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Un trasteo presidencial

Libros y cuadros regalados, ropa y un perro son parte de la mudanza de la familia presidencial.

Andrea Forero Aguirre
04 de julio de 2010 - 09:30 p. m.
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Repentinamente, hombres vestidos de overol azul con la marca Mr. Clean S.A. en la espalda entran y salen de la Casa de Nariño sin alterar su tradicional e impecable estética. Sigilosamente, como tratando de no molestar, cruzan por los pasillos otros trabajadores untados de pintura color almendra.

En el segundo piso, en una acogedora oficina decorada con plantas y flores, trabaja María Doris Marulanda. Su prioridad es cumplir el deseo del presidente Álvaro Uribe Vélez y su esposa: entregar el Palacio en perfectas condiciones a su sucesor, Juan Manuel Santos, y familia.

La experiencia en hotelería como gerente del Hotel Charleston de Bogotá, del grupo Pedro Gómez y Compañía, le permitió a María Doris Marulanda ser escogida por la señora Nohra Puyana de Pastrana —durante el gobierno de su esposo, Andrés Pastrana— para manejar la Casa de Huéspedes en Cartagena. A su llegada a Palacio la señora Lina Moreno de Uribe la dejó en su cargo.

Cuando concluyó el primer gobierno del presidente Álvaro Uribe, María Doris Marulanda reemplazó a la señora Gloria Jaramillo de Ricaurte, quien trabajó por 32 largos años en la Presidencia de la República como Asesora del Grupo de Salones de Estado y Casa Privada en Palacio.

Nacida en Pereira, pero educada en el colegio bogotano Marymount, Marulanda se adaptó rápidamente a la familia Uribe. La Casa de Huéspedes de Cartagena es el lugar donde el Primer Mandatario llega con sus invitados especiales. Es un sitio abierto, de clima cálido, de manteles coloridos y muebles en materiales tropicales. En Bogotá reside y trabaja el Jefe de Estado. Se trata nada más y nada menos que de Palacio, con muebles y obras de arte que son patrimonio nacional.

Se supone que cada mandatario le imprime su sello personal a la Casa de Nariño, pero doña Lina conserva la Casa Privada, es decir, el espacio donde vive la familia presidencial, prácticamente como la dejó su antecesora.

“Lo único que trajo doña Lina fue a Mao”, dice la asesora de Salones de Estado. Mao Referendo es un perro pug que sus amigas de Medellín le enviaron a la Primera Dama en un vuelo de Avianca hace varios meses. Dicen que la señora Moreno lo bautizó así porque si su esposo tenía su referendo, ella quería tener el suyo.

En medio de risas, Marulanda, la cómplice del trasteo de la Primera Dama, cree que la mudanza de los Uribe será muy fácil. Más allá de Mao y la ropa de cada uno, la lista se reduce a regalos guardados especialmente. “Como el señor Presidente y su esposa son muy buenos lectores, la gente que los admira y los quiere les regala muchos libros”. La selección ya comenzó, algunos textos los han llevado para su casa en Río Negro (Antioquia) y otros han sido donados a fundaciones.

Cuadros del Jefe de Estado montando a caballo serán infaltables en el trasteo. Son obras hechas por ciudadanos de diferentes regiones del país que, conociendo el gusto del Mandatario, quisieron tener un detalle con él. Y como tienen un significado tan especial para el Presidente, se planea hacer una exposición itinerante por los pueblos de Colombia que posiblemente lleve el nombre de “Agradecimiento”.

Antes del 7 de agosto, día de la posesión del presidente Juan Manuel Santos, el trasteo de doña Lina habrá sido llevado de Palacio por la firma Portan Internacional, contratada por ellos mismos.

De sólo pensarlo, a María Doris Marulanda se le corta la voz. Habla con nostalgia de lo mucho que extrañará a sus jefes. “Los quiero mucho. Uno se apega a ellos. Cada vez que subo a almorzar los veo en el comedor, tan cálidos y amables”, dice.

Marulanda recuerda que hace unos días, durante el recorrido por la Casa de Nariño de un grupo de niños de colegio, uno de los pequeños se encontró a la Primera Dama en un pasillo y le pidió ver al Presidente. Ella le dijo que él no estaba en Bogotá y le contó: “Él es igualito a todos, se levanta, desayuna, almuerza, come y se acuesta. Lo único es que tiene un cargo especial”.

Desde ya la asesora del Grupo de Salones de Estado dice con ternura que así como los funcionarios extrañarán al Presidente, él va a añorar la sopita de las tías hecha de carne de cerdo picada, fríjoles, arveja, zanahoria y cilantro.

Mientras tanto, los próximos 33 días Marulanda procurará hacer una revisión exhaustiva para que el Palacio quede perfecto. Los jardines están en mantenimiento, las alfombras están resplandecientes y los salones que no han tenido ocupación se han ido pintando del tradicional color almendra, del que se aparta el despacho de la señora Lina, que lleva un azul hortensia que dejó la ex primera dama Nohra Puyana de Pastrana y que combina con los muebles. Quedará intacto.

En el despacho del Presidente ya no estarán más sus caballitos de colores sobre una esquina del escritorio ni sus dos mapas de Colombia, el político y el topográfico, para demostrarles a sus invitados que conocía el país de punta a punta.

aforero@elespectador.com.

Por Andrea Forero Aguirre

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