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“Quizás, quizás, quizás”. Eso dijo Jesús Santrich, sonriendo y cantando, cuando un periodista le preguntó si las Farc estaban dispuestas a pedirles perdón a las víctimas. Fue en octubre de 2012 en Oslo (Noruega), el día en que el Gobierno y esa guerrilla presentaron oficialmente al mundo el proceso de paz. Hoy, pasados más de nueve meses y después de que en más de una ocasión los negociadores de esa organización subversiva han dicho que quien tiene que pedir perdón es el Estado por sus crímenes, hay un viraje en esa postura al que, según los analistas, se ha llegado después de un tire y afloje en el que el Gobierno y la misma opinión pública han ejercido gran presión.
Ayer, ante una pregunta sobre darles la cara a las víctimas, el mismo Santrich aseguró que el tema es un punto incluido en la agenda que se está negociando y que las Farc han dicho ya que sienten el dolor de todos los afectados por el conflicto: “Eso hay que analizarlo. Lo que nosotros no podemos es someternos al espectáculo del perdón pragmático que a veces utilizan muchos solamente para llenar un requisito, pero en verdad sin sentir ningún dolor ni tener ningún compromiso de superación de las causas de la confrontación”, expresó el jefe guerrillero ante los periodistas en La Habana, sede de los diálogos de paz.
Lo claro, según lo dicho por Jesús Santrich, es que las Farc dicen estar dispuestas a abrirse a la discusión, aunque por ahora no se sabe qué es lo que quieren decir cuando hablan de no querer espectáculos. “Vamos a abrir nuestras mentes y nuestros corazones para que la reconciliación sea plena, pero sin espectáculos, sin que el perdón sea tomado de manera utilitarista, como un instrumento para demonizar al contradictor”, dijo. Una tesis en la que, según sus palabras, tienen mucho que ver los medios de comunicación: “La gran prensa a veces es utilizada para ese tipo de campañas, como la que por estos días se desarrolla colocando a la insurgencia como único factor de la violencia en el país”.
¿Por qué el cambio de posición? Hay quienes creen que es el peso de peticiones como la del senador Juan Fernando Cristo, que en su discurso de posesión como presidente del Congreso el 20 de julio pasado, planteó que ya es conveniente que una delegación representativa de las víctimas participe en alguna de las próximas rondas de conversaciones en Cuba. Ello para exigir a la guerrilla un compromiso más claro con el reconocimiento, la verdad y la reparación. Una idea que caló en el Gobierno y ya el ministro del Interior, Fernando Carrillo, confirmó que cuando llegue el momento de la discusión del tema, habrá un representante de las víctimas en la mesa.
Hasta ahora, si bien las Farc han señalado que el debate en torno a las víctimas es complejo, y aunque han reconocido que han cometido “errores graves”, también han dicho que “la agresión a la población no ha sido la base de la estrategia”. Y en este sentido, creen que Estado y paramilitares también tienen que pedir perdón si se quiere una verdadera reconciliación. Ahora, lo que es innegable y muestra la historia del conflicto en Colombia es un sinfín de crímenes atroces de esa guerrilla, por lo que el país exige no sólo que se pida perdón, sino también que haya justicia.
Según un estudio elaborado por la firma Cifras y Conceptos y Gonzalo Sánchez, de Memoria Histórica, son 39.058 el número de secuestros que desde 1970 se han cometido en Colombia, cuyos protagonistas principales fueron las Farc y el Eln. En la lista aparecen los diez integrantes de la Fuerza Pública que durante más de 14 años estuvieron en cautiverio, del cual algunos nunca pudieron salir, como el sargento José Libio Martínez. O como Luis Francisco Cuéllar, gobernador del Caquetá, quien fue secuestrado cinco veces por las Farc, que terminaron degollándolo.
Indiferentes fueron también ante los ruegos del niño Andrés Felipe Pérez, enfermo de cáncer, para que le permitieran a su padre secuestrado, el cabo Norberto Pérez, acompañarlo en el lecho de muerte. Falleció sin volver a verlo y meses después, en un supuesto intento de fuga, el suboficial fue asesinado por guerrilleros del frente 42. El informe dice que son 2.287 personas muertas mientras estaban en poder de las Farc. Y más allá del secuestro están, por ejemplo, el asesinato de seis niños de la Policía Cívica Juvenil en Algeciras (Huila), en noviembre de 1990. La toma de Mitú (Vaupés) el 1° de noviembre de 1998. El asesinato de la familia Turbay en diciembre de 2000, en Puerto Rico (Caquetá), en plenas negociaciones del Caguán.
También la masacre de Bojayá (Chocó), el 2 de mayo de 2002, en un enfrentamiento con grupos paramilitares y en la que murieron 119 personas. El coche-bomba en el Club El Nogal de Bogotá, el 7 de febrero 2003, que dejó 36 personas muertas y más de 200 heridas. La masacre de Urrao, en mayo de 2003. El asesinato de los diputados del Valle del Cauca; del gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, y el exministro Gilberto Echeverri. La chiva-bomba en Toribío (Cauca), el 9 de julio de 2011. Una lista interminable, que no alcanzarían las páginas de este diario para consignarla. Atrocidades de una guerra que demanda a gritos verdad, justicia y reparación, vale decir, pedir perdón. Acto que dignifica, abre la puerta de la reconciliación y no da espera.