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“Este aniversario marca el entierro del Plan Colombia”: Andrés Pastrana

Como “padre” de la iniciativa, el exmandatario asegura que el presidente Santos desvió el rumbo y que las Farc ganaron en la mesa de diálogo de La Habana el lavado de su cartel. Y dice que lo que pretende es apagar un incendio encendiendo otro.

Hugo García Segura / Marcela Osorio Granados
31 de enero de 2016 - 02:00 a. m.
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Fue Andrés Pastrana, en la campaña presidencial de 1998, que terminó ganando, quien habló de que la coca era un problema cuya solución debía incluir la resolución del conflicto armado y los países desarrollados debían ayudar para generar una revitalización social y económica en todo el territorio nacional. La estrategia fue llamada Plan Colombia; contó con el respaldo del gobierno de Estados Unidos, en cabeza de Bill Clinton, y de los partidos Demócrata y Republicano, e incluyó un amplio componente de ayuda militar.

El próximo jueves 4 de febrero, como su gestor, Pastrana estará presente en la conmemoración de los 15 años del Plan Colombia en la Casa Blanca en Washington. Su postura hoy es extremadamente crítica, como se desprende de esta entrevista vía correo electrónico con El Espectador. Para él, dicha celebración marca el entierro de la iniciativa, pues, según dice, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos se arrodilló ante las Farc con las concesiones que les ha otorgado en los diálogos de paz de La Habana (Cuba).

Quince años después, ¿qué balance hace de la implementación del Plan?

Lo más importante para recordar es que se trató de un esfuerzo social (quiero enfatizar lo social) y militar conjunto entre Colombia y Estados Unidos para combatir el narcotráfico y sus secuelas en todos los órdenes de la vida nacional. Diseñamos el Plan cuando la droga era el elemento que más incidía sobre un Estado fallido tras una presidencia comprada por el narcotráfico. La droga era combustible de una subversión terrorista, enriquecida, desafiante y victoriosa.

¿Ese enfoque inicial persiste hoy?

Lo que se planteó en ese entonces, bajo el nuevo enfoque de la corresponsabilidad social y militar, era considerado un imposible político. Trabajamos voto por voto hasta lograr un unánime apoyo bipartidista, sin antecedentes en el Congreso norteamericano. Convencimos diplomática y persistentemente a los entonces reacios gobiernos latinoamericanos y europeos. El Plan tuvo un éxito sorprendente en un plazo muy corto. Tanto que Estados Unidos replica hoy el modelo —especialmente en su contenido social— en conflictos en los que la fusión de narcotráfico y terrorismo amenaza la paz mundial. Sin embargo, hoy se da una nueva bonanza coquera gracias a las exigencias de las Farc y las concesiones del Gobierno. Esto marca el fin del Plan. Al mundo le costará reconocer esta nueva Colombia, tan indulgente con el delito que tanta gente buena le costó.

¿Qué argumentos tiene para hacer esa aseveración?

En los pactos de La Habana, el narcotráfico es apenas un indultable y accesorio delito político. Para efectos prácticos, menos que una contravención. Es el reconocimiento de este Gobierno a la funesta doctrina comunista de la combinación de todas las formas de lucha (terrorismo, secuestro, extorsión, droga, etc.) que desangraron al país por medio siglo. Lo que el presidente Santos no quiere entender es que de esta manera pretende apagar un incendio encendiendo otro.

¿Qué incidencia tuvo el Plan Colombia en el conflicto interno?

A estas alturas, el reconocimiento del éxito militar del Plan Colombia es prácticamente unánime, desde todo el espectro político. Aún las Farc lo admiten a regañadientes. Lo social: Familias en Acción, sustitución de cultivos, etc., es modelo reconocido y replicado por el mundo en desarrollo. Definitivamente fue el punto de inflexión del conflicto. Partió su historia en dos al devolverle la fe a un país sometido por narcotráfico, guerrilla y paramilitarismo. Le demostró que podía recuperar su Fuerza Pública, el control del Estado y sus instituciones.

O sea, más allá del componente social, gran parte de sus recursos ayudaron fue a arreciar la lucha contra las guerrillas...

La guerrilla estaba advertida. A Tirofijo le dije textualmente: “Nos vamos a armar para la guerra o para la paz, usted decide”. En ese entonces la guerrilla estaba muy envalentonada y pienso que la victoria de Hugo Chávez en Venezuela los envalentonó aún más. Así fue que ellos tomaron la decisión de no hacer la paz en el Caguán. Les faltó visión para entender que el Plan Colombia cambiaría en forma definitiva la relación de fuerzas a favor del Ejército y de las instituciones, y que la derrota militar de la guerrilla sería apenas cuestión de tiempo.

Es claro que el Plan involucró al Ejército en la lucha contra el narcotráfico y que ello derivó en golpes a la guerrilla. ¿Sirvió entonces para develar ese vínculo entre Farc y narcotráfico?

La guerrilla cambió El diario del Che por El Padrino. Se montó sobre el negocio de la droga y, como tal, el Estado la combatió con nuevo ímpetu hasta el punto de doblegarla y llevarla de nuevo a la mesa de negociaciones. Como cartel de droga y con sus prácticas mafiosas de secuestro y extorsión, aumentaron su poder tanto en armas como en gente. Ese poderío lo utilizaron para asestar fuertes golpes al Ejército. Crecieron gracias a su preponderancia en el narcotráfico por el cual competían con los paramilitares. No, como creían entonces en Europa, por apoyo popular. El fortalecimiento de nuestras Fuerzas Armadas y su profesionalización fueron la respuesta lógica y digna del Estado de derecho al narcotráfico, que pretendía imponer un narco-estado en Colombia.

Entonces, para usted, es gracias al Plan Colombia que las Farc están sentadas negociando hoy en Cuba...

Un análisis que cito con frecuencia, por provenir de quien proviene, es el de Antonio Caballero en Semana. Dice textualmente: “... las Farc ya no son las Farc arrolladoras de hace unos cuantos años. Han sido duramente golpeadas por el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas debido al Plan Colombia de Clinton y Pastrana, en cuya eficacia muchos no creímos al principio, pero cuyos resultados han sido notables. Y como consecuencia se han vuelto más realistas: ya no piden la revolución, sino apenas unas cuantas reformas”. El Plan le dio la vuelta al elemento militar del conflicto, hasta el punto de llevar a la guerrilla a la mesa a pedir reformas. Lo triste es que, una vez en la mesa, la guerrilla logró arrodillar al Gobierno por la insólita vía de las concesiones del fuerte al débil.

Claro que críticos, como la Oficina de Washington para América Latina (Wola), afirman que el exceso de poder en las Fuerzas Armadas se ha cristalizado en violaciones a los derechos humanos...

Todo lo contrario. Las Fuerzas Armadas colombianas ganaron en profesionalismo y en respeto a los derechos humanos. En las dictaduras, el exceso de poder de los ejércitos lleva a estas violaciones. Los críticos nunca creyeron que en Colombia podríamos fortalecer democráticamente a las Fuerzas Armadas. Eso no quiere decir que no existan problemas. Lo que quiere decir es que una violación a los derechos humanos es investigada y castigada.

Hay expertos que coinciden en que el Plan terminó siendo un fracaso, pues la producción de droga no sólo se trasladó a otros países de la región, sino que además en la actualidad es más barata, pura y fácil de conseguir...

Fracaso sería que no se mantuviesen Familias en Acción y otros componentes sociales. Fracaso sería que las Farc, como cartel preponderante, resultasen victoriosas al pactar con el Gobierno el silencio sobre la verdad de sus negocios de narcotráfico, sus dineros, las rutas, sus socios, etc. Fracaso grande es mantener su cartel intacto sin que Naciones Unidas ni nadie en la comunidad internacional se moleste por señalar semejante despropósito.

El presidente Barack Obama ha dicho varias veces que Estados Unidos continuará apoyando a Colombia, ¿pero realmente el país sigue siendo una prioridad para el gobierno norteamericano teniendo en cuenta que los ojos en este momento están fijos en la situación de México?

El presidente Obama enfrenta en este año electoral la decisión de convalidar o no el acta de defunción del Plan Colombia para apoyar nuevas políticas que triplicaron la producción de coca enviada a Estados Unidos, por razón de las exigencias del mismo cartel que las produce y comercializa: las Farc. Que Estados Unidos avalara, sin contraprestación alguna, la amnistía a un grupo terrorista, supercartel de drogas, socio de Al Qaeda y Chapo Guzmán, sería un hito.

¿Pero no cree que la firma de la paz con las Farc implicará una disminución del narcotráfico?

No hay una sola línea en los acuerdos que indique eso. Al contrario, todo favorecerá a las Farc como cartel y a sus socios del narcotráfico, amparados bajo un cese al fuego y un estatus político. No son meras especulaciones. La mala fe de las Farc es evidente al exigir la verdad como eje de una paz duradera, mientras calla todo lo pasado y presente de su estructura mafiosa. Lo que ganó la guerrilla en la mesa es el lavado de su cartel.

¿Debería replantearse el Plan Colombia con miras al posconflicto, en aras de una consolidación de la presencia del Estado en las regiones, más allá de lo militar?

Replantear es un nuevo eufemismo para expresar la muerte del Plan Colombia y el surgimiento de otra cosa completamente distinta. El Plan no esperó un posconflicto para dar respuestas sociales como Familias en Acción. Tras cancelar de hecho el Plan, el presidente Santos ha tomado un nuevo rumbo en el cual el tema de la droga no interesa más al Gobierno colombiano. Esto habrá que llevarlo ante el Congreso de Estados Unidos como un proyecto enteramente nuevo. Habrá que vender entonces al pueblo americano la tesis de la transformación de las Farc, sin que ellas hayan entregado ni confesado la mínima parte de sus actividades y ganancias del narcotráfico. Todo esto, en un año electoral particularmente turbulento para el presidente Obama e Hillary Clinton.

¿Definitivamente va a estar en la conmemoración de los 15 años este 4 de febrero en Washington? ¿Qué le dirá al presidente Juan Manuel Santos cuando se lo encuentre cara a cara?

Aunque este aniversario marque el entierro del Plan Colombia es una cita que, como padre de la exitosa iniciativa social y militar, debo atender. Voy a la Casa Blanca a una feliz celebración, pero también a una triste despedida. Cuando me encuentre en Washington con el presidente Santos tal vez le puedo decir: “Señor presidente, ¿leyó mi entrevista en El Espectador?”

Por Hugo García Segura / Marcela Osorio Granados

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