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Todo comenzó después de terminar una charla con su editora Elena García-Aranda sobre novelas policiales cuando Juan Carlos Méndez Guédez decidió sentarse frente al computador durante cinco días sin parar y trabajar en lo que sería, un año después, La ola detenida (HarperCollins): “Hace años que albergaba la idea de trabajar un personaje, una mujer detective y bruja, y sentí que había llegado el momento de darle voz. Necesitaba saber cómo concluía esa historia”, afirmó el escritor.
Méndez Guédez es doctor en literatura por la Universidad de Salamanca y reside en España desde finales de los 90, donde ha escrito y publicado la mayor parte de su obra.
Pese a vivir lejos de su país natal, nunca ha sido indiferente a su realidad: “Cuando estás muy cerca de algo descubres muchos de sus detalles y pierdes otros. Escribir desde cerca o en la distancia no garantiza que lo hagas mejor o peor”, explicó Méndez Guédez.
La ola detenida es una novela detectivesca. Su protagonista, Magdalena Yaracuy, es temperamental, inteligente y fuerte, y tendrá que resolver el caso de la desaparición de Begoña, hija de un político poderoso, cuyo escenario es la peligrosa Caracas.
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En diálogo con el autor, nos contó detalles sobre esta novela, sus proyectos literarios y Venezuela.
Para construir esta novela negra, ¿cuáles fueron sus autores de referencia?
Diría que Simenon, que Fred Vargas, que Graham Greene y Patricia Highsmith. Pero también pensaría en Osvaldo Soriano, el maravilloso narrador argentino que transformó la dura realidad argentina en diversos géneros: el western, la novela de espías, el policial, y que incluso incorporó gags de película como los pastelazos en la cara. Una mezcla genial y entrañable.
¿Cómo definiría “La ola detenida”? ¿Es una denuncia, una reflexión, un llamado a la sociedad?
La definiría como una novela. Y las novelas incluyen todas esas posibilidades que mencionas. Lo que sucede es que la novela debe tener la modestia de conocer sus límites: es un artefacto estético que si logra su objetivo removerá la intimidad de algún lector, pero no tiene efectos sociales masivos, ni logra con su denuncia cambiar del todo la realidad. Una novela no es más fuerte que un AK 47. Pero es más hermosa, claro.
¿Cómo ha sido escribir desde la distancia sobre su país?
Cuando estás muy cerca de algo descubres muchos de sus detalles y pierdes otros. Escribir desde cerca o en la distancia no garantiza que lo hagas mejor o peor, solo que el resultado será diferente. Sospecho que vivir fuera de Venezuela tantos años me genera una lucidez que no podría tener si estuviese allí. Pero es posible que me pierda de otros matices que le son reconocibles al autor que sigue viviendo en sus calles. Lo real es que solo puedo escribir de esa manera. Estoy fuera de Venezuela desde hace más de veinte años, y no puedo dejar de pensar en ella.
La memoria es una constante en su libro, ¿qué tan importante es hablarle al lector del pasado o el presente?
Hace poco escuché al escritor Víctor del Árbol comentar que una cosa es la memoria y otra la historia. La memoria es el modo en que las personas recuerdan lo que sucedió. La historia sería, dentro de lo posible, la descripción exacta de lo que sucedió. Las novelas hablan de la memoria que guardan sus personajes, del modo en que ellos reconstruyen su pasado.
Retomando su pregunta, hablar sobre el presente tiene el valor de que al hacerlo logramos una fotografía incompleta, torpe, un acercamiento desde la inocencia de quien conoce solo lo que sus ojos pueden mirar. Y esa foto puede ser importante. Si un venezolano le hablase de su realidad en el año 88 encontrarías una inocencia, una candidez absoluta; desconocería la inmensa tragedia que se le viene encima y que en ese momento se está incubando sin que él lo perciba: el regreso del militarismo, la conquista del país por parte del narcotráfico y el castrismo. Pero es interesante percibir esa distancia entre lo que se ve y lo que realmente existe.
En cuanto a la memoria es siempre materia deliciosa para la novela.
¿Por qué la protagonista es abandonada por su madre y no por el padre como se supone que pasa en la realidad?
En efecto, esa es la historia más común en nuestros países. Sin ir muy lejos, fui abandonado por mi padre. Pero en la literatura me interesa la singularidad. Busco siempre si voy a contar una historia de amor, que sea una historia posible, real, pero diferente a lo que se espera en la vida cotidiana. Lo mismo si es una historia familiar, si es una historia de amistad. Me interesan las excepciones. Según entiendo el conocimiento científico se basa sobre la repetición de fenómenos que pueden comprenderse como leyes. Cada vez que abro mi mano y suelto un lápiz éste va a caer al suelo. En la literatura, lo que interesa es que alguna vez se abra la mano y el lápiz quede flotando.
Por otra parte, que Magdalena Yaracuy, la protagonista de La ola detenida, haya sido abandonada por su madre me fue interesando por diversos motivos. Magdalena es una mujer de una cierta originalidad vital: sus respuestas ante la existencia no son respuestas
¿Qué encontramos de Juan Carlos Méndez Guédez en “La ola detenida”?
Sobre todo los lugares. Madrid, Caracas, Barquisimeto, Salamanca, Aix en Provence. Suelo ser un escritor autogeográfico. Me gusta que mis personajes caminen por lugares en los que he caminado, pues así me siento más libre para imaginar.Pero hay otro elemento. Magdalena Yaracuy forma parte de un culto religioso venezolano que es el espiritismo marialioncero. Una religiosidad muy reciente que tiene unos cien años y que tiene como diosa principal a una mujer: María Lionza.
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De niño y adolescente, una parte de mi mundo estuvo muy vinculada al espiritismo marialioncero. Fui muchas veces a su montaña sagrada: Sorte. Participé de sus ritos, de sus ensalmos, adoré sus humildes altares en los que había ofrendas sencillas como frutas, panes, leche, velas.
Hoy en día soy agnóstico, pero sigo sintiendo una ternura muy especial por esta espiritualidad que como en las muy antiguas religiones anteriores al cristianismo, tienen como deidad máxima a una mujer. Es una religiosidad muy popular, un poco demonizada por las clases altas o cultas, que se mofan de ella con criterios medievales o clasistas.
Cuando escribo tengo frente a mí una imagen de María Lionza, y al alzar el rostro le digo siempre que el mundo es un lugar muy malo, pero que si ella existe, nos lo demuestre trayendo de tanto en tanto un poco de felicidad a las personas.
En esta novela encontramos con varias referencias a escritores como Sarduy, Hemingway o Simenon, ¿Por qué los incluyó?
Magdalena es una mujer a la que le gusta rodearse de belleza. La música, los buenos libros. En ella sucede de manera natural una mezcla entre sus pasiones por la música de un grupo como “La dimensión Latina”, como por un concierto de Paganini. Hay una continuidad que es el placer.
Esos autores que mencionas son importantes para ella por distintas razones. Representan momentos importantes de su vida o le han deparado una comprensión nueva sobre la realidad. Sarduy es la sensorialidad profunda de las palabras y el cuerpo; Hemingway la contundencia y la precisión de la mirada; Simenon la profusión, la riqueza infinita de las historias.
La ola detenida ha sido muy bien recibida y hasta elogiada en varios países, ¿Cómo le gustaría que la recibieran los colombianos?
Cuando un venezolano está en Colombia sabe que está en una parte muy honda de sí mismo. No es un asunto retórico. Palabras, entonaciones andinas o costeñas, el humor, el pasado, el presente. Las disputas que se dan entre hermanos; las coincidencias. Yo recuerdo un momento de mi juventud que jamás olvidé: el momento en que Colombia empata ante Alemania en el mundial del 90. Admito que yo había apagado la tele decepcionado porque Colombia estaba perdiendo, y corrí a encenderlo porque fue tal el grito de gol que se escuchó en toda Caracas, que comprendí que algo bueno había sucedido.
¿Cómo me gustaría que recibieran los lectores colombianos? Con mucha curiosidad; que comprueben si esta historia tiene algo que decirles.
-¿Por qué le gusta narrar historias de personajes atormentados, afligidos o con debilidades que saben ocultar?
Vargas Llosa lo dijo en alguna ocasión. La felicidad es literariamente improductiva.
La felicidad la queremos en la vida, pero un libro avanza precisamente por lo que tiene de roce, de conflicto, de herida. Me interesa eso que comentas sobre el ocultamiento que hacen mis personajes de su debilidad, de su tormento. Quizá este es un tiempo donde eso sucede mucho. ¿No son las redes sociales un lugar donde toda la gente es infinitamente feliz? Las redes pretenden mostrarlo todo y en el fondo son una máscara. Y no me parece malo que así sea. La intimidad es un territorio precioso. Lo real es que me cuesta creer en las lágrimas que saltan desde un tuit o desde Facebook.
El caso es que yo entiendo los libros como el susurro que sucede entre el narrador y el lector, y dentro de ese susurro se escenifica una intimidad en la que los personajes terminan mostrando sus debilidades, sus aflicciones.
Tal vez por eso me gusta contar este tipo de historias.
-¿Veremos a Magdalena Yaracuy en otras historias?
Espero que sí. Tengo ideas para tres o cuatro novelas más con ella. Pero ahora mismo, el año próximo aparecerá en España un libro de cuentos: Los libros del maíz, que tienen un desarrollo mítico y poético muy distinto al que encontramos en La ola detenida.
Me gusta mucho variar de libro a libro. Ser un autor que pudiese ser muchos autores.
-¿Los escritores deberían asumir alguna posición política a través de su literatura?
Yo pienso que no. A mí en lo personal me interesa conocer la intimidad de los personajes, eso incluye su visión política del mundo, sus miedos, sus deseos. Si quiero enterarme de las posiciones políticas de un escritor leo sus artículos de prensa o sus redes sociales.
Sospecho que cuando entran de manera directa en un cuento o una novela las posiciones políticas de un autor producen un trastorno estético irremediable.
En todo caso, lo maravilloso de la literatura es que te asomas a la intimidad de quienes no son como tú. Magdalena Yaracuy, por ejemplo, ha confiado en el 98 en el poder redentor de los militares venezolanos, y ahora se encuentra arrepentida. Ese no fue mi proceso. Ya en ese año yo sabía que esa gente sólo traería desgracias. Pero quería contar una historia desde la visión de alguien que no necesariamente coincide conmigo.
De todos modos, yo espero que los lectores establezcan una complicidad con esta historia por aquello que hace interesante los libros: la curiosidad: que esa historia de una detective que debe enfrentarse a ladrones, paramilitares, espías, militares y policías para descubrir dónde se encuentra la chica que está buscando, les active la curiosidad, la expectativa, las ganas de seguir adelante.
Aquí te digo que para uno como lector es fascinante acceder a una memoria ajena que pasa a formar parte de ti. No estuviste en ese tiempo ni en ese lugar, pero aquello se incorpora a tu propia existencia. Y ni hablar de lo que significa la memoria en la escritura: es la percepción de que por momentos, con tus palabras, estás venciendo el tiempo; estás de regreso a un lugar que alguna vez fue tuyo y que los años te arrebataron.