Pablo Larraín: “No intento ser valiente al hacer una película”

Con “Ema”, protagonizada por Mariana di Girolamo y Gael García Bernal, el director chileno vuelve a la competición oficial del Festival Internacional de Cine de Venecia.

Janina Pérez Arias (Venecia)
03 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
Con “Ema”, Pablo Larraín habla de familia, sexualidad y amor tradicional. / Festival Internacional de Cine de Venecia
Con “Ema”, Pablo Larraín habla de familia, sexualidad y amor tradicional. / Festival Internacional de Cine de Venecia
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“Esta es una película sobre el amor”, trataba de simplificar Pablo Larraín las complejidades de su filme Ema, un fuerte candidato en la carrera por el León de Oro, con el que además traza claramente un nuevo camino en su filmografía.

Considerado uno de los mejores directores de la cinematografía latinoamericana, tras su primera incursión en el cine anglosajón con Jackie (2016), Larraín se centra nuevamente en una mujer.

Ema, interpretada por Mariana di Girolamo, es una joven bailarina que no supera la culpa de haber devuelto a su hijo adoptado, y entre los sentimientos de culpa, el dolor y los reproches decide afrontar su desdicha abandonando a su esposo, Gastón (Gael García Bernal), para maquinar la recuperación de su hijo.

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Hacer una película como “Ema” es muy valiente. ¿Estuvo consciente de ello?

Honestamente, la valentía no es una motivación, porque no intento ser valiente al hacer una película. Me conecté con el material de distintas maneras, un poco con la humanidad que hay allí, y salió la película. Tal vez la motivación es la de no repetirse, intentar no hacer un filme que se parezca a otro que ya hiciste, aunque al final se termine pareciendo, porque no puedes escapar mucho de quien eres. Me parece importante poder tener materiales originales para sentirme en un lugar distinto y estar en un espacio de crisis, porque las mismas producen circunstancias que pueden ser valiosas para el material y hacen más gozoso el proceso de hacer una película.

Mariana di Girolamo es el alma de este filme. ¿Qué vio en ella?

Primero pensé hacer esta historia con una actriz que no era chilena, de 75 años. Después pensamos hacerla en otro país, con una actriz entre los 40 y 50 años. Estando en Chile vi un anuncio con una foto de Mariana, conseguí su teléfono para conocerla y a los 10 minutos del encuentro le propuse hacer la película. A partir de allí reordenamos todo el relato (con los coguionistas Alejandro Moreno y Guillermo Calderón). Obviamente, cambió el punto de vista generacional: además de ser una coreógrafa pasó a ser una bailarina, y luego apareció el reguetón. La historia se construyó a partir de Mariana. Ella es la película, no sé si hubiera hecho este filme sin ella. Mariana tiene la potencia de cargar con ese misterio, con esa mirada que puede funcionar en distintos niveles y capacidades.

¿Cómo percibe la generación a la que pertenece Ema?

Son muy individualistas, pero al mismo tiempo tienen mucho respeto por lo colectivo. Es distinto a las ideas colectivas de los 60 o a las que vienen de ciertas políticas donde lo común es lo más relevante. Son muy individualistas, pero están conectados con el otro. Hay una suerte de mirada individual que en muchas materias resulta más conservadora y más sofisticada que mi generación. Es gente que realmente está interesada en el cambio climático y tiene una cultura en torno a eso, tienen una idea distinta hacia el consumo, no quieren tener muchas cosas, no quieren tener autos, pero sí el mejor teléfono, el mejor computador. Es una generación que funciona con códigos distintos.

Como también conciben de otra forma la sexualidad, el feminismo, el modelo de familia, la maternidad. ¿Necesitábamos una renovación de esos conceptos?

Los personajes de la película y el mundo que representan se relacionan con su sexualidad de una manera diferente, que es superpura, linda, y no está necesariamente asociada a los códigos establecidos; no es tan binaria y no está metida en una caja específica. Cuando le mostramos la película a gente joven, no se sorprendieron para nada; al revés. Lo que sí les llama la atención es el asunto de la maternidad, eso sí lo discuten.

¿Por qué quiso tocar el tema de las adopciones fallidas?

Adoptar un hijo debe ser el acto más generoso de una persona, pero me di cuenta de que existe un tabú gigante, que son las adopciones fallidas. No son pocos los niños adoptados devueltos. En el sistema burocrático ese niño nace y es dado en adopción, por lo tanto tiene una identidad distinta; debido a que su padre no es su padre legalmente, hay que desvincularse. Luego, ese niño es adoptado por una familia que le da su nombre y pasa a ser su hijo legal. Pero al ser devuelto al sistema, ese niño vuelve a ser huérfano de nuevo. Es una cosa muy particular, terrible en un nivel, pero que puede tener cierta luz. En la película, a pesar de ese proceso y del comportamiento del personaje, yo pienso que el filme tiene un final luminoso.

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¿Cómo vivió el estreno de “Ema” en la Mostra?

En los festivales nunca veo mis películas, me pongo muy nervioso, y no siento ese placer que me imagino sí tienen otros realizadores. Acá (hace referencia a la Sala Grande del Palazzo del Cinema, donde se celebran las galas) no te puedes salir porque son asientos muy expuestos, así que traté de pasarlo lo mejor posible.

Ema y Esperando a los bárbaros, de Ciro Guerra, son las dos producciones latinoamericanas presentes en la competición oficial.

Por Janina Pérez Arias (Venecia)

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