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La única gobernación que ganó el Centro Democrático en 2015 fue la del Casanare, con Alirio Barrera. Sacó cerca de 85 mil votos y había sido concejal de Aguazul, de donde es oriundo, en 2004. Desde entonces estaba totalmente alejado de la política. Por eso, su triunfo fue un batacazo a la clase política de un departamento que ha visto pasar en las últimas dos décadas a más de una decena de mandatarios, que no pudieron terminar sus períodos por líos judiciales o disciplinarios. Hoy, a cinco meses de dejar el cargo, en este diálogo con El Espectador, Barrera hace el balance de su gestión, dice que sale con la frente en alto y que pudo demostrarles a los casanareños y al país que se puede gobernar bien, cumpliéndoles a los electores, pese a las dificultades.
¿Cómo llega Alirio Barrera, un hombre de campo, a la política?
Yo fui concejal hace mucho tiempo en Aguazul y después me había dedicado a lo que sé hacer: amansar caballos, al coleo, la vaquería, a todo lo que es el tema ganadero y de agricultura, además de negocios como compra y venta de fincas. Conocí al expresidente Álvaro Uribe por lo de los caballos, nos hicimos amigos y fue cuando me hizo la propuesta de que fuera candidato a la Gobernación. Yo no quería, duré mucho diciéndole que no, pero al final decidí meterme. Lo del Casanare fue algo muy atípico en el país, acá se sufrió mucho por la violencia. El departamento estaba dividido en dos bandos, en el cerro operaban las Farc y el Eln, y en la parte plana, los paramilitares. Era una línea divisoria completamente establecida, como dos repúblicas independientes. Después llegó Uribe a la Presidencia e implementó una ofensiva para liberar al Casanare de esos flagelos. Lo bueno es que la gente se ha concientizado y ahora nadie quiere alcahuetear ese tipo de situaciones.
¿Es que antes les alcahueteaban a esos grupos ilegales?
Es que esa gente llega a tratar de hacerse amiga de todos, arreglando los problemas, acabando con los ladrones. Así permearon a toda la sociedad y obligaban a pagar impuestos por todo, por una canasta de cerveza, por una cabeza de ganado, por una hectárea de arroz, por un taxi, por una buseta. Todo eso se acabó con la ofensiva de Uribe, que duró seis años, al término de los cuales no se sabía qué era un paramilitar o un guerrillero. La gente quedó muy agradecida con su política de seguridad porque permitió reactivar el comercio. Casanare se volvió entonces atractivo para la inversión, se hicieron centros comerciales, llegaron los almacenes de grandes superficies, hoteles de cadena. Hoy es el departamento más productivo del país por habitante. Nuestra economía siempre se basó en el tema petrolero y nuestra apuesta fue tener una economía propia y sostenible diferente. Hemos hecho alianzas productivas, donde a la gente se le da el plante para que arranque a trabajar, se le hace un acompañamiento, un seguimiento y asistencia técnica para que empiece a producir y se le abren los mercados. Somos los mayores productores de arroz, el segundo de palma, estamos sacando la mejor piña, buen cacao, excelente café, lulo, aguacate, mora. Somos igualmente el segundo hato ganadero de Colombia, con más de dos millones de cabezas.
¿Cómo es eso de que Casanare ha tenido más de diez gobernadores en las últimas dos décadas?
Por lo de las regalías, el departamento fue muy apetecido para todos los bandos. No porque la gente quisiera, pero como el dominio lo tenían los grupos al margen de la ley, cada uno en su territorio decía quién podía ser candidato y quién no. El primer aval que tenían que buscar era el de los ilegales y obviamente, quienes llegaban lo hacían con unos compromisos, que eran obligados. Citaban a reuniones a alcaldes y hasta gobernadores, y el que no fuera era declarado objetivo militar. Eso llevó a que se cometieran muchos errores por tratar de cumplir esos compromisos. De 2004 a 2015 fueron 11 gobernadores. Fue difícil enfrentar esa situación, pero gracias a Dios llegamos y hoy soy el gobernador que más ha durado en el cargo, sin una sola investigación y posicionando al Casanare en temas de educación, en transparencia, en cobertura y calidad en salud, en manejo de PAE, en educación superior pública.
¿Cómo hizo? Porque se sabe que cuando llegó a la Gobernación encontró la olla raspada…
El secreto es Dios, a quien siempre pongo por delante. Fue difícil, encontramos un departamento absolutamente desordenado, con 1.180 alertas por malos procesos administrativos, que hemos logrado bajar a 53, de las cuales si mucho unas 20 se han dado en mi mandato. Nos dejaron una deuda de $127 mil millones, por la cual hemos tenido que responder, lo que implicó disminuir el presupuesto a un 17%. Pero logramos pagar esas deudas, además de las ambientales, de impuesto predial, por temas judiciales. También nos tocó terminar las obras inconclusas, algunas de más de 15 años, como el Parque del Agua, y hacer otras nuevas, como la nueva sede del SENA en Paz de Ariporo. Estamos en el proceso de recuperación de Unitrópico, la universidad de los casanereños, en la que se habían gastado casi $60 mil millones del departamento en una alianza con los privados, pero que por ley pasará a ser pública para beneficio de la gente. Hemos pagado las deudas y no hemos endeudado al Casanare.
¿Y de quién se ha rodeado? ¿Cómo ha hecho para transmitir ese mensaje de transparencia?
Es que como uno viene del sector privado, sabe que cualquier pesito hay que cuidarlo y que todo hay que ponerlo a producir. Cuando yo llegué encontré las empresas del departamento quebradas. Capresoca, la EPS, prácticamente intervenida; a Enerca, la empresa de energía, la recibí con Superintendencia a bordo; el IFC, que es el banco de la Gobernación, listo para liquidarse. Todas las hemos recuperado, están funcionando y siendo eficientes, ubicadas entre las mejores a nivel nacional. Aquí había una burocracia muy grande, donde todo mundo tenía carros y celulares, y se redujo casi en un 40%. Es una visión diferente que implica costos políticos, pero hay que asumirlos. Demostramos que sí se pueden hacer bien las cosas. Cambiamos esa idea de la gente de que el gobernador o el alcalde llegaban a gastarse lo que había. Son cuestiones de gestión e incluso hemos hecho relaciones con China, Israel o Estados Unidos para traer inversión. En diciembre, con el Colombia Travel, tuvimos 200 empresarios de todo el mundo visitándonos y hoy se están cerrando negocios con ellos. Hemos logrado avanzar, no nos dedicamos solo a gastar el presupuesto sino a mirar cómo le generamos otras entradas al departamento y cómo lo proyectamos en turismo. Casanare ha subido casi en un 300% sus visitas. No nos tenían dentro de la fiesta del Bicentenario, donde nació la campaña libertadora, donde nació el Ejército Nacional, y logramos que la mayor inversión de esa celebración se hiciera aquí.
Con lo que usted dice, hay que pensar también que la firma del Acuerdo de Paz con las Farc fue también beneficiosa para el departamento, ¿cómo está hoy el tema de la seguridad?
Como le dije, con el gobierno del presidente Uribe tuvimos un descanso. De 2010 o 2011 en adelante, el Eln empezó a hacer pequeñas incursiones, pero ya no con la fuerza de antes. Tratan de asustar la gente con panfletos y amenazas. Durante los diálogos con ellos y los ceses al fuego, comenzaron a llegar por el sector de la cordillera, aunque la Fuerza Pública siempre ha estado atenta. Es claro que el radio de acción no es ni el 30% de lo que tenían antes. Lo que hacen ahora es que citan la gente a Arauca o a Venezuela, para extorsionarla. En esto hay un sinsabor. Se conoce también que los nuevos grupos paramilitares o las bacrim han tratado también de incursionar desde el Meta, pero han sido neutralizadas. Y unos reductos de las llamadas disidencias ha tratado de llegar por el norte del departamento, pero tampoco ha tenido la fuerza suficiente. Debo decir que la presencia activa y grande, como tenían antes, no llega ni al 5%.
Usted es gobernador por el Centro Democrático, ¿cree que fue un acierto la firma del Acuerdo de Paz con las Farc?
Todos queremos que haya paz y que se arregle ese problema lo antes posible para que dejemos de matarnos entre los mismos colombianos, pero cuando uno ve tanto desorden, a las disidencias y otros grupos ilegales tratando de incursionar nuevamente, eso es lo que no gusta. Si las cosas se dan de buena manera, y respetando los derechos de la población civil, se podría decir que fue bueno.
¿Casanare tiene problema de cultivos ilícitos?
No, nunca hemos sido territorio propicio, ni en cultivos ni en narcotráfico. En lo que sí hay preocupación es en el microtráfico por esa libertad que hay para el porte y el consumo. Hay pueblitos donde antes no sabían que era eso y ahora muestran altos índices de consumo.
¿Qué ha implicado para el departamento el hecho de ser fronterizo con Venezuela?
Los migrantes llegan a Arauca y no encuentran asiento, por lo que avanzan hasta Yopal. Por las carreteras de Casanare se ven todos los días cantidad de venezolanos y muchos se quedan en los municipios. Ha sido un tema difícil y es algo que hoy, de una manera u otra, afecta la economía del departamento. Hay mucho vendedor informal, otros son utilizados para temas laborales a muy bajo costo. Muchas personas en lugar de pagar un salario mensual a un colombiano prefieren pagarle a un venezolano $100 mil, darles comida y listo. En el campo casanareño hay mucho profesional venezolano, ingenieros, agrónomos, veterinarios, quienes se ganan $500 mil. Y hay que decirlo, también con ellos ha llegado cierta inseguridad.
Hay una cifra negativa para el departamento y es la de la violencia intrafamiliar, ¿qué puede estar pasando?
Me dijeron que éramos primeros en las estadísticas de ese tema y yo dije que me gustaba esa cifra. ¿Por qué? No es que se haya incrementado el índice de violencia intrafamiliar sino que, a través de las campañas que hemos hecho, se está denunciando más. Hemos ido a los barrios a concientizar a la gente, a los colegios, hablamos con las madres cabezas de familia, se facilitaron los mecanismos para presentar dichas denuncias, se hicieron centros de apoyo y campañas pedagógicas. Casi el 90% de los casos no se denunciaban y ya hay resultados con la Fiscalía. La gente está perdiendo el temor de denunciar.
Siendo una región ganadera, ¿cómo está la situación frente al abigeato?
En eso necesitamos mucho el apoyo de la Fuerza Pública y hay un problema. El decreto 1500 que sacó el Gobierno, en su momento lo que hizo fue cerrar una serie de mataderos que venían funcionando medianamente bien, con algo de asepsia, pero al acabarlos, lo que hizo la gente fue empezar a sacrificar las reses en los potreros, en las fincas y en los lotes de las casas. Eso dio también para que los llamados “cachilaperos”, como les llamamos nosotros a los que se roban el ganado, tengan mucho más campo de acción. Si bien esa situación ha disminuido comparado con años anteriores, todavía se presenta. Es decir, fue peor el remedio que la enfermedad y con el presidente Iván Duque se está trabajando una resolución para tratar de cambiar las cosas, porque es que la ley pretende que un municipio como Aguazul, por ejemplo, tenga un frigorífico calidad exportación y es muy difícil. Duramos toda la vida comiendo carne que se manejaba en congeladores, con todo controlado, donde iba la policía cuando iban a matar el ganado, con supervisión del ICA, con visitas de la Secretaría de Salud periódicas, para pasar a algo absolutamente clandestino y con nada de salubridad. Van en la noche, se roban la vaca lechera que tiene alguien, la matan de un macetazo, le sacan la carne y dejan tirado el cuero, la cabeza y las patas. La idea es que el decreto defina unos niveles, por ejemplo, para los mataderos que son de autoconsumo y los que son de calidad exportación. No nos pueden calificar a todos con el mismo racero.
¿Cómo le ha ido toreando a esa clase política enquistada y seguramente molesta por haber perdido el poder?
No ha sido fácil. Como usted lo dice, se trata de gente que no quiere renunciar a sus privilegios y trata de resurgir. Me ven como su enemigo sin yo serlo. Yo he tratado de trabajar con todos los sectores, de dar participación mirando primero las calidades de las personas y así es que hemos llevado esta administración adelante. En redes sociales se ven muchos ataques, pero no tienen de dónde agarrarse. Hemos hecho una administración transparente, les pagamos las deudas, les terminamos las obras inconclusas, trabajamos con un presupuesto precario y la única forma que tienen de pelear conmigo es que no soy de la capital, soy de Aguazul. Hasta hoy no tengo una sola investigación, yo he sido muy decente y hemos trabajado bien con la Asamblea, tratando siempre de ser conciliador, y con los congresistas.
Ya en la recta final de su mandato, ¿ha pensado en su futuro, va a seguir en política?
Estamos alistando la maleta. Soy un hombre de familia, Dios me ha permitido un hogar muy bonito, con mi esposa y mis tres hijos, y quiero volver a lo mío: amansar caballos, coleo, manejar ganado. Es lo que sé hacer y lo que me gusta. Somos una familia de campo. No se sabe que pueda pasar, pero lo que le pido a Dios es que pueda ser feliz.
Usted estuvo cerca de tres años con Santos y lleva casi uno con Duque, ¿con quién le fue mejor?
Debo decir que en el gobierno Santos siempre fueron respetuosos conmigo, decentes. Con el entonces ministro Aurelio Iragorri tuve una excelente relación, pese a ser de vertientes políticas diferentes, lo mismo que con otros funcionarios y con el mismo presidente Santos. Si hay algo que tengo es que soy agradecido. Ya en materia de inversiones para el Casanare, sin temor a equivocarme, puedo decir que logramos más de un 800% de lo que se hizo en los pasados tres años. Las puertas están más abiertas. Ha sido muy diferente porque hay más confianza. Soy amigo personal del presidente Duque y del expresidente Uribe.