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En el primer año y medio de Iván Duque, la salud pública no fue la prioridad en la agenda, particularmente en lo que se refiere a temas intersectoriales como el etiquetado de alimentos, los impuestos saludables o la aspersión de cultivos ilícitos con glifosato. Esto, sumado a décadas de poco interés por la salud pública, obligó al país a desarrollar en seis meses, bajo circunstancias extraordinarias, la capacidad que por décadas fue negligida.
Dado que las decisiones se deben evaluar a la luz de la información disponible, a continuación hago una descripción general, no exhaustiva y siempre provisional, de la respuesta del Gobierno a la pandemia.
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Los aciertos
1. Cierres tempranos: esta medida fue fundamental. Otros investigadores difieren, pero la cuarentena entre el 24 de marzo y el 13 de abril permitió que, con menos de 3.000 casos reportados en ese momento, la transmisión se mantuviera bajo control mientras el país se preparaba.
2. Creación de capacidad: la capacidad de las unidades de cuidado avanzado se expandió desde febrero e incrementó en 33 % (incluyendo la adquisición de 2.468 respiradores); las de cuidado intermedio, en 12 %, y la de hospitalización general, en 7 %. Así mismo, siete laboratorios departamentales de salud pública fueron habilitados para hacer pruebas moleculares de SARS-CoV-2 desde marzo. El desarrollo de esta capacidad es un esfuerzo conjunto del Ejecutivo y los gobiernos locales, lejos de ser un juego de suma cero. La cooperación es fundamental y la creación de capacidad cuenta como un acierto del Gobierno.
3. Información pública: desde el inicio de la epidemia, el Instituto Nacional de Salud (INS) ha presentado toda la información sobre casos identificados y sus características (datos analizados y crudos). Proveer datos crudos es costoso en términos de las capacidades requeridas (creación de plataformas, por ejemplo) y es poco conveniente políticamente si uno no está haciendo las cosas bien. Así mismo, es una muestra de transparencia que ha estado ausente en otros países de la región y demuestra una relativa organización en los sistemas de información (con sus problemas, por ejemplo, en la rapidez de reporte). Esto ha permitido que múltiples analistas evalúen esos datos e informen al público y al Gobierno mismo sobre el avance de la epidemia.
4. Ingreso solidario: a pesar de sus conocidas limitaciones, montos relativamente bajos y dificultades iniciales, el trabajo de Planeación Nacional creando Ingreso Solidario es admirable. Es un sistema para proveer transferencias monetarias a 2,5 millones de hogares pobres o vulnerables que no son beneficiarios de otros programas. Se creó en menos de seis meses un sistema que en circunstancias diferentes hubiese tomado años y que es pieza clave para reducir el impacto de la pandemia, al reducir la movilidad efectiva del sector informal de la economía, que es el más susceptible de adquirir la infección.
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5. Elección del ministro de Salud y ratificación de la directora del INS: a pesar de que estas decisiones se tomaron antes de saber que íbamos a afrontar una pandemia, la elección del ministro Fernando Ruiz y la ratificación de la directora del INS, Martha Lucía Ospina, fueron muy acertadas. El hecho de ser técnicos y conocer muy bien el sector ha facilitado que tomen medidas correctas, a pesar de las presiones externas.
6. Gerencia del COVID-19: la creación de una gerencia del COVID-19 fue acertada, pues articula la respuesta intersectorial para manejar la pandemia. Existe un organismo que en teoría podría haber cumplido esa función: la Comisión Intersectorial de Salud Pública, pero nunca tuvo un rol importante y en el momento en el que llegó la pandemia era necesario tener un mecanismo de articulación rápido para la gestión. Ojalá esta función, con el tiempo, pueda ser trasladada, al menos parcialmente, a dicha Comisión y que adquiera la relevancia que no ha tenido.
Un producto importante de esta gerencia es la Estrategia PRASS, fundamental en el segundo semestre del año, porque un buen sistema de pruebas, rastreo y aislamiento de casos y contactos es clave para contener la transmisión en el mediano plazo. Queda la duda acerca de las barreras que la estrategia enfrentará en cada entidad territorial una vez arranque en forma, así como su capacidad de gestionar fondos que pueda obtener para apoyar a entidades territoriales con menor capacidad, pues son estas las que, en últimas, ejecutan la estrategia.
Los desaciertos
1. Continuación de cierres como instrumento primordial: sin duda, los cierres iniciales mantuvieron la transmisión bajo control durante el primer semestre. Pero su continuación, en lo que parece ser una cadena indefinida de cierres en diferentes modalidades y con diferentes excepciones, prueba ser terriblemente costosa para el país en el mediano plazo.
Si bien la pandemia en sí misma afectará la economía en 2020, tal como lo muestran las cifras de contracción económica de países que no han realizado cierres nacionales, como Brasil, no se puede negar el costo adicional que representan los cierres. Esos costos los enfrentan especialmente trabajadores informales y se evidencian en un reporte reciente que predice un retroceso de veinte años en reducción de la pobreza. Interrumpir o cambiar la estrategia de cierres no es fácil, pero el Ejecutivo y los gobiernos locales deben encontrar el punto óptimo para minimizar tanto el impacto de la epidemia como el de las medidas de mitigación.
2. Articulación entre Gobierno nacional y locales: la articulación se ha visto afectada por la competencia de liderazgos. Si bien es normal y en algunos casos hasta deseable, se ha vuelto problemática al ser visibilizada por los ciudadanos como el resultado de una pobre articulación entre ambos niveles de gobierno, corriendo el riesgo de que las decisiones de política se perciban como alineadas con posiciones ideológicas. Esto ocurrió con el uso de máscaras en Estados Unidos y lo vimos en el país con la petición del alcalde de Medellín, Daniel Quintero, de personal médico al gobierno de Cuba. La falta de articulación afecta irremediablemente la legitimidad de las medidas, y el Ejecutivo debe hacer un mayor esfuerzo por coordinar actividades y mensajes.
3. El nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación: si bien el nuevo Ministerio apenas fue creado en enero, se esperaba que realizara un trabajo más activo en el manejo de la pandemia. Por fuera de la Mincienciaton, que resultó ser un proceso poco transparente de convocatoria y evaluación, el rol de Minciencias ha brillado por su ausencia, particularmente en su capacidad de articular a investigadores nacionales con fuentes de financiación pública, internacional o con el sector privado.
Por ejemplo, los investigadores colombianos que están trabajando en pruebas LAMP —una tecnología que se está desarrollando en otros países de Latinoamérica para hacer pruebas menos costosas y con menos equipo que las pruebas tradicionales— no han recibido atención alguna de Minciencias. Otro ejemplo es el caso de las vacunas, pues una alternativa que se ha planteado (dada la capacidad limitada de producción internacional) es crear una local a gran escala. Esto solo es posible mediante alianzas público-privadas que involucren universidades y centros de investigación. Hoy la coordinación y el desarrollo de esa capacidad, que deberían ser liderados por Minciencias, no parecen haber sido discutidos.
4. La estrategia de mediano y largo plazo: hasta hoy no hemos visto una estrategia clara de mediano y largo plazo para manejar la epidemia. Por supuesto, el nuevo coronavirus nos tomó por sorpresa y todas las entidades del Gobierno tuvieron que adaptarse. Pero seis meses después es necesario desarrollar una estrategia para construir una respuesta integral y que no continuemos “apagando incendios” indefinidamente. Su ausencia constituye una barrera para aprovechar las ventajas y resolver las desventajas con las que el país recibió la pandemia.
*Investigador de sistemas de salud. Johns Hopkins School of Public Health.