Desde una dimensión religiosa, la terminación de la Semana Santa marca un nuevo período de reflexión y recogimiento para los creyentes. Sin embargo, en la siempre convulsa arena política, tiene otras implicaciones cuando se trata de un año preelectoral como este. Si bien la contienda nació prematura, suele suceder que, concluida la Semana Mayor, comienza en firme la consolidación de candidaturas, así como la decantación de fuerzas y nombres no solo con miras a las elecciones presidenciales, sino también para el nuevo Congreso.
No obstante, a diferencia de otras elecciones, las de 2022 pintan inciertas por cuenta de los coletazos inéditos y cada vez más agresivos de la pandemia, así como por la constante radicalización de los extremos políticos, al punto que ya es un lugar común decir que Colombia es un país polarizado.
Las opiniones divididas y virulentas alrededor de hechos como la imputación de cargos por parte de la Fiscalía al exgobernador Sergio Fajardo (que incluso fue criticada por un acérrimo contenedor como Gustavo Petro), la fallida propuesta de alargar el período de Iván Duque por dos años o la revelación -hecha por este diario- que desde la oficina del entonces senador Álvaro Uribe Vélez se agendó una visita en 2016 al mismísimo José Ñeñe Hernández, dan cuenta de lo caldeados que están los ánimos y las aristas que comienzan a desprenderse. Todo esto, justo cuando restan poco más de 11 meses para los comicios legislativos y menos de 14 meses para la primera vuelta que definiría al próximo inquilino de la Casa de Nariño.
Para el analista político Jorge Iván Cuervo -profesor de políticas públicas, gobierno e instituciones políticas de la Universidad Externado-, lo que se vive hoy es una altísima fragmentación de fuerzas y actores en búsqueda de hacerse un lugar en el partidor. Muestra de ello, explica, son las 23 precandidaturas presidenciales y que pese más el nombre de cada quien, en lugar de su pertenencia a algún partido.
Sin embargo, Cuervo destaca que al menos a hoy ya son visibles cuatro bloques políticos en carrera por la Presidencia. Uno es el que denomina “de la derecha dura, cuyo eje es el Centro Democrático”, y que ha tenido problemas para conseguir un candidato fuerte, especialmente tras el fallecimiento del exministro Carlos Holmes Trujillo. Otro bloque es el de los mandatarios locales y regionales, con Federico Gutiérrez, Alejandro Char, Enrique Peñalosa y Dilian Francisca Toro, “que aglutina a sectores de centro y de derecha moderada, y al que llegaría el uribismo si no encuentra un candidato fuerte”.
Por otro lado, emerge la Coalición de la Esperanza, en donde destaca Sergio Fajardo y la supremacía de la Alianza Verde. No obstante, señala que “aún falta ver qué mecanismos de selección interna tendrán para decantarse”. Finalmente, señala el ala de la izquierda, “que lidera Petro sin problema” y cuyo caudal electoral frente a las elecciones de primera vuelta en 2018 “no se ha debilitado y sí se ha fortalecido”.
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“Esta fragmentación política y falta de decantación de candidaturas se da en un contexto muy diferente al de las elecciones pasadas por cuenta de la pandemia, así como por el antecedente de las protestas sociales. Hay mucho descontento social y lo que uno ve en las encuestas es que ese descontento lo está recogiendo Petro. Las otras propuestas deben buscar la forma de recoger ese malestar contra el establecimiento”, sostiene Cuervo.
A su turno, el profesor Mauricio Jaramillo Jassir -de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario-, coincide en que el desafío inmediato es que las fuerzas se decanten, pues lo que se ve, “tanto en derecha, izquierda, gobierno y oposición, son coaliciones muy gaseosas y difíciles de definir. Todas están divididas”, asegura.
“Hay que ver cómo se va a recomponer la derecha y uno esperaría que el gran pacto de la izquierda definitivamente se depure y se diga quién va a ser el megacandidato. Lo que ha salido en encuestas ha sido muy prematuro. En ese tipo de mediciones la gente suele confundir la favorabilidad y quien le caiga bien por encima de la persona por la que definitivamente va a votar”, agrega Jaramillo.
Insistiendo en que el asunto aún está crudo, el politólogo y doctor en ciencias sociales Andrés Dávila señala que, aunque son naturales las movidas, intentos de alianzas y reuniones con miras a hacer coaliciones, aún se está lejos de anticipar cómo van a ser las cosas en 2022. Ante ello, recuerda las elecciones de 2014, cuando uno de los favoritos era Enrique Peñalosa, o 2018, cuando el ungido parecía Germán Vargas Lleras. No obstante, argumenta, a solo semanas de las elecciones se decantó verdaderamente el panorama.
“De 2002 para acá, incluso desde antes, las elecciones para presidente se definen después de las del Congreso y en los últimos años, casi que en mayo (en segunda vuelta). Hay quienes figuran y predominan desde cierto tiempo, como Peñalosa en 2014 o Vargas Lleras en 2018, pero resulta que al final terminan siendo solo acompañantes del proceso, muy lejos de los que realmente llegan al final”, dice Dávila.
A juzgar por la fotografía que muestran las encuestas, generalmente son dos los nombres que sobresalen hoy a un año de los comicios: Gustavo Petro y Sergio Fajardo. Sin embargo, no deja de ser incierto si resultarán inmersos en el escenario que plantea Dávila. Pese a ello, Juan Federico Pino, profesor de ciencias políticas de la Universidad Javeriana, destaca que el exalcalde de Bogotá comienza a ganar más protagonismo y a posesionarse, entre otras, “porque el uribismo también lo ha tomado como referente de campaña y como su principal antagonista”.
Por otro lado figura el exgobernador de Antioquia, cuyo panorama es más complejo: “A diferencia de 2018, llega más debilitado, entre otras, por la ambigüedad de sus mensajes y su discurso. Tendrá que competir dentro de la consulta interna de la Coalición de la Esperanza”, precisa Pino. Para el profesor, no se puede dejar de lado el protagonismo de la alianza de derecha, con el Centro Democrático a la cabeza y que está en plena reconfiguración tras el adiós político de Álvaro Uribe: “El expresidente muestra cada vez más baja legitimidad en las encuestas y lo afectan sus problemas judiciales. Eso les da juego a otros personajes que vienen haciendo capital social propio, como Paloma Valencia”.
El panorama no deja de ser incierto y, como en política, son más las dudas que las certezas frente a lo que se viene. Mientras persiste el reacomodo de las fuerzas políticas, el país sigue haciéndoles frente tanto a la pandemia como a la polarización, a la espera de que comience al fin el debate político y -por encima de los insultos o las diferencias-, prevalezca el debate sano de ideas y surjan las propuestas para atender las consecuencias del COVID-19. En sus marcas, ¿listos?
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