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Más de 200 años de vida republicana en Colombia han transcurrido en un escenario de graves dificultades y carencia de oportunidades para zonas alejadas, cuyos habitantes, generación tras generación, han sufrido la reencarnación de la violencia y la exclusión.
Es una historia dolorosa y triste. Y más, dado que su impacto no solo ha golpeado esos territorios, sino que ha trastocado la vida de toda la sociedad colombiana. Esto hace imperativo aportar con decisión a la construcción de un futuro con equidad, que haga realidad lo que, durante décadas, ha sido una opción lejana para miles de compatriotas.
El presidente Iván Duque Márquez ha asumido el reto histórico de cambiar ese libreto de la repetición infinita de las arbitrariedades y, en su lugar, llevar a esos territorios la justicia y promover el emprendimiento, la legalidad y la igualdad.
Para lograrlo, necesitamos que desparezcan las condiciones que han acogido a lo largo de los años, todas esas formas de injusticia. Es necesario cerrar la brecha. Es preciso que se supere la desigualdad. Debemos generar oportunidades.
Somos un gran equipo de gobierno que en 100 días ha señalado el camino para cambiar las dinámicas, mejorar la visión de país y producir resultados.
La equidad, el emprendimiento y legalidad están en la ruta de las tareas señaladas para la estabilización, impulsando los planes de desarrollo con enfoque territorial. Ese es el gran propósito.
Pero el presidente no lo logrará sólo. Necesitamos de todos. Su liderazgo y convicción necesitan estar rodeados por todos los sectores del ejecutivo, todas las entidades, cada instancia del gobierno central. Su fe debe edificar bases sólidas que vinculen a los gobiernos municipales y departamentales, la empresa privada, la academia, los países amigos y a la comunidad internacional. Necesitamos del trabajo articulado de todos para cerrar la brecha.
El sueño del presidente Duque nacerá en estos 4 años, pero sólo se materializará, si se continúa durante los siguientes 10 o 15 años, como se previó. Es una construcción de largo plazo. Aunque ese futuro ya comenzó, requiere de un gran esfuerzo de planeación, financiación y dinámica en la ejecución; que se comprometa con esos 170 municipios más afectados, que se trabaje articulada y sistemáticamente en una sola vía, por lo menos por ese tiempo. Si se pierde esa visión de largo plazo, no se logrará la profundidad en la transformación y no podremos cerrar la brecha.
Trabajamos para garantizar la presencia en los territorios, combinando transparencia, eficiencia y tranquilidad. Es un gran reto porque entendemos el desarrollo de esas áreas, la mayoría rurales, como el desafío más importante de una nación para sus generaciones por venir. Para ellos, nos comprometemos a que haya avances concretos, a que sigamos una ruta de transformación y dejemos atrás la controversia, y particularmente, las promesas que no se pueden cumplir.
*Alto consejero para el Posconflicto