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El dibujo que llegó de Oriente

Mohammad Barrangi es un joven de Irán que pinta con una mano, con los pies, con la boca y que además es medallista paralímpico.

JULIANA MUÑOZ TORO
14 de octubre de 2017 - 02:00 a. m.
Mohamad Barrangui  vive en  Inglaterra. Allí se dedica al arte y al atletismo. /Julian Lister
Mohamad Barrangui vive en Inglaterra. Allí se dedica al arte y al atletismo. /Julian Lister

Vi a una niña, un zorro, un cerdo. Vi que cabalgaba en una bestia de madera y que la rodeaban liebres y caracteres de alguna lengua oriental. La vi y ella me hablaba desde la ventana de marco rojo de aquella imagen. Decía algo así como “salvaje sucesión de vida, interminable transmisión de sueños, felicidad de proyección infinita”, un fragmento de la poeta argentina Mariel Zucchi con el que un joven de Irán se inspiró y soñó y vivió para crear a la niña o al zorro o al cerdo. Con esa creación Mohammad Barrangui fue el ganador del IV Premio Internacional de Ilustración Tragaluz entre 900 propuestas de artistas de 30 países.

Hace unos días Barrangi me respondió el correo en el que yo pedía saber más de su trabajo y de su pasado. Como asunto puso una magnolia, luego me escribió en inglés: “sus preguntas son muy buenas, pero quisiera que habláramos sobre el futuro también”. El futuro, “interminable sucesión de vida, salvaje sucesión de sueños”.

Tal vez me había intrigado su pasado porque me había dicho antes que tenía una discapacidad por la que había tenido que buscar refugio en Wakefield, Inglaterra: “mis talentos fueron discriminados. Abandoné Irán solo por miedo. Ese miedo que siempre está conmigo”.

Hecho con todo el cuerpo

Primero dibuja, añade caracteres iraníes y los combina con caligrafía. Luego sigue con el collage y fotomontaje que hace a mano y con la técnica de grabado. Fabrica sus propios papeles y los colorea: “el sentimiento de ese proceso me sorprende porque amo llevar al espectador a Oriente y solo pasa si ve estas imágenes”. Usa su mano derecha, la otra tiene una discapacidad por el error de un médico al nacer. Usa una de sus piernas para cortar papeles y para grabar, que son la parte principal de su proceso. También, la boca: “cuando alguien es privado de un órgano de su cuerpo se descubren las habilidades de los otros órganos. A veces las cosas parecen tan difíciles y dolorosas, pero esta es mi realidad, tengo que vivir con ella y disfrutarla. Siempre me digo que debo tratar de ser exitoso en el arte. Me digo que si no hubiera discapacidad no habría ningún esfuerzo para el éxito, así que me alegra que esto me haga trabajar más duro”.

Esto aparece de cierto modo en su trabajo. La mayoría de sus personajes no tienen una mano.

Que el miedo te acompañe

Las imágenes, símbolos y signos vienen de sus recuerdos. Los que estaban encima de las puertas. Los que veía cuando caminaba en Calle Vieja de la ciudad en la que nació. La religión que más tarde habría de temerle. Barrangi piensa en la gente que no tiene la oportunidad de viajar y ver otros países, “entonces creo imágenes que vienen de mi alma y sentimientos para mostrar una parte de mi tierra. Los caracteres son como poesía para mí. La longitud de las letras cuando las pongo en el lugar correcto es como una melodía”.

Hay trazos que no están para ser leídos. Solo escuchar su poesía, incluso su miedo: “la sociedad en la que crecí te ignora cuando tienes una discapacidad a pesar de todo el esfuerzo que hayas hecho”. Las facilidades de las grandes urbes eran inalcanzables para él. Vivía en Rasht, una pequeña ciudad al norte de Irán. Ciudad verde y lluviosa, de gente bondadosa, de techos inclinados: “mi mundo eran mi habitación e Internet. Me quedé encerrado y trabajé duro con toda mi imaginación. La naturaleza me enseñó a adorar y a ser amable”.

Hoy, en Wakefield, se siente más seguro: “al fin no escondo mi mano izquierda en la calle después de muchos años. No hay ninguna diferencia entre los otros ciudadanos y yo”. Le gusta hacer amigos por Facebook (así fue como conoció y empezó a hacer colaboraciones con Mariel Zucchi) y participar en concursos, festivales de arte y en competencias de atletismo.

Barrangi corre hace ocho años y ha ganado cuatro medallas en torneos internacionales por 100 y 200 metros, incluyendo el oro en los Paralímpicos de Londres 2012. “Correr es vida. Y ganar es el momento más alto de felicidad y dignidad, no tienes amigos al lado, no sabes qué te depara el destino. Eres tú mismo quien puede rescatar tu vida”.

Hablemos del futuro

Una niña, un zorro, un cerdo. “Sucesión de vida”, de Mohammad Barrangi, sorprendió al jurado de la editorial colombiana Tragaluz por “la potencia que tiene esta imagen para hacernos viajar, llevarnos a otro país, a otra cultura, todo en unos cuantos trazos”. Es, dijeron, “un homenaje al libro como objeto, como vehículo de conocimiento que ha atravesado siglos y siglos”.

“Me emocionó mucho la interpretación que tuvo el jurado de Tragaluz de mi trabajo. Espero hacer un libro que esté a la altura para este concurso”, me contó el artista, quien hará un proyecto con la editorial que saldrá publicado en 2018 gracias entre otros a la Cooperativa Confiar, que cubre los gastos de este premio que se otorga cada dos años.

Después de preguntarle a Barrangi sobre el futuro, me escribió: “trataré muy fuerte de ser un buen hombre para la sociedad del arte y ser de ayuda para los discapacitados con el fin de motivarlos y probarles que esta no es una limitación. Cada día de mi vida está llena de deseo y esfuerzo por ganar”. Esta vez, el mensaje estaba titulado con tres magnolias.

Por JULIANA MUÑOZ TORO

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