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Stranger Things es uno de los lanzamientos más pesados del año para Netflix, lo que es mucho decir para una empresa que espera acabar 2017 con más de 1.000 horas de programación original al aire, entre series, documentales y películas. (Lea "'Stranger Things 2' será más oscura y aterradora")
La segunda temporada de la serie se estrena este viernes, lo que hace que, previsiblemente, la conversación gire en torno a los nuevos desarrollos en la trama, las sorpresas en el argumento y si el producto en general sobrevivirá a las expectativas de una fanaticada global. Casi nadie habla de la fidelidad de los subtítulos o las tasas de transmisión óptimas del video para evitar interrupciones, por ejemplo.
La excepción a esta regla son personas como Denny Sheehan, quien se dedica a insertar el contenido de Netflix en contextos locales: esta es una suerte de pesadilla logística que, por ejemplo, atraviesa los matices y sutilezas del idioma para los subtítulos y también para los doblajes. La compañía llama localización a este proceso, y Sheehan dirige el equipo que se encarga de esta callada labor, que no suele robar titulares ni ser destacada en los blogs de discusión de la serie, pero que termina siendo un instrumento fundamental para la audiencia global del producto.
“Las traducciones de los subtítulos empiezan con un borrador del contenido para que los traductores sepan, más o menos, cuáles son el tono y los retos del producto. Pero este tipo de talento toca tenerlo en espera constantemente, pues las producciones cambian rápidamente y entonces también deben hacerlo los subtítulos, para llegar a tiempo al lanzamiento”, cuenta Sheehan.
Netflix tiene unos 100 millones de usuarios registrados en su plataforma, lo que se traduce en unos 300 millones de espectadores (la multiplicación llega por vía de suscripciones familiares, entre otros factores). Sólo en el primer mes del lanzamiento de la primera temporada, Stranger Things fue vista en 70 países y al poco tiempo llegó a 190. Una persona incluso la vio desde la Antártida.
Los retos de localizar el contenido en esta escala son mucho más que una conversación de segundo nivel. Esto lo saben de sobra Sheehan y Todd Yellin, vicepresidente de innovación de producto de Netflix, quien habla de temas que ni siquiera son percibidos por el usuario común, pero que también resultan ser vitales para satisfacer a la audiencia (y a los inversionistas).
El usuario promedio, cuenta Yellin, revisa entre 40 y 50 títulos antes de decidirse por uno. En el fondo, la aspiración de la empresa es reducir este intermedio al mínimo: saber qué quiere ver la persona y exhibir la pieza de contenido perfecta para cada una. La meta quizá resulta utópica, pero el esfuerzo para acercarse a ella es bien real y pasa por asuntos como las palabras claves detrás de cada producto o las imágenes de previsualización que se muestran en el catálogo de un suscriptor.
Es común escuchar a gente de Netflix definir su empresa como una compañía de datos. Como tantos otros grandes nombres de internet, parte de su éxito es definir, circunscribir y explotar las características de su audiencia, las preferencias de sus usuarios.
El diseño y la asignación de palabras claves (tags, como se las conoce usualmente) es un proceso que se realiza de forma manual, explica Yellin, y en él participan personas con experiencia en la industria del cine, pero también con otras formaciones para tratar de ampliar el universo con el cual una serie se explica ante el sistema que la clasifica y la expone a millones de usuarios de diferentes países y culturas.
En un universo con cientos de miles de títulos, uno de los riesgos más inmediatos es que los tags pierdan consistencia y efectividad en el tiempo y en la escala de la plataforma misma.
Cada tanto, los tags son sometidos a pruebas con varias personas para asegurarse de que sigan siendo relevantes, lo que a la vez mejora la efectividad del algoritmo sobre el que descansa por completo la experiencia de visualización de Netflix.
El algoritmo es el responsable de, por ejemplo, seleccionar la imagen de previsualización de una serie adecuada para el perfil de un usuario: si la persona es afín a la ciencia ficción, el demogorgon probablemente le diga más que un primer plano de Eleven, quizá. (Lea "El juego al estilo Stranger Things")
Entre las toneladas de datos recopiladas por Netflix en relación con Stranger Things, uno de los que destacan es el consumo de video en 4K: entre la primera y la segunda temporada, la compañía estima que el número de los usuarios que prefieren este formato se ha multiplicado por cuatro. Esto se suma al uso de HDR (alto rango dinámico), una forma de tratamiento de la imagen que resalta el uso de texturas y colores, principalmente en imágenes creadas digitalmente. La compañía asegura que actualmente cuenta con más de 200 horas de programación en HDR, además de 1.200 en 4K.
¿Qué significa esto para una serie como Stranger Things? “Es un reto, pero lo asumimos no como un peligro, sino como una herramienta. La serie explota una estética de los años 80, que pareciera contraria al HDR, pero la verdad es que nos ha permitido rescatar texturas y componer imágenes que también le hablan al público amante de la ciencia ficción”, dice Tim Ives, director de fotografía de la serie.
Yellin cuenta que la expansión de 4K y HDR implica tener conversaciones previas con los creadores para encontrar caminos y formas de aprovechar esta tecnología en cada producto. “Los costos no están en la transmisión y el almacenamiento de productos en esta definición. Es más un tema de diseño de las producciones, pero al final de cuentas se trata de herramientas para contar mejor las historias”.