De ministros y “fusibles” en tiempos de crisis

Muchos hablan de la falta de experiencia y peso político del equipo de Duque para afrontar situaciones como la que actualmente plantea el paro nacional.

-Hugo García Segura / @hgarciasegura
05 de diciembre de 2019 - 11:00 a. m.
Agosto de 2018: el presidente Duque posesiona su gabinete, paritario y con un perfil más técnico que político.  / Presidencia
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Analistas y expertos en teoría política están de acuerdo con que, en los gobiernos, los ministros son fusibles, es decir, aquellas piezas que deben ser reemplazadas en tiempos de crisis, porque el costo de permitir que se incendie la casa como consecuencia de un corto circuito es mucho mayor. Y si bien, más que el gabinete, lo fundamental está en el estilo de ejercer la jefatura del Estado, es claro que en un sistema como el colombiano, el conjunto de la opinión pública espera que los ministros sean puentes de comunicación entre ciudadanía y Gobierno. “Los ministros son responsables de la credibilidad oficial y de la misma legitimidad de las instituciones (…) el presidente, como jefe del Estado, es garante de la unidad en medio de la diferencia”, refiere el columnista Augusto Trujillo Muñoz.

No son horas fáciles para el presidente Iván Duque. El paro nacional convocado por centrales obreras y sectores estudiantiles y sociales —al que se han sumado los partidos de oposición—, más la indignación ciudadana, alimentada en parte por el desborde de la represión policial, lo han llevado a plantear una “gran conversación nacional”, que no parece suficiente para calmar la tormenta. Y lo que en un principio fue motivo de elogios, cuando al comienzo de su mandato anunció que el equipo ministerial sería paritario y tendría un perfil más técnico, incluyendo gente del mundo empresarial, alejado de la política tradicional, hoy parece pasarle cuenta de cobro.

Muchos hablan de un gabinete falto de experiencia y peso para afrontar situaciones de crisis, como la que actualmente se presenta. Otros incluso murmuran sobre falta de credibilidad. De hecho, en julio pasado, en el cónclave que el primer mandatario realizó en la hacienda Hato Grande con el fin de evaluar la gestión de gobierno y definir las líneas a reforzar, se supo de un jalón de orejas dado a sus ministros, que de uno en uno pasaron al tablero.

La reunión fue a puerta cerrada, pero, según trascendió, Duque les recalcó que el hecho de ser técnicos no significa que no deban comunicar y dar a conocer las metas alcanzadas. También, que ellos mismos debían “carretear” en el Congreso sus proyectos y no dejarle esa labor solo a la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez; que era prioritario mejorar las relaciones políticas, y que se debía tener liderazgo frente a los temas claves en cada una de las carteras, pues ello no estaba sucediendo y era motivo de cuestionamientos y de que la agenda frente a la ciudadanía la manejara la oposición, lo que se ha traducido en alta desfavoribilidad en las encuestas.

Cuatro meses después, el país vive multitudinarias manifestaciones en contra del gobierno y el reclamado liderazgo no aparece. Incluso, muchos hablan de una falta de coordinación en el gabinete, y hay ejemplos que así lo hacen pensar. Como cuando la ministra de Trabajo, Alicia Arango, expuso las diferencias con el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, por la eliminación del régimen pensional de prima media. “Eso no es lo que piensa el presidente. Nosotros (los ministros) podemos pensar distinto”, dijo. O cuando Gutiérrez, la mininterior, a través de la etiqueta #NoPudieron en Twitter, recalcó que el paro nacional fue convocado con mentiras y su objetivo era tumbar al Gobierno, postura que no ayuda en nada a los intentos de diálogo, pues pone en tela de juicio a los convocantes de la protesta de cara a la “gran conversación” impulsada el presidente Duque.

La historia reciente del país muestra que los presidentes de la República siempre tuvieron a su lado a verdaderos gallos de pelea, que en los momentos difíciles pusieron el pecho y dieron duras batallas ante el Congreso y ante la misma opinión pública. César Gaviria contó con Humberto de la Calle como su ministro del Interior en los tiempos de la Constituyente de 1991, cuando la clase política con asiento en el Legislativo daba la pelea por no dejarse revocar; en las horas aciagas de la fuga de Pablo Escobar y en la crisis del apagón. Horacio Serpa fue, a su vez, quien lideró el barco que mantuvo a flote el gobierno de Ernesto Samper durante el proceso 8.000. Y la administración de Andrés Pastrana contó con Néstor Humberto Martínez para hacer frente al hundimiento de la reforma política para la paz, que buscaba darle facultades extraordinarias para su negociación en El Caguán. También tuvo a su lado a Juan Manuel Santos como minhacienda, para hacer frente a la crisis económica.

Álvaro Uribe tuvo en sus filas a Fernando Londoño, quien incluso llegó a preguntarse en el Capitolio qué clase de cigarrillo se estarían fumando los congresistas cuando aprobaron una reforma que no era de su agrado. Después, Sabas Pretelt de la Vega, más dirigente gremial que político, contra todos los pronósticos supo maniobrar —hasta ilegalmente, según determinó posteriormente la justicia— para sacar adelante la reelección presidencial. Y ni qué decir de los alfiles que conformaron la primera línea de defensa del gobierno Santos, también desde la cartera del Interior: Germán Vargas Lleras, Juan Fernando Cristo, Aurelio Iragorri Valencia y el hoy procurador general, Fernando Carrillo. Hay quienes dicen que la falta de liderazgo en los actuales momentos es tal que Duque tuvo que recurrir a Angelino Garzón, exsindicalista y quien actualmente funge como embajador en Costa Rica, para ayudar en la vocería frente al Comité del Paro, así como Gloria Inés Ramírez, embajadora en Italia, que acompañó recientemente al equipo de gobierno en una reunión con los líderes sindicales.

Por eso, los rumores de un revolcón ministerial pululan de un tiempo para acá, sin que nada se concrete. Porque lo de la salida de Guillermo Botero del Ministerio de Defensa para la llegada de Carlos Holmes Trujillo, que estaba en la Cancillería, es un simple enroque. Y el nombramiento de Claudia Blum en esta última no puede ser considerado revolcón. Por ahora, voces cercanas a la Casa de Nariño dicen que la nueva barajada de Duque se producirá en enero, cuando salgan los actuales mandatarios locales y regionales, algunos de los cuales llegarían al gabinete para darle un segundo aire al mandato presidencial.

El nombre de Miguel Uribe Turbay como reemplazo de Nancy Patricia Gutiérrez sigue sonando insistentemente, y se habla de Federico Gutiérrez y Álex Char, alcaldes de Medellín y Barranquilla, respectivamente. Lo cierto es que el desgaste de fusibles en la casa presidencial es evidente y va siendo hora de que Duque cambie algunos de ellos, si no se quiere que el incendio arrase todo.

Por -Hugo García Segura / @hgarciasegura

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