Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En la estación de metro de los Campos Elíseos, en París, colgaban afiches de las puertas de acceso. En ellos se podía ver la ilustración de una cara blanca, con ojos azules y cabello rubio. De la frente se desprendían siete alfileres, cada uno con un elemento representativo de Jean Paul Gaultier: una cinta para medir, la torre Eiffel, un oso con brasier, una mujer con los senos en forma de cono y con corsé, tijeras, el torso de un hombre con una camiseta marinera y un hilo. En la parte de abajo del cartel, como un lema, como una dedicatoria, se leía “Fashion Freak Show”. Decidí asistir.
Estaba empezando el otoño, las hojas caían de los árboles, el frío se sentía hasta los huesos. A las 7:45 p.m. de un día de octubre abrieron las puertas del Folies Bergère, un imponente teatro en una zona concurrida de París, llena de cafés y restaurantes. El llamativo afiche estaba en toda la entrada del cabaré, e iluminado con luces de neón. Al respaldo solo estaban los alfileres para que los asistentes se ubicaran y tomaran fotos. Había guiños a la obra en los lados laterales del lugar con prendas y accesorios que usarían los artistas.
El ingreso al auditorio fue a las 8:00 p.m. Mientras culminaba el ingreso, los asistentes charlaban y tomaban cocteles. El teatro se llenó, unas luces azules y rojas se difuminaron y empezó el espectáculo, que se trataba de un recorrido por la vida y obra del “enfant terrible” (el niño terrible) de la moda francesa, como se le conoce a Gaultier.
El diseñador lleva más de 40 años en el mundo de la moda. Siempre se sintió atraído por ella, pero nunca la estudió de forma profesional. Descubrió esa pasión con ayuda de su abuela, quien era esteticista.
Mis ojos estaban atentos a cada movimiento, cada vestido, cada escena. Miraban alucinados, sentía emoción por toda la pasión que produce la moda. Con cinco años, Gaultier imaginaba que “Nana”, su oso de peluche, tenía senos cónicos. También pasaba horas y horas maquillándolo. Más adelante, en el colegio, el pequeño prefería llenar sus cuadernos con diseños que con operaciones matemáticas. Tal era su obsesión, que en una ocasión su profesora le pegó en la espalda uno de sus dibujos como castigo. “Mi profesora quería ponerme en vergüenza, pero consiguió el efecto contrario. Me demostró que con mis dibujos podía ser diferente, único y llamar la atención”, contó el diseñador. Así empieza el show. Recreando esos momentos de la infancia que forjaron la carrera de uno de los modistos más importantes de Francia.
Cuando tenía 9 años vio junto con sus padres un show del cabaré parisino Folies Bergère por televisión. Se prometió que algún día ofrecería un espectáculo como ese. Gaultier, 47 años después, lo hizo.
Además de escribir, dirigir y estar a cargo de la escenografía de la obra, creó una serie de nuevos trajes y recreó sus prendas más icónicas. “La ropa puede decir mucho sobre su tiempo, la forma en que nos relacionamos con la feminidad y la masculinidad, la sexualidad, sobre lo que consideramos diferente y dónde están los límites de la sociedad. Quiero mostrar la diferencia. Porque hay belleza que se puede encontrar en todas partes, todo depende de cómo uno elija verla”.
El espectáculo duró más de dos horas. “Fashion Freak Show” es una mezcla de revista con un desfile de moda. Una obra transgresora, excéntrica y creativa en la que el francés repasa su vida. Desde su infancia, su paso por el taller de Pierre Cardin, los alocados años 80 en los que vistió a Madonna y trabajó con Almodóvar, hasta sus grandes desfiles en los que desafió los estereotipos y abrió la puerta a la diversidad en la sexualidad y las noches de excesos. Al final, los artistas aparecen en la tarima en ropa interior, con la voz del diseñador de fondo, invitando a los espectadores a que disfruten de la moda. Y pregunta: “¿Qué es lo bello si lo feo también es subjetivo?”