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Piedad Córdoba tiene 65 años, muchos de ellos dedicados a la política, muchos dedicados a la paz. Aunque tiene la serenidad que da la experiencia, no deja de lado la vehemencia y el fervor cuando de denunciar o sentar su posición se trata. Si bien permanece alejada del que otrora fuera el partido que presidió –tanto que intentó lanzarse por firmas y se vinculó a movimientos como Marcha Patriótica–, hoy reivindica que no la han expulsado del liberalismo y critica a sus actuales directivas, en particular a César Gaviria.
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Incluso, dice que si mañana quiere volver al Congreso, escenario que hizo suyo por casi dos décadas, no pueden negarle al aval. En Disidentes Políticos habló de su distancia con las Farc, de sus esfuerzos por la paz y de su experiencia al montar rancho aparte del liberalismo. Se declara convencida de que mucha gente “le copia”.
Es sobrina de Diego Luis Córdoba, un destacado político chocoano de talante liberal. ¿Qué tanto influyó para que se inclinara por la política?
Realmente con mi tío no tuve mucha relación. Estaba muy pequeña cuando él se murió. Mi mamá era liberal sin ser militante, mientras que mi papá era conservador, alvarista, además. Aunque era un intelectual, tampoco fue militante. Fue profesor de mucha gente de ellos. Pero siempre fui muy independiente. Fui progresista.
En mi casa había mucho rechazo por dos cosas: política y religión. Allá no se hablaba de eso. Yo sí me interesé y me incliné por el Partido Liberal, por iniciativa personal.
¿Qué le interesó del liberalismo?
En esa época (años 80) me escuchaba los discursos de William Jaramillo en el Congreso y me gustó. Lo busqué y me afilié a su movimiento. Éramos ‘jaramillistas’ y de ahí me fui entroncando con el partido. Aunque fue muy difícil para mí. Tenía iniciativas que eran muy controversiales para ellos. Desde esa época decía que teníamos que hablar de un proceso de paz, promoví leyes de parejas del mismo sexo, la interrupción del embarazo por las causales que dijo la Corte Constitucional y el tema afrodescendiente. No tenía ningún apoyo.
¿Qué la atrajo de Jaramillo? ¿Se podría decir que él era un ‘rebelde’ de lo que en ese entonces era el partido?
Sí, eso. También hay que decir que era un tipo rico, de plata. Se metió a la política porque le interesaba Antioquia. Éramos de la misma universidad (Pontificia Bolivariana de Medellín), pero obviamente yo era mucho menor que él. Podía ser casi que su hija.
Era un tipo muy correcto, muy pulcro e incorruptible. Aprendí mucho de eso. Aun cuando llegué a su movimiento después de muchos otros, William me ayudó y me apalancó. Fui su mano derecha en la Alcaldía de Medellín. Una vez, cuando ya estábamos terminando esa administración, me invitó a almorzar y me dijo: ‘Usted va a tener muchos problemas, porque es negra, es de izquierda y es mujer’. Y, efectivamente, eso fue como una sentencia.
¿Influía el partido? ¿O la filiación era con Jaramillo?
Sí, claro. Cuando fui elegida representante a la Cámara llegué a Bogotá y ya conocía a (Horacio) Serpa y a (Ernesto Samper), pero no estaba cerca a ellos. En mi primer año fui elegida la mejor congresista y me eligen codirectora del partido por Julio César Turbay, sin ser amiga de él. Me dediqué mucho al partido, porque creía en ellos y que el liberalismo podía jugar un papel importante, pero era difícil por la cantidad de intereses regionales que había.
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Fue elegida codirectora en 2003. ¿Cómo fue llevar la batuta?
Recorrí todo el país y lo hice sin interés de acumular votos para mí, sino para fortalecer el partido. Hay más gente liberal que Partido Liberal. Quería que el partido se fortaleciera, que recogiera causas que comenzaba a encarnar movimientos como el Polo. Logré llevar a muchos dirigentes populares.
Saqué la resolución para que en las listas tuvieran que estar mujeres. Hice una consulta para elegir las directivas. Fui la que mayor votación saqué, por encima de todos los que tenían la maquinaria, como (Juan Fernando) Cristo, Juan Manuel López, Germán Vargas o la misma Viviane Morales. Les gané y se propusieron hacerme zancadilla.
Llegó a ocupar luego la presidencia del partido más antiguo del país. Ya como la líder, ¿cuál fue su bandera?
A mí me renunció un secretario dizque porque yo estaba llevando al liberalismo al Partido Comunista y eso no era cierto. Estaba tratando de que el partido volviera a llenarse de gente que interpretara las causas del pueblo. Fue muy difícil, me dejaron sola en las elecciones, pero logré elegir a la mayor cantidad de gobernadores, alcaldes, concejales y miembros de juntas de acción comunal, al punto que me di una pelea para que el partido financiara los candidatos y no que la gente fuera a rebuscarse la plata por todos lados. Muestra de ello fue la pela que me di con Juan José Chaux para que fuera gobernador del Cauca.
¿Esa soledad que sintió explica su aislamiento con el liberalismo?
Me aislé porque la persecución ya era mucha. Cristo se alió con los otros miembros de la dirección y me tumbaron de la Presidencia cuando realmente me la había ganado con voto propio. Eran muchos los obstáculos para mí.
Sin embargo, no me he salido del partido, nunca he renunciado. Es más, hubo un momento en el que pidieron que me echaran por el tema de la paz con las Farc. Fue cuando salieron los correos y el tema del escándalo por el computador de Raúl Reyes. Me iban a expulsar, pero no lo hicieron. Me distancié mucho porque no había ningún apoyo, no se podía hacer nada.
Luego llega César Gaviria a la dirección e incluso, actualmente ocupa ese cargo. ¿Qué tanto se acercaron o alejaron figuras como él a las ideas que usted impulsó?
En 2005 hubo una convención del partido en Medellín y yo no pensaba ir. Finalmente me convencieron. Hice una intervención muy fuerte oponiéndome a que Gaviria fuera presidente, pero Serpa le entregó el partido. En esa convención logré que todo mundo estuviera de acuerdo con eso.
Pero Gaviria llegó a decir que me deberían expulsar porque era de las Farc, cuando yo lo que estaba haciendo era la liberación. Él se portó bien conmigo cuando dijo ‘Piedad tiene que hablar’ y hablé. Dije ‘aquí estoy para que me expulsen’. La gente se paró y me aplaudió. Pedí explicaciones de por qué había gente vinculada con el paramilitarismo del Urabá. Simón tuvo que salir de la reunión. Me opuse de frente a que Gaviria dirigiera el partido, no fue a escondidas.
Su labor a favor de la paz y una solución negociada llevó a que arreciaran los señalamientos. ¿Esa lucha le costó no seguir con el apoyo liberal?
Claro y ahora resulta que la causa que yo atendí con tanto ahínco la recogió Cristo, que se volvió el adalid de la firma de la paz con las Farc. Cuando yo lo hacía era malo, pero cuando a ellos les conviene era bueno.
Luego vino la destitución del exprocurador Alejandro Ordóñez. Y desde 2012 abanderó Marcha Patriótica que, aunque era de izquierda, traía el lastre de ser cercano a las Farc...
Fui de las fundadoras de Marcha Patriótica porque estaba convencida de que era gente mucha gente de región. Soy sincera, lo digo con toda la franqueza, yo no sabía que muchos de ellos tenían vinculación con las Farc. Tan era así que financié en muchas partes la movilización y reuniones que hubo. No sabía que por debajo había gente que le obedecía directamente a Carlos Antonio Lozada o Timochenko.
Fue muy difícil con el transcurso del tiempo. Yo sí estaba de una manera transparente, con otros intereses, pero muchos de ellos sí sabían para dónde iban y decían que a mí no me podían dar juego porque era liberal.
Si se buscan los correos de Manuel Marulanda él dice que yo soy una liberal y a mí no se me puede creer, cuando yo me estaba dando una pela tan dura por el tema de la paz. A mí me dieron palo por todos lados.
Es decir, la paz le costó tanto con Marcha Patriótica, como con el liberalismo y hasta el paramilitarismo...
Todos, eso es cierto. Después me aislé de Marcha, porque para mí fue muy decepcionante. Cuando empecé a recoger firmas para ser candidata presidencial no contesté llamadas, no tenía por qué comentar una decisión mía. No era candidata de ellos. A mí me quería mucho la gente de base de Marcha, porque me di muchas peleas. Pero los de las Farc no me ayudaron en nada y se dieron a la tarea de llamar a la gente para que no firmara. No quería ser candidata de ellos, no tengo nada que ver con las Farc, ni me interesa. Lo digo con toda franqueza.
¿Cómo fue esa experiencia de recoger firmas e impulsar su movimiento propio, que fue Poder Ciudadano?
Ese movimiento lo inscribí dentro del Partido Liberal. Fue muy decepcionante porque di mucho de mí, di todo, y nunca me imaginé que ellos mismos me hicieran la guerra, por falta de experiencia, porque no conocía la dinámica de las Farc. Siempre he estado en el Partido Liberal, pero desde otra óptica. Quiero mucho el partido y mucha gente en este momento me llama para que vuelva al partido. Pero yo me pregunto, ¿cómo hacemos si Gaviria se adueñó del partido? Es muy difícil.
¿Y por todas esas experiencias no concluye que es mejor montar rancho aparte?
No. Sigo vinculada al partido. Creo en el partido y creo que Gaviria no es la persona para dirigirlo, porque lo tiene como una franquicia y los parlamentarios le tienen miedo. Si no le hacen caso les quita el aval. A mí eso me importa un reverendo comino. Si mañana quiero volver a ser senadora no me pueden negar el aval.
Es decir, ¿aún cree en el partido?
Hay que fortalecerlo. Lo que hay que hacer es la tarea de recoger el partido. Hay mucho liberalismo, lo que no hay es partido. La gente no le copia a Gaviria y hay algo claro: el partido recibió, de manos de Simón Gaviria, plata de Odebrecht. Que hayan tapado todo porque tienen poder es otra cosa. Yo soy liberal, seguiré siendo liberal y en la medida en que pueda o vea posibilidad impulsaría el Partido Liberal.
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¿Vale la pena esa pela, sobre todo ante esos cuestionamientos?
Ellos se tienen que ir y dejarnos tranquilos con el espacio para recuperar el partido. Lo garantizo y lo digo con toda certeza: si yo vuelvo a tener la membresía y la preponderancia, mucha gente me copia.
Si fuera la presidenta del partido en este momento crece, se robustece y gana. Y es por una cosa sencilla: no tengo intereses de puestos, ni de contratos. Creo en los partidos, creo en el mío y me duele. Te juro que el partido se vuelve el más importante, pero no podemos estar en un partido donde un señor lo tiene para hacer negocios y contratos, favoreciendo a su hijo. Que le explique al país y al partido por qué recibió plata de Odebrecht.
¿Cómo usted siendo tan liberal y su hijo (hoy senador) resulta con la Alianza Verde?
Muy sencillo. Yo a él le dije cuando se lanzó la primera vez: no te van a apoyar. Te van a obstaculizar. Van a hacer que no salgas y pasó todo lo que dije. Él me dijo que no éramos iguales, que yo tenía mis peleas y él otras. Igual le dije ‘no vas a salir’. Después de todo lo que le hicieron en el partido se fue con los verdes.
“Disidentes políticos”, una muestra de la crisis de los partidos
El Espectador lanza “Disidentes políticos”, una serie de entrevistas que se publicarán de forma semanal para dialogar con aquellas figuras que, tras permanecer años en un movimiento político, resolvieron dar un paso al costado, montar rancho aparte y lanzar su colectividad propia.
El fenómeno no es nuevo y, de hecho, se ha intensificado con el pasar de los años. Casos recientes como los de los senadores Roy Barreras, Rodrigo Lara, Armando Benedetti y Jorge Robledo evidencian la crisis que viven los partidos.
El boom de los grupos significativos de ciudadanos es otra de sus muestras. Si bien no son movimientos políticos con proyección a largo plazo, estas organizaciones, basadas en la recolección de firmas, se han ido consolidando. Apenas en las pasadas elecciones regionales, 1.253 candidatos apostaron por esta modalidad. En las presidenciales también se hicieron sentir y hay ejemplos como los de Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Clara López y Germán Vargas Lleras.
¿Quién más merecería estar en este espacio de “Disidentes políticos”? Escríbanos a jgonzalez@elespectador.com