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El título de este artículo es una de las preguntas que con frecuencia ha podido encontrar, durante los días de paro, cualquier ciudadano que comienza su rutina diaria revisando Twitter. Sin duda, las redes sociales —no solo la del pajarito azul, sino Whatsapp y Facebook— han funcionado como unificadoras en medio de la extensa jornada de manifestaciones que se inició el pasado 21 de noviembre y que ha sacado a tanta gente a las calles con diversas razones para la indignación y el reclamo. No ha habido una programación oficial de las concentraciones; los intentos han sido espontáneos por parte de los diversos sectores que se han encontrado en las ciudades, y estas plataformas han cumplido un papel fundamental.
En Colombia ya había pasado antes. Sobre la marcha en contra de las Farc, ocurrida el 4 de febrero de 2008, es bastante acertado decir que fueron millones los que salieron a mostrar su rechazo en contra del entonces grupo guerrillero, convocados por varios jóvenes a través de una página de Facebook. El poder de internet también quedó en evidencia en las elecciones presidenciales de 2010, cuando, a pocos días de ir a las urnas, Antanas Mockus era el presidente en esa red social, en lo que fue conocido como la Ola Verde. En otros países, la red también fue determinante. Por ejemplo, en las masivas protestas de la Primavera Árabe. Internet fue el perfecto escenario para contrarrestar la censura oficial en los medios de comunicación.
En Chile, en 2011, el movimiento estudiantil y otros sectores sociales usaron Facebook de manera efectiva para expresar opiniones y encontrar un punto de encuentro en torno a varias causas. Lo que ha pasado en Colombia este 2019 es parecido, y tal vez un poco más sofisticado, pues los elementos dispuestos para el análisis son bastante diversos. Además de ser un espacio de reunión, las redes han servido como método de control social del actuar de la Fuerza Pública y como canal de propagación de una cantidad de información falsa que terminó desembocando en una situación de pánico bastante generalizado en ciudades como Cali y Bogotá.
Sandra Borda, profesora de la Universidad de los Andes y magíster en ciencia política, explica que lo positivo de las redes sociales en medio de las movilizaciones es que permiten que los ciudadanos estén más informados. “Más que un lugar de convocatoria, permiten ver cuál es la dimensión del uso de la violencia. Si uno se queda con la versión de los medios tradicionales, pensaría que todas las marchas del jueves fueron violentas y no pasó nada más. Las redes permiten ver que hay muchas cosas sucediendo al mismo tiempo”, señala.
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Y pone un ejemplo reciente: “Durante la marcha del sábado en el centro (de Bogotá) había reporteros y gente transmitiendo lo que estaba pasando. Eso permitió dar cuenta de que el uso de la fuerza de la Policía no estaba estimulado por ningún tipo de vandalismo. Ese día no hubo vandalismo. Son detalles importantes para interpretar la realidad social que a veces no agarran los medios tradicionales”, dijo. El ataque del Esmad contra Dilan Cruz, por ejemplo, quedó registrada en varios videos. Según Borda, el incremento en el uso de las redes sociales también hace que este sea más sofisticado y localizado: “En mi barrio tenemos grupo de Whatsapp y nos enteramos dónde y a qué hora empieza el cacerolazo. Se convierten en movilizadores de comunidades particulares y tienen un efecto multiplicador”.
Al respecto, el analista Carlos Andrés Arias señala que lo sucedido en Colombia en la última semana es un fenómeno de participación social y política moderno y ha mantenido el paro vivo durante tantos días. “El Gobierno no ha entendido que son los jóvenes los que están movilizando las marchas. Hay líderes de opinión en Twitter detonando la movilización, que, además, tienen claridad política. Se metieron con la generación de las redes sociales, que no necesariamente come de retórica ni de discurso”, comenta Arias.
Por su parte, Andrés Lombana, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Javeriana, explica que, si bien en Colombia es pequeño el número de usuarios de redes como Twitter (se estima que hay entre cuatro y cinco millones de cuentas), sí fue una de las plataformas que generaron mayor expectativa frente al paro. “Fue bastante urbano, y por eso las redes han tenido un papel importante en las convocatorias y han sido instrumento para el registro de todo, de las marchas, de los cacerolazos. Los jóvenes son muy hábiles con los celulares”.
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La ola de pánico
Aunque fueron grandes movilizadoras de las manifestaciones, las redes sociales también funcionaron como acentuadoras del caos que se vivió el jueves en Cali y el viernes en Bogotá, cuando se empezaron a regar rumores sobre el supuesto ingreso de vándalos a unidades residenciales, hechos que, según el alcalde de la capital, Enrique Peñalosa, eran parte de una “campaña orquestada para crear terror”. “De todas las redes, creo que la más peligrosa es Whatsapp, porque llegan mensajes de gente conocida y eso produce confianza. La lógica de la gente es que si recibe algo de gente cercana, puede ser cierto”, dice Borda.
Lombana considera, incluso, que la cantidad de desinformación que circuló por Whatsapp y que motivó a muchos ciudadanos a armarse para defender sus casas, pudo ser una de las razones del toque de queda en Bogotá. Arias y Borda concuerdan en una idea: las redes sociales no son necesariamente nidos de desinformación. La analista, por su parte, anota que son un escenario de argumentación de desvirtuación de contenidos falsos, y sugiere a los usuarios la necesidad de depurar las fuentes de consulta. Arias agrega que funcionan como un instrumento básico de movilización y no se debe caer en su satanización: “Lo que se generó el viernes no es atribuible a las redes sociales”.
Las plataformas de interacción digital que se usan a diario fueron la sala de una casa y mantienen un papel fundamental a la hora de hacer posible la reunión de miles de personas. Es posible que uno de los mensajes que haya encontrado al revisar su Whatsapp por la mañana en medio del paro nacional haya sido una imagen con las movilizaciones y concentraciones del día, que muchas veces no guardan una relación directa. También el impacto de la desinformación que circula por estas redes depende en gran medida de la calidad de las fuentes que tenga el usuario, esto es: a quién sigue o a quiénes tiene agendados en su teléfono. De esta manera se escribe un capítulo más de las redes sociales en Colombia y queda en evidencia la manera como la protesta social, la democracia y la tecnología quedan mezcladas en un mismo escenario.