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Cada cierto tiempo en la cultura pop se produce un terremoto. Entre los productos de consumo de fácil digestión y, por ende, de inmediato olvido, de vez en cuando aparece algún artista que logra destacar por su indudable talento, pero sobre todo por diferenciarse. Madonna lo hizo en los 80; Lady Gaga, hace apenas una década.
Trascender o al menos mantenerse en la memoria del público es más difícil que alcanzar el éxito y la fama, siendo estos conceptos cada vez más parecidos a las sopas chinas instantáneas. Sin embargo Lady Gaga irrumpió no solamente para darle un memorable revolcón al panorama pop, sino también para alojarse en el mapa de la memoria colectiva.
Hacia las siete de la noche la lluvia empezaba su tímido descender en el Lido, de Venecia; los paraguas se abrieron, los chubasqueros salieron de los bolsos, pero nadie osó moverse de los alrededores de la alfombra roja de la Sala Grande del Palazzo del Cinema donde se celebraría la gala de A Star is Born.
La historia de este filme gira en torno al romance entre la estrella de rock Jackson Maine (interpretado por Bradley Cooper) y Ally (Gaga), una mujer de gran talento musical pero con poca confianza en sí misma. Jackson impulsa a Ally a mostrar lo que vale, y mientras Maine se hunde en el alcoholismo y la adicción a medicamentos, Ally comienza a despuntar en la industria de la música.
En el debut en la dirección del actor Bradley Cooper, Stefani Germanotta (nombre real de Lady Gaga) afianza la avanzada en la actuación. A Lady Gaga ya no le basta transformarse físicamente, escandalizar, como tampoco parece ser suficiente su recién inaugurado show en Las Vegas.
Como si de un videojuego se tratase, Lady Gaga se dispone a pasar al próximo nivel. Quiere más, expandirse, reinventarse, dar un paso aún más firme como actriz después de haber sido celebrada y premiada con un Golden Globe por su participación en la serie de televisión American Horror Story (20015-2016).
“Es una artista pura”, describía Bradley Cooper a su coprotagonista en el encuentro con la prensa internacional en la Mostra Internazionale d’Arte Cinematografica di Venezia, donde A Star is Born forma parte del programa oficial fuera de concurso.
Cuenta Bradley Cooper que hace aproximadamente cuatro años le empezó a rondar por la cabeza la idea de este filme, cuando la banda de rock Metallica lo invitó a uno de sus conciertos que vio detrás de bambalinas; aunque reconoce que también es un homenaje a la cinta homónima de 1937 protagonizada por Janet Gaynor y dirigida por William A. Wellman, a la cual le siguieron dos versiones más: la de 1954 (con Judy Garland) y la de 1976 (con Barbra Streisand y Kris Kristofferson).
En pleno siglo XXI, ahora más que nunca, la historia cobra más vigencia, cuando se hace más evidente la fábrica de churros en la que se ha convertido una gran parte de la industria musical. Un cruel juego que Lady Gaga conoce muy bien.
Sin duda, mejor actriz que Madonna, Gaga logra una interpretación notable, asumiendo su rol con una pasmosa naturalidad; y aunque no faltará quien diga que nada le habrá costado debido a la similitud de su historia personal con la de Ally, se nota un honesto trabajo de dirección actoral.
Cooper tomó de la mano a Lady Gaga, la quiso sin maquillaje desde el primer día de prueba de cámaras, despojándola de una máscara tras la que suele escudarse. “Bradley hizo que descubriera una nueva vulnerabilidad en mí”, evocaba Lady Gaga en la conferencia de prensa en Venecia aquellos días de rodaje, “pero también logró que me sintiera libre”.
A Star is Born es una muy digna opera prima; eriza la piel cuando Gaga y Cooper cantan, y a lo largo de la película convencen, encantan. No cabe duda de que este filme reúne todos los ingredientes necesarios para meterse en el bolsillo a los espectadores, aunque habrá que esperar su estreno en salas comerciales.
La lluvia arrecia, pero da una tregua para que Lady Gaga y Bradley Cooper se acerquen a los fans que desde tempranas horas de la mañana se dispusieron a montar guardia frente al Palazzo del Cinema.
Lady Gaga se moja pero no parece importarle. Ella quiere más, así que comience, pues hay un nuevo capítulo en la vida artística de la muchacha de Nueva York que se empeñó en hacerse escuchar.