos explosivos y la hicieron estallar en momentos en que pasaba por un puesto de control de la Infantería de Marina.

Pasaron sólo 24 horas antes de que la guerrilla atacara de nuevo. Esta vez en el nororiente caucano, en una zona no muy diferente donde habitan los indígenas Nasa, en el resguardo de Huellas (Caloto). Un helicóptero que llevaba dinero con destino al Banco Agrario fue asaltado en tierra, dejando  cuatro policías y dos civiles muertos.

Cerca de $250 millones se transportaban ese día en la aeronave. La entrega del dinero al banco era coordinada por Nidier González, el auxiliar operativo de una empresa de valores. Su padre, don Javier González , recuerda que la última vez que vio a su hijo fue el domingo. El martes a mediodía recibió la noticia a través de una emisora local. “Le insistí tres veces a su celular, pero nunca me contestó”, dice su voz lenta y apagada, mientras a su espalda los amigos despiden a su hijo.

Javier Fernández, indígena de la comunidad Nasa y representante del resguardo de Huellas Caloto, vive cerca a la cancha de fútbol donde se perpetró el atraco al helicóptero. Estaba dentro de su casa cuando sonaron los disparos. Por instinto se lanzó al suelo para evitar ser alcanzado por las balas. “Cuando salí, ya estaban los cuerpos tirados”, recuerda aún con la zozobra de seguir viviendo en una zona de la que sólo queda un pueblo fantasma: “Habitualmente aquí en Caloto a las 9 de la noche uno salía al parque y encontraba gente por ahí recochando, pero ahora las calles están solitarias”.

La historia de ataques al Banco Agrario es sorprendente. El 15 de septiembre de 2009, las Farc detonaron un artefacto explosivo en la sede del Banco en Corinto. “Iban por $200 millones y sólo se llevaron $1 millón en monedas”, dicen los titulares de prensa de esa época. En abril de 2010, esa misma sede despertó con sus instalaciones destruidas.

A todos estos ataques se sumaron el miércoles dos hostigamientos más de la guerrilla en los municipios de Silvia y Santander de Quilichao, hechos que por fortuna no dejaron víctimas mortales.

La guerra en el Cauca se debate entre el narcotráfico, el control territorial y la minería ilegal, tal como lo denunció el propio gobernador del Cauca: “Nosotros estamos siendo asediados por una minería ilegal que está haciendo a través de esas actividades lavado de activos y que fuera de eso está contaminando el ambiente. Existen 60 retroexcavadoras”.

En 2010, por estos mismos meses, el frente 30 de las Farc, que opera en la zona, tuvo más de 14 enfrentamientos con miembros del Batallón José Hilario López del Ejército, lo cual perturbó la tranquilidad de los pobladores de Jambaló, Mondomo, Toribío, Caldono, Cajibío, Miranda, El Tambo, Corinto, Inzá y Caloto, municipios declarados en alerta temprana por los actos de alteración al orden público.

El Cauca se convierte en una zona difícil de interpretar. Tras el asalto al helicóptero en Caloto, el gobernador del departamento, Guillermo Alberto González, advirtió que existía una “alianza maldita entre bacrim, guerrilla y narcotraficantes. Esa es una zona por donde circulan múltiples caminos, en donde hay tráfico de marihuana, una de altísimo valor que se produce en la parte alta de Corinto, más la coca que circula por toda la parte de más arriba”.

Pero la guerra no termina ahí. En Popayán, la capital caucana, hasta hace unos días circularon panfletos firmados por ‘Los Rastrojos’, que decían: “Los niños buenos se acuestan temprano, los malos los acostamos nosotros”, haciendo alusión a una serie de personas señaladas de consumir drogas, pertenecer a pandillas o ejercer la prostitución. Pocos días después aparecieron asesinadas tres mujeres en la Comuna Cinco y seis jóvenes en la Comuna Siete, según denunció la Red por la Vida y los Derechos Humanos del Cauca.

Ante la arremetida de los violentos, que parecen estar ensañados con el Cauca, el comandante del Ejército, general Alejandro Navas, aseguró ayer que se intensificaron las operaciones ofensivas en el departamento, específicamente en Caloto y Caldono. “Las Farc están delinquiendo en pequeños grupos, de igual manera la Fuerza Pública se ha adecuado en números lógicos para combatirlos”, dijo el alto oficial.

Por El Espectador

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