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La situación por el paro nacional es compleja en distintas zonas del país (Bogotá, Barranquilla, Pereira, etc.), pero nada se compara con lo que se ha vivido en los últimos días en Cali. En la capital del Valle del Cauca se han reportado alrededor de 15 muertos durante las movilizaciones, múltiples casos de violencia policial, actos de vandalismo, un hotel incendiado, civiles baleando a manifestantes y otros disparando contra la Fuerza Pública, las principales carreteras de acceso a la ciudad bloqueadas, desabastecimientos, entre otros graves hechos. El pasado domingo, la situación se agravó cuando un grupo de civiles, en el sur de la ciudad, disparó contra los miembros de la minga indígena, que a su vez respondió atacando algunos vehículos y un conjunto residencial.
La respuesta inicial del Ejecutivo fue la militarización de Cali, mientras las autoridades locales pedían a gritos una mayor presencia del Gobierno Nacional para abrir canales de diálogo con las personas que hacían parte de las movilizaciones. Luego de varios días de crisis, llegaron a la ciudad los ministros de Defensa, Diego Molano, y del Interior, Daniel Palacios, para atender la difícil situación. Sin embargo, tanto la población como varios sectores reclamaron la presencia del presidente Iván Duque. Un requerimiento que, precisamente, cobró más fuerza en la tarde del mismo domingo, pues la violenta jornada dejó a varios indígenas heridos y cuantiosos daños materiales.
La respuesta inicial desde la Casa de Nariño generó disgustos en múltiples sectores. “Yo quiero hacerles un llamado a los señores del Consejo Regional Indígena del Cauca para que retornen nuevamente a sus resguardos”, fueron algunas de las palabras de Iván Duque, que luego rechazó la posibilidad de desplazarse hasta Cali, “por prudencia”, pues consideraba que su presencia en la ciudad podía distraer el trabajo que estaba realizando la Fuerza Pública para tratar de recuperar el orden público. El rechazo a la posición presidencial comenzó por su propio partido, como lo demuestran las palabras del senador vallecaucano Gabriel Velasco: “Miles de caleños confiaron su voto en mí y en usted. Para no distraer a la bancada, con su abandono por mi ciudad, renuncio a la vocería del Centro Democrático”.
Palabras en un sentido parecido fueron emitidas por la senadora Paloma Valencia, el excandidato presidencial Óscar Iván Zuluaga y varios sectores políticos, sobre todo la oposición, que cuestionaron que el primer mandatario no tuviera la disposición de desplazarse hasta Cali para atender la grave situación que se está viviendo. Entonces, el país se fue a dormir con la negativa presidencial y despertó con la noticia de que Duque había visitado la ciudad en la madrugada para dirigir un consejo de seguridad junto a sus colaboradores y con los mandatarios locales, Jorge Iván Ospina (alcalde) y Clara Luz Roldán (gobernadora), y se había devuelto a las 4:00 de la mañana a Bogotá. Pero la acción, en vez de calmar la polémica, ha traído más cuestionamientos.
Frente a esa visita relámpago y la posición asumida por el primer mandatario ante Cali, El Espectador consultó a analistas políticos y congresistas de la región. Para el politólogo y docente de la Universidad Javeriana Andrés Dávila, el gesto de la madrugada del lunes demuestra “la desconexión tan tremenda” del Gobierno, pero sobre todo del “grupito que rodea” al presidente. “Tiene una lectura de la situación que no coincide con lo que está pasando”, consideró el académico, que caracterizó a esta administración como dubitativa y sin mayores apoyos. Por último, cuestionó que la visita presidencial casi que fue “clandestina” y que no correspondía siquiera con la tradición de su partido: “Uno recuerda al menos que Uribe iba a Cali y se desafiaba de frente con el CRIC”.
Por su parte, la docente en comunicación política María Alejandra Arboleda reconoció que el estallido social en Cali viene de una debilidad institucional histórica, que ahora se ha sentido más con la ausencia del Gobierno Nacional y su renuencia a escuchar. “Se necesita un liderazgo por el presidente y no cualquier tipo de liderazgo. Se necesita que sea por fuera de Bogotá y en las regiones”, comentó, agregando que se necesita un jefe de Estado que dé la cara al ciudadano y no un “contentillo” de una visita mientras Cali trataba de dormir. Arboleda cuestionó que la visita haya sido para hacer un consejo de seguridad, pues implica que la situación se está viendo como un problema de orden público, ignorando los reclamos justos: “El mensaje que dio fue de un líder encerrado en Bogotá, que solo habla con unos pocos actores”.
En cuanto al poder político de la región, hay distintas posiciones. Los cercanos al Gobierno celebraron la visita. Por ejemplo, Gabriel Velasco, que tuvo una fuerte respuesta a la negativa inicial de Duque, comentó: “La venida del presidente es importante, porque busca retomar el orden público y ejercer autoridad”. Asimismo, reconoció como válido que se articule con los mandatarios locales. En un sentido similar estuvo el representante John Jairo Hoyos, de la U, quien consideró positiva la visita y el diálogo con el alcalde Ospina y la gobernadora Roldán. No obstante, recalcó que se necesita una presencia más contundente y eficaz: “Venir a reunirse con unos pocos no funciona. Nos han dejado solos con una sola respuesta y es la militar”.
Desde los liberales, el representante Juan Fernando Reyes Kuri tuvo cuestionamientos más duros. “Le digo al presidente que esto no se soluciona desde el centralismo bogotano, a 2.600 metros más lejos de la realidad”, comentó. En su concepto, el jefe de Estado y toda la institucionalidad, incluido el Congreso, deben hacer presencia permanente en la ciudad. Por último, la representante de la Alianza Verde Catalina Ortiz fue crítica y aseveró que “el presidente que es del partido de las jugaditas nos aplicó la jugadita de venir a tomarse una foto cuando lo necesitamos para buscar soluciones”. Incluso, calificó de “clandestina” la visita y pidió que Duque haga una presencia notoria “para desbloquear la ciudad y darle vida”.