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Ovnis en la peña de Juaica, Cundinamarca

En Tabio, a 45 minutos de Bogotá, existe una montaña de leyenda.

Nancy Maritza Sua Cerquera
18 de diciembre de 2015 - 12:15 p. m.
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La peña de Juaica es una majestuosa montaña ubicada a 45 minutos de la sabana de Bogotá, entre los municipios de Tabio y Tenjo. A una altura de 3.100 metros sobre el nivel del mar, hoy este enigmático lugar tiene una connotación mágica que atrae a muchos visitantes y curiosos. En el mundo ya se le conoce como una puerta abierta a otras dimensiones sensoriales, pues según los entendidos permite observar luces y objetos no identificados sobre su cima. Incluso hay quienes sostienen que son ovnis.
 
Los propios habitantes de Tabio aseguran que han tenido avistamientos de luces misteriosas sobre esa montaña.  Desde distintos puntos de vista, el tema suscita todo tipo de explicaciones. Los que abordan el asunto para tratar de enmarcarlo en el análisis de fenómenos inexplicables, o aquellos que investigan por qué con sus ojos han visto elementos extraños. En lo que sí coinciden unos y otros es que la peña de Juaica es un espectáculo natural que posee una energía especial que invita a creer que no estamos solos ni somos los únicos seres vivos en el universo.
 
Según cuentan antiguos pobladores de Tabio, los indígenas muiscas adoraban esa montaña y realizaban en ella cultos, pagamentos y sacrificios en honor a sus dioses. Principalmente a la diosa Huiaka, a la que pedían buena ventura y abundancia en la siembra de sus cultivos, lluvia para sus terrenos y fertilidad para sus mujeres. Además, los indígenas prestaban guardia en lo alto de la montaña para divisar a lo lejos a quienes se acercaban al valle. En épocas de la colonización hubo suicidios masivos de indígenas como acto de dignidad antes de ser sometidos.
 
Hay quienes afirman que a estos eventos se atribuye parte de la carga energética que tiene la peña de Juaica. El ingeniero de sistemas William Chaves Ariza, ufólogo consumado, es decir, estudioso del fenómeno de los ovnis, lleva más de 30 años visitando esa montaña. Actualmente, desde su condición de director de Contacto Ovni en Colombia, una organización que difunde el conocimiento sobre la presencia de ovnis en el país, testifica que varias veces ha visto luces en forma de disco o plato circulando en el cielo de ese maravilloso lugar.
 
Sobre sus experiencias, Chaves escribió el libro Juaica, la puerta de los dioses. Además hoy divide su tiempo entre Bogotá y Tabio y coordina visitas al sitio. Según él, una noche tuvo contacto visual con seres espaciales. Y de ello pueden dar fe al menos 15 personas que acampaban en la vereda El Santuario. Eso fue el 24 de septiembre de 1994, después de un fuerte aguacero. Chaves cuenta que aparecieron dos luces de color naranja, una de ellas se posó sobre el árbol, y luego aparecieron figuras humanas luminosas.
 
Los súbitos personajes los acompañaron por 20 minutos, antes de desaparecer. El investigador agrega que en otra ocasión, esta vez de día, un ovni se posó sobre el mismo árbol y personas que después lo tocaron y tenían dolencias físicas, empezaron a tener mejoría. Por eso, William Chaves lo bautizó como “El árbol de la vida”. En contraste, Enrique Smendling, filósofo y habitante del municipio, asevera que él no ha visto nada, pero que reconoce que esa peña es un lugar especial. Lo extraño es que la mayoría de la gente no lo comprenda.
 
Smendling insiste en que los milagros no existen sino que puede haber manifestaciones de una tecnología superior. “En la Biblia se nombran sucesos extraños que hoy podríamos llamarlos ovnis. Lo cierto es que es obtuso pensar que estemos solos en el universo. Creo más bien que el mundo está lleno de vida por todas partes”, expresa. Y recuerda que un día subió a la peña con su hermano y unos amigos y vieron una piedra negra semejante a un meteorito. Uno de ellos la tocó y después dijo que tenía una energía especial.
 
Cuando bajaron por el lado sur de la montaña se terminaron dando cuenta que estaban en el lado contrario. Según Smendling, estas cosas le han pasado a muchas personas que han terminado perdidas a dos o tres horas del camino principal. Desde su perspectiva, cuando los seres humanos alcanzan un nivel espiritual más avanzado, también empiezan a adquirir niveles superiores de conciencia humana. La espiritualidad no sólo fortalece el respeto entre unos y otros, sino que hace que se perciban situaciones nuevas alrededor.
 
Juan Sebastián Castañeda Soto es psicólogo en formación, pero por su condición de investigador de fenómenos ovnis, lleva viviendo en Tabio más de 15 años. Es aficionado a contemplar el cielo y preguntarse qué hay más allá. De sus experiencias cuenta que una vez, en casa de un amigo, mientras alimentaba a una pequeña mascota, vio en lo alto de la peña una luz azul muy grande que se movió rápido y se ocultó después en la montaña. Pudo ser el reflejo de un avión, un cometa, una estrella fugaz o un meteorito, pero Sebastián Castañeda no descarta que haya sido un ovni.
 
Lo mismo que manifiesta César Eduardo Bernal Quintero, un periodista de la Radiodifusora Nacional de Colombia, quien dice: “Siempre he pensado que los que nacimos en el municipio de Tabio nos pasa lo que le sucede a la gente que vive cerca a las pirámides de Egipto. Las maravillas del universo son majestuosas, y así como ellos están en contacto con la historia, a los tabiunos les basta abrir la ventana de la casa para contemplar una montaña magnífica. “Lo que pasa es que verla todos los días se vuelve normal, como también lo es ver luces en el sitio”.
 
César Bernal insiste que el tema se puede abordar desde múltiples ópticas. Desde lo científico, lo histórico o lo antropológico, hasta lo paranormal. Desde la leyenda, las luces pueden ser reflejo del oro que se dice fue enterrado en esa montaña por los indígenas muiscas. De hecho eso explica por qué durante muchos años ha proliferado la guaquería en el sitio. También se afirma que el origen del juego del tejo o turmequé, con forma de platillo volador, es una forma de rendirle tributo al Sol o a las luces que iban de un lado al otro de la montaña de Juaica al cerro del Majui.
 
Rafael Ortega es escritor para televisión, además de profesor universitario. Es un hombre místico y sube constantemente a la peña a realizar ejercicios de meditación. Él afirma que es escéptico frente a los temas extraterrestres, pero que en una ocasión vio una luz que no pudo identificar. Ortega narra que se desplazaba cerca de la peña cuando la vio. Era una luz naranja y verde titilante. El avistamiento duró unos 10 minutos. Como escritor lo asimila al mito de Juaica, la diosa que abraza. Por eso, en la cumbre de la montaña, la peña y sus ramales forman como brazos.
 
Sin embargo, hay otra versión, también en la categoría de la leyenda. Se dice que en esa montaña habitaba el mohán femenino. El masculino estaba en el cerro de Majui, en el municipio de Cota. Cuando los mohanes se encontraban para el amor, aparecían las lluvias y las tormentas en Tabio. Verdad o ficción, lo único claro es que en el municipio de Tabio, a 45 minutos de Bogotá, existe un atractivo natural que muchos no conocen. Una majestuosa montaña donde los mitos y los misterios se combinan para cautivar la mente de los escépticos y el entusiasmo de los preservadores de la naturaleza.
 

Por Nancy Maritza Sua Cerquera

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