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¡Violencia...qué palabra tan fea y tan llena de olvido... al menos eso es lo que parece significar para los deudos de los nueve concejales asesinados por un comando de la columna 'Teófilo Forero Castro' de las Farc, en Rivera, el 27 de febrero de 2006.
Ese día, la violencia cortó de un tajo la vida de toda una corporación que sesionaba en pleno, en un hecho nunca antes registrado en la historia del país, y algunos se atreven a asegurar, que del mundo. Solo sobrevivieron dos de sus miembros, uno de los cuales fue condenado por su presunta participación en los hechos. En el tranquilo y turístico pueblo, a 15 minutos de Neiva, aún se siente un tufillo de dolor, que dejan la muerte y la ausencia.
Lo que más duele a las nueve familias es el olvido. “De nosotros comenzaron a olvidarse al otro día de haberlos enterrado”, dice Gloria Aguirre, esposa de uno de los concejales inmolados.
Y no le falta razón. El día del funeral, a la iglesia del pueblo no le cabía una aguja, y en las bancas delanteras, personalidades de la región les servían de paño de lágrimas. Luego, el entonces presidente Álvaro Uribe (y parte de su gabinete) llegó hasta Rivera, se reunió con las familias de los concejales asesinados, escuchó sus quejas, repartió abrazos y besos. Hasta dijo que apoyaría un proyecto productivo para ayudarles en sus sustento.
Pero se fue y una telaraña de soledad y de indolencia comenzó a tejerse en el pueblo. Lo único que lograron las viudas fue una invitación a visitar la Casa de Nariño, donde no le vieron la cara más que a un soldado que amablemente las guió por salones y corredores del palacio presidencial. Ese día, por instrucción de Uribe, se trasladaron hasta un ministerio, donde supuestamente serían asesoradas en el famoso proyecto productivo. Los funcionarios que las recibieron dijeron no tener ni idea del tema.
Una hija de Rivera, Martha Aguirre , quien preside la Fundación Sonrisas de Colores, decidió enfrentar la situación. El 26 de febrero de 2007 conmemoró el primer aniversario de la tragedia con la marcha de la luz, que ya es una institución.
“No se puede borrar lo ocurrido con la violencia en el país, por eso desde la Fundación promovemos la idea del perdón sin el olvido. De otra manera, las víctimas habrían muerto en vano”, explica Aguirre.
Mañana, casi seis años después de la masacre, las familias de los cabildantes inmolados verán por fin hecha realidad una de sus ilusiones: con apoyo de la Gobernación del Huila, la Fundación Sonrisas de Colores erigió el Obelisco a la Inmortalidad, del artista bogotano Óscar Henao, en honor a los concejales. Más que el recuerdo de lo que se llevaron unas balas asesinas, es un acto de justicia y recordación a los líderes masacrados.