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En momentos en que el mapa geopolítico en América Latina parece estar convulsionado y en transición, la elección y posesión del presidente de un país que está haciendo historia en la región, como Colombia, es fundamental. El apoyo que recibió el nuevo mandatario, Iván Duque, por parte de sus homólogos, quienes lo acompañaron ayer en la Plaza de Bolívar, envió un muy importante mensaje: su legitimidad será defendida por los gobiernos democráticos que han conformado un frente común contra cuestionados regímenes como Venezuela y Nicaragua.
Es así como el primer paso que dé Duque en términos de diplomacia internacional será clave a la hora de marcar la política exterior de su gobierno alrededor de los asuntos que más interesan al país y que, en síntesis, son tres: las relaciones con Venezuela, el fortalecimiento de los lazos con Estados Unidos y el rechazo al régimen nicaragüense de Daniel Ortega, sumado al litigio marítimo que tiene Colombia con ese país. Este último asunto, de hecho, ha sido un punto de honor para el ala más radical de los uribistas, quienes en su ejercicio opositor siempre le criticaron al gobierno saliente de Juan Manuel Santos la defensa jurídica que su mandato ejerció ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Por eso, el nuevo jefe de Estado arranca su agenda en San Andrés. Duque llega hoy a la isla como muestra de soberanía en el territorio en disputa entre ambas naciones y que condujo al gobierno Santos a retirarse del Pacto de Bogotá para no reconocer legitimidad en la Corte Internacional de Justicia (CIJ). De hecho, hacia esa misma postura apunta el mandatario entrante, pues ha defendido que mediante la suscripción de tratados internacionales y acuerdos bilaterales se puede lograr un consenso en torno a la delimitación fronteriza, a pesar de la mala posición en la que se encuentra Colombia en este momento.
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Todo parece suponer que será en este nuevo mandato, el de Duque, que se defina el futuro de San Andrés, Providencia, varios cayos y la plataforma continental de Colombia, a raíz de los incontables recursos que han interpuesto tanto nuestro país como Nicaragua en contra de las sentencias de la Corte de La Haya. Las audiencias de alegatos allí, según se prevé, se llevarán a cabo en el segundo semestre de 2019, antes de conocerse la decisión final. Rodearse de un equipo sólido en términos jurídicos —acompañado de un canciller con amplia experiencia en estos asuntos, como Carlos Holmes Trujillo— será fundamental para el primer mandatario uribista.
Luego, los ojos de Iván Duque regresarán a la Colombia profunda y aún azotada por la guerra. Mañana, 9 de agosto, estará en Tibú (Norte de Santander), municipio fronterizo con Venezuela. Además de las repercusiones que tendrá para este gobierno hacer presencia territorial en aquellos lugares a donde nunca ha llegado el Estado, Tibú también es uno de los territorios más golpeados por los cultivos ilícitos. De ahí la importancia en el mensaje que envía Duque con su traslado a esta zona. El nuevo gobierno ha prometido mano dura para reducir drásticamente el número de hectáreas sembradas con coca, que ha alcanzado niveles históricos jamás registrados en Colombia.
De hecho, uno de los argumentos más poderosos del Centro Democrático, el partido de Iván Duque, para explicar los asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos tiene que ver con el narcotráfico. A tal punto que buscará eliminar esta práctica ilegal como delito conexo al delito político, tal y como quedó establecido en el Acuerdo de Paz. Son, entonces, dos mensajes de soberanía fundamentales los que quiere enviar el jefe de Estado recién posesionado, pues ambos lugares —San Andrés y Tibú— implican una presencia territorial de gobierno y, al mismo tiempo, un rechazo a dos de los regímenes, hoy por hoy, más cuestionados por la violación de toda práctica democrática en la región, a cargo de Daniel Ortega y Nicolás Maduro.
El viernes, Duque y su equipo estarán en el municipio de Tumaco (Nariño), conocido como la Perla del Pacífico por su importancia costera, pero también por ser uno de los lugares con mayor conflictividad social, en donde parecen haber aterrizado todos los males. Tumaco representa casi el 20 % del total de las hectáreas sembradas con cultivos ilícitos en todo el país y los enfrentamientos entre la Fuerza Pública y los campesinos por cuenta de la erradicación han sido constantes. Esta región olvidada por el Estado fue calificada por el gobierno saliente como el plan piloto del posconflicto y allí opera, además, la disidencia de las Farc comandada por Wálter Patricio Arizala, alias Guacho, el mismo que acabó con la vida de tres periodistas ecuatorianos hace unos meses.
De hecho, pocas horas antes del acto protocolario de posesión, el presidente Duque sostuvo un encuentro bilateral con su homólogo ecuatoriano, Lenín Moreno, país con el que se comparte frontera, para establecer los primeros acuerdos que permitan fortalecer un gabinete binacional y una estrategia para hacer frente a los problemas que azotan a ambas naciones. Y la agenda de Iván Duque en esta primer semana de gobierno culmina haciéndole honor a su mentor, el expresidente Álvaro Uribe, pues instalará y revivirá —con otro nombre— los ya conocidos consejos comunales.
Desde Girardot, donde arrancó su carrera hacia la Casa de Nariño escuchando a la comunidad, el nuevo jefe de Estado liderará “Construyendo País”, el espacio que dedicará todas las semanas para escuchar a la población y sus necesidades y ofrecer soluciones. En últimas, Iván Duque llega al cargo más importante del Estado cumpliendo su promesa de regresar la presencia estatal a los territorios y de tener un contacto directo con quienes hoy le entregaron el mandato de hacer de Colombia un mejor país.