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El país está hablando. El paro nacional convocado desde el pasado 21 de noviembre y que se regó por las calles del país ya puede calificarse como histórico. Si bien ha sido una expresión clara de la molestia de una gran parte de la ciudadanía con el gobierno del presidente Iván Duque, el fundamento supera con creces la simple molestia con un mandato. Lo que ha ocurrido en Colombia en las últimas dos semanas es el rechazo a todo un establecimiento que durante décadas ha ostentado el poder, desde el político hasta el empresarial, pasando por el financiero.
Pero el paro nacional —que puso al país a vivir episodios inéditos, como el cacerolazo del primer día— no puede verse como un satélite desligado de una serie de elementos que quedaron en evidencia en las urnas cuando finalizó la jornada electoral del pasado 27 de octubre. Ese día, los colombianos gritaron a través de su voto y pusieron en jaque a la clase política tradicional, que intentaba quedarse nuevamente con el poder en muchas regiones. Eso, por ejemplo, ocurrió en Bogotá, pero fuera de ella son varios los casos en los que ni las maquinarias ni el apoyo de connotados políticos fueron suficientes para ganar.
Uno de los ejemplos más claros fue Daniel Quintero, alcalde electo de Medellín. A pesar de haber hecho parte de varios partidos políticos tradicionales en el pasado, Quintero se mostró desde el principio de la campaña como una ficha alejada de todos los extremos y de los viejos caciques. Algunos apoyos sugerían lo contrario; sin embargo, el próximo mandatario de la capital antioqueña mantuvo un discurso de independencia, que impuso desde el mismo nombre de su movimiento alternativo, y de esa forma se catapultó hacia la Alpujarra. El hecho es trascendental porque Quintero se enfrentó a Alfredo Ramos Maya, el candidato de Álvaro Uribe, en su propio fortín, y le ganó.
De hecho, el propio expresidente intentó mermar su fortaleza, pues lo catalogó como el candidato de Gustavo Petro en Medellín. Su ataque parecía tener alguna lógica, pues en las presidenciales de 2018, Duque, entonces candidato del Centro Democrático, se impuso por encima de Petro por casi 1’300.000 votos en esa ciudad. La estrategia no fue muy efectiva y, contra todo lo que pronosticaban las encuestas a pocos días de las elecciones, Quintero le arrebató al uribismo su joya de la corona.
En Cartagena, una ciudad impactada con fuerza por las malas decisiones electorales, el palo fue William Dau Chamat, un antiguo veedor ciudadano que había permanecido por varios años en Estados Unidos y llegó a la ciudad para lanzarse a la Alcaldía. En los tiempos incipientes de la campaña, Dau era prácticamente desconocido, y en la capital de Bolívar todo se daba por cantado: William García Tirado, cuestionado candidato de la clase política predominante de la Heroica, sería el alcalde y su directa contrincante era Yolanda Wong Baldiris, exfuncionaria de la administración de Manuel Vicente Duque, exalcalde que resultó preso por un escándalo de corrupción.
En los últimos días, sin embargo, las encuestas mostraron un repunte de Dau, y el día de las elecciones la sorpresa fue la tendencia ganadora que favoreció al candidato que estaba en contra de los grupos políticos de la ciudad, con un discurso anticorrupción que calificaba a sus adversarios como “malandrines”.
A unos 220 kilómetros de esa ciudad, en Santa Marta, la pelea parecía reñida en la carrera por la Gobernación del Magdalena. Se enfrentaban Luis Miguel el Mello Cotes, exgobernador e hijo de una familia política tradicional, y Carlos Caicedo, excandidato presidencial. Esa campaña era particular porque, si bien Caicedo hace parte de un ala alternativa, también es cierto que es un barón electoral. Con casi 150.000 votos de diferencia, Caicedo superó a Cotes y desde el 1.° de enero próximo tendrá las riendas del departamento. No solo eso: su caudal político le alcanzó para poner a Virna Johnson Salcedo como alcaldesa de Santa Marta.
En Buenaventura, enclave estratégico del Pacífico, el nuevo alcalde electo es Víctor Vidal, un notable líder negro que encabezó el paro cívico que congeló las actividades en el puerto al son de movilizaciones ciudadanas desde mayo de 2017 y durante 22 semanas. Aunque Vidal se perfiló desde el principio de la campaña como el favorito, la información que corría en el municipio y que llegó hasta los medios de comunicación fue que debía enfrentarse con fuertes maquinarias que tendrían detrás economías ilegales y financiación del narcotráfico y que además estaban representadas a través de las candidaturas de Jaime Oswaldo Martínez, Héctor Copete o Ligia del Carmen Córdoba. Los tres negaron cualquier vínculo con estructuras armadas ilegales; sin embargo, los vientos de un fraude estaban en el aire. Por poco menos de 4.000 votos, informadas la totalidad de las mesas, Vidal fue electo como alcalde del puerto sobre el Pacífico.
Otro caso notable, pero no el último, fue el de Felipe Harman en Villavicencio. El candidato de la coalición alternativa que había sido conformada por el Polo Democrático, MAIS, Colombia Humana y Colombia Renaciente se enfrentaba a los apoyados por los tradicionales Partido Conservador y Cambio Radical. De hecho, tuvo que enfrentar la dura resistencia de sectores de la Alianza Verde, luego de que esa colectividad anunciara su apoyo, y resistir una campaña de desprestigio que utilizó vallas para intentar vincularlo con las extintas Farc y el Eln. “Nosotros les hicimos frente y salimos a la calle con más ganas. Esta fue una campaña ciudadana, de mucho volanteo en semáforos, y haber ganado, pese a las condiciones contrarias, fue un éxito”, comentó Harman.
De los 1.101 municipios del país varios quedaron en poder de alternativos que serán los encargados de enarbolar las banderas de una política diferente y que tendrán encima, con absoluta seguridad, los ojos de una ciudadanía que ha demostrado estar hastiada de promesas incumplidas.