Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre: amores existencialistas

Detrás de sus reflexiones sostenían un pacto amoroso que los libraba del apego, de la tradición y de los manuales establecidos sobre las relaciones afectivas.

Andrés Osorio Guillot
02 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
 / Ilustración: Tania Bernal
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Desde los estudios realizados en la École Normale Supérieure hasta la muerte del “padre del existencialismo” en 1980, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir habrían de dictarle al mundo un relato que rompía los valores conservadores y que juzgaba y cuestionaba las costumbres patriarcales de la sociedad occidental. Rebelde, anárquico o disparatado. No importa cómo lo quieran llamar. El amor que expresaron estos dos intelectuales franceses generó una ruptura entre las formas “tradicionales” de una relación. El Castor, apodo que René Maheu, compañero universitario, le puso a De Beauvoir por la similitud entre la pronunciación de su apellido y la palabra castor en inglés (beaver), y que posteriormente acuñaría Sartre también, fue una mujer que desde niña se alejó de lo impuesto y regeneró lo establecido. Sartre, por su parte, siempre se mantuvo firme al ideal de libertad asociado con la responsabilidad de los actos y de la representación de estos en la condición humana.

Películas y libros han querido ilustrar el pacto entre los dos pensadores franceses: Les Amants du Flore (2006) es una película del director Ilan Duran Cohen. Narrada desde el final de la década de 1920 hasta la cúspide de Simone de Beauvoir con la publicación del libro El segundo sexo a finales de la década de 1940, el filme dibuja el pacto de amor derivado de la imposibilidad de Sartre de ser un ser monógamo, razón por la cual ambos aceptan ser polígamos, aun cuando ésto tiene implicaciones negativas en el ánimo y la aceptación de algunos amores secundarios que pasaron por las vidas y las noches de ambos escritores. Momentos como la presencia de Sartre en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial y la creación de la revista de contenido literario e inclinación izquierdista Les Temps Modernes, por donde también pasaría el escritor Albert Camus, son algunos de los más insignes que presenta esta obra cinematográfica. Asimismo se encuentra el libro Cartas a Sartre. Simone de Beauvoir (2006), que la editorial Lumen logró editar en 800 páginas de rastros, trazos y sentimientos plasmados en los 51 años en los que Sartre y De Beauvoir se acompañaron con admiración y la confianza suficiente para soportar todo tipo de adversidades, bienaventuranzas y anomalías.

“La maldición del matrimonio es que, muchas veces, las personas se unen en sus debilidades en vez de hacerlo desde su fuerza. Ambos exigiendo del otro en lugar de encontrar el placer de dar”. Por esto el Castor nunca quiso casarse. Y debido a ello su relación con Sartre siempre fue leal, pues a pesar de los altercados y los conflictos que son inherentes a nosotros y a nuestra manera de relacionarnos, nunca olvidaron que en esa acción de dar y ofrecer está implícito el valor de la cooperación y del ofrecimiento de una libertad que, como dijo Sartre, estamos condenados a poseer, y en esa medida, poseerla implica compartirla y no entregarla del todo, pues al relacionar libertades estamos concentrando esfuerzos, pasiones y virtudes.

Se adelantaron a su tiempo. Entendieron que escribir y amarse requería de valor y coraje. Enseñaron a ver el sufrimiento, la angustia y el desasosiego como sentimientos indispensables para hacernos más humanos. Impulsaron a un sinfín de personas a revelar su inquietud sobre lo ortodoxo y a discutir y cuestionar el género desde lo íntimo, lo social y lo político. Transfiguraron la alteridad y rompieron cualquier manual sobre las relaciones afectivas. Aún después de tanto, los seguimos viendo unidos en el cementerio Montparnasse, donde yacen sus cuerpos y el aura de dos vidas dedicadas a revolucionar su historia a partir del arte mismo. En las páginas que escribieron para todos los seguimos viendo y nos seguimos sintiendo aludidos, plasmados e interpelados por sus narraciones. En el misterio de la muerte y en el incesante tiempo que la excede, en ese tiempo llamado eternidad, siguen siendo un amor necesario, libre y fascinante.

***

De Simone de Beauvoir a Jean-Paul Sartre, 1938: 
Querido pequeño ser: Quiero contarle algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: hace tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas […] Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre me había sido grata. Hasta la vista querido pequeño ser; el sábado estaré en el andén y si no estoy en el andén estaré en la cantina. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo. Te beso tiernamente, tu Castor.

De Jean-Paul Sartre a Simone de Beauvoir, 1940: 
Mi querida pequeña, entiendo muy bien que pueda sentirse de lo más seca sin dejar de ser feliz, y cómo ésta puede ser una manera de echarme de menos. Yo siento lo mismo. Finalmente nos hemos curtido, y están también todos esos pequeños fastidios (permisos suspendidos, etc.) a los que hay que oponer un rostro impasible, entonces uno se siente seco por dentro pero de una sequedad un tanto acongojada. También yo, amor mío, quisiera sentir mi cuello rodeado por sus bracitos y besarla y hablarle. Por fortuna están estas cartas, de lo contrario no tendría nadie a quien contarle lo que me interesa. Observe que digo esto con el mejor de los humores: tengo las cartas y tengo el cuaderno —y he olvidado un poco, por suerte para mí, lo que es tener cerca ya no digo a usted, sino a alguien que se interese por lo que uno piensa y siente y que pueda comprenderlo. Lo he olvidado igual que la existencia de las tortillas, y no tengo necesidad consciente de ello, me alegra escribir mis pequeñas ideas en el cuaderno y pienso que usted las leerá. Pero hay esto, la contrapartida es que estoy seco. No con usted, amor mío, entiéndame bien. Oh no, recuerdo multitud de caritas que usted pone y me emociono. Sino ante cosas, gentes, paisajes y también ante lo que escribo; en otro tiempo, una especie de emoción se colaba un poco con la tinta por la pluma de mi estilográfica cuando escuchaba a Johnny Palmer en el Café des Trois Mousquetaires mientras escribía mi novela —y no puedo decir que ella me inspiraba directamente tal palabra o tal frase (aunque hasta sería posible) pero sí que me aportaba simpatía hacia mis personajes. […] Hasta pronto, dulce pequeña, mi pequeña querida. Aquí tiene una carta bien larga y ni siquiera le he contado mi vida. Pero es que no hay nada que decir. Usted vive por mí. Hasta mañana, mi pequeña flor, la aprieto muy fuerte entre mis brazos.

*** 

Simone de Beauvoir
Escritora, profesora y filósofa francesa, defensora de los derechos humanos y feminista. Su pensamiento se enmarca en la corriente filosófica del existencialismo​ y su obra “El segundo sexo” se considera fundamental en la historia del feminismo. Con Sartre, Raymond Aron, Michel Leiris, Maurice Merleau-Ponty, Boris Vian y otros intelectuales franceses de izquierda, fue la fundadora de la revista “Les Temps Modernes”, que pretendía difundir la corriente existencialista a través de la literatura contemporánea.
Jean-Paul Sartre
Fue el décimo escritor francés seleccionado como premio nobel de literatura, en 1964, pero lo rechazó explicando en una carta​ a la Academia Sueca que él tenía por regla rechazar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones establecidas del sistema. El corazón de su filosofía era la preciosa noción de libertad y su sentido de la responsabilidad personal.

 

 

Por Andrés Osorio Guillot

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