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El ganadero y empresario Luis Guillermo Echeverri, exgerente de la campaña presidencial de Iván Duque, no solo es uno de los hombres más influyentes, sino también un defensor acérrimo del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Hace apenas dos meses fue noticia por una curiosa carta enviada al diario El País, de España, en la que se quejaba por una entrevista que ese periódico le había hecho al senador Iván Cepeda. “No encuentro la explicación para permitirle a Iván Cepeda, maestro del engaño, fabricante del testimonio falso, inquisidor moderno, líder de la guerrilla parlamentaria, amplificar como verdadera la falacia de la cual él mismo es autor intelectual, material y verdugo de la integridad humana y democrática de uno de los líderes políticos más importantes que tiene el mundo”, decía la misiva. (Le puede interesar: Luigi Echeverri debe retractarse sobre Iván Cepeda).
La queja de Echeverri continuaba así: “Es terror y horror lo que me produce ver la más vívida apología del delito plasmada en el diario El País, de España, dándole púlpito al demonio para que oficie la liturgia del crimen organizado; al evangelio morboso de la ideología política que valida las fuerzas del narcoterrorismo global, que como el lobo disfrazado de abuelita pregona los enunciados democráticos con los cuales encubren la radicalización narcocomunista que viene convirtiendo lo ilegal en legal, bajo la lisonja gráfica de la paloma que simboliza el ideal de paz”. Un episodio que le pasó cuenta de cobro a Echeverri, pues no solo derivó en una lluvia de críticas desde varios sectores políticos del país, sino que se vio obligado a retractarse pocos días después por orden de un juez de la república. (Le puede interesar: Luis Echeverri contra Roy Barreras).
Ahora una nueva carta de Luis Guillermo Echeverri en poder de El Espectador promete seguir levantando roncha. El documento, fechado el pasado 7 de noviembre, dirigido a la élite del empresariado colombiano, está dividido en quince puntos sobre los cuales el presidente de las juntas directivas de Ecopetrol y la Cámara de Comercio de Bogotá invita a “reflexionar y obrar en consecuencia”. La carta empieza con una especie de epígrafe que dice así: “¡El problema no es la jaula sino los pájaros!” y, seguidamente, añade que se trata de “un llamado a la unidad del sector privado con el fin de defender la economía de mercado y libertad de empresa”. Tal como ocurrió con su mensaje a El País, en este llamado a los “cacaos” del poder económico, Luigi Echeverri les repite que hay que estar atentos contra el populismo narcocomunista y la anarquía.
“Decía un veterano al mirar desde la montaña la ciudad de Medellín: ‘Qué jaula más hermosa, pero qué pájaros’. Y es también lo que se puede afirmar categóricamente al pensar en el sistema opresivo que esclaviza (a) doce millones de cubanos o la miseria que sufren treinta millones de venezolanos, atrapados entre el caos del marco totalitario derivado de populismo narcocomunista que domina el territorio que contienen sus fronteras. El progreso se da con acciones que se fundamentan en la ejecución de ideas bien concebidas, en el debido aprovechamiento del conocimiento que hoy tenemos gracias a la convergencia tecnológica, que no con críticas y afirmaciones ideológicas. Para Colombia es ahora el momento de actuar y desarrollarse, sin dejar que unos pocos decidan de forma anárquica por la gran mayoría”, sostiene Echeverri.
Sin especificar nombres propios, pero con pullas punzantes, Echeverri señala que “quienes discuten y atacan el sistema tan solo defienden intereses individuales, espacios clientelistas o asuntos particulares”. Y en el segundo punto de su carta se formula varias preguntas que parecen sugerir su temor por el nuevo inquilino de la Casa de Nariño en 2022. “¿Podrá subsistir una economía donde las leyes y las reglas las crea una clase política corrupta y alcahueta de un crimen organizado que se nutre de la anarquía? ¿Podrán los ciudadanos independientes hacer empresas que a su vez generen los empleos necesarios para que las familias puedan mercar y comer, pagar un techo, transportarse al trabajo y educar a sus hijos, bajo un régimen populista socialista o comunista?”. Incluso cuestiona a los predicadores del “odio de clases” que critican la libre empresa.
Echeverri se hace la siguiente pregunta que más parece una afirmación: “¿Por qué solo veo en las propuestas populistas la clara amenaza de un totalitarismo que, tras la máscara de un discurso socialista, galopa en el enflaquecimiento, producto del divorcio ideológico absoluto entre la boca, la cuchara y la comida? Esto es, entre el empleo, la empresa y la inversión privada”. Y añade: “Pensemos en tanta gente buena e indefensa que no es capaz de defenderse de unos pocos indolentes que han resuelto, después de inculpar y echar al celador, convivir en la misma casa con los ladrones, tras haberlos entrado ellos mismos por la puerta de la cocina. Todos los que queremos a Colombia debemos poner nuestro mejor esfuerzo para ayudar con acciones a crear soluciones, evitando agresiones, quejas y críticas”.
En ese contexto, dice Echeverri: “Pongámonos a trabajar, hablemos y conversemos en familia sobre la familia, sobre lo que es correcto y lo que no lo es. Hablemos sobre el futuro con libertad y progreso. Si no lo hacemos entre trabajadores y empresarios, entre familiares y amigos, nos puede pasar que elijamos bebernos la cicuta populista que hoy controla naciones hermanas que padecen bajo el yugo de las falsas formas democráticas que se nutren del desfalco de la hacienda pública, del terrorismo y del negocio de la droga. Es el momento en que cada empresa, cada familia, cada trabajador que goce de un salario estable elucubre y diferencie entre el sistema que le paga el sueldo y las cuentas, y el de aquellos que acuden al discurso populista aludiendo justicia social, pero que no son capaces de explicar con qué ingresos pagará el Estado el vale de todos los ciudadanos”.
Echeverri, pues, les insiste a los empresarios en que el fantasma del socialismo ronda a Colombia y que esa supuesta realidad amenaza el escenario electoral que vendrá. El quinto punto de la carta es una defensa al presidente Duque: “Colombia tiene hoy un gran presidente. Está al comando del país un líder culto que ni dice ni hace bobadas; es honesto, inteligente, trabajador, digno, respetuoso, tiene carácter sin hacer alarde de ello y es poco dado a los abusos de poder que ya vivimos”. Y después agrega con vehemencia: “Ya es hora de dejar de culpar a Uribe de todo lo que ocurre en el país. ¿Eso qué tanto aporta? Es responsabilidad nuestra como clase dirigente no dejar que se les niegue en Colombia, como ocurrió en Venezuela, el futuro a tantos jóvenes y es algo que está en nuestras manos. No descuidemos los colegios ni las universidades”.
Por eso, asegura Echeverri lo siguiente: “Tenemos la obligación patria de ayudar al presidente a construir en medio de las dificultades que vivimos. Supermán solo existe en las películas. Pero tenemos un muy buen presidente y su éxito o su fracaso es el de todos. Dejemos por un momento de lado el clientelismo y la enfermedad de poder y pongámonos a trabajar sin especular”. En esa línea, el punto seis de la carta plantea que “la democracia colombiana no puede darse el lujo de cuestionar la legitimidad del Gobierno” y señala “que no haya duda. El país trabajador y honrado tiene presidente legítimo. Es nuestro deber apoyar al Gobierno en su batalla igualitaria por crear una cultura de la legalidad en medio del momento más difícil que ha tenido nuestra civilización desde la depresión económica, que hace nueve décadas llevó al mundo a una devastadora guerra mundial”.
El documento no menciona el escándalo de la ñeñepolítica ni la propuesta de convocar un referendo para sacar al presidente Duque, pero lo consignado por Echeverri parece responder a esos escenarios: “No debemos como sociedad seguir contemplando esos ‘pájaros’ incapaces de ver más lejos de sus propios intereses destructivos, cuervos que hoy tratan de picotear la legitimidad del Gobierno democráticamente electo y quieren derrocarlo por envidia, angurria y mezquindad (…) Es el momento de dejar a un lado el oportunismo individualista y realmente pensar en el progreso de cincuenta millones que dependen de que hagamos las cosas con corrección y seriedad. Que seamos capaces de aplicarles una fuerte sanción social a quienes contribuyen al desorden anárquico tras las naguas del libertinaje aparentemente democrático”.
La feria de advertencias para los empresarios continúa: “No podemos parar la actividad económica y productiva y pretender cambiar la Constitución y las leyes cada que una minoría siente que sus derechos están por encima de los de toda la nación. La sociedad no puede seguir perdiendo el tiempo entre quejas y protestas que disfrazan intereses particulares. Es cuestión de exigir comportamiento cívico, de cultura, prioridades, consideración y respeto por los demás. La violencia no puede ocultarse más en el derecho de la protesta pacífica, cuando esta les abre paso a quienes cercenan otros derechos y libertades. Hablemos de ello con los hijos, con los compañeros de los hijos y con los maestros en la escuela, con socios, clientes, proveedores y empleados, con los amigos, los socios y hasta con los extraños que se crucen en nuestro camino”.
Luego, la carta se mete de frente contra el proceso de paz con las Farc y es así de ácida. “Despertemos de la pesadilla, no nos quedemos espantados entre temores y miedos, salgamos de la trampa de la falsa ilusión de una paz que han querido imponernos con engaños y artilugios legislativos y falacias dialécticas, mientras van sembrando más odio y más violencia, donde no hay cultura ni respeto por la legalidad. Atención, que hoy son los delincuentes quienes les marcan la pauta a quienes nos juzgan y a quienes legislan, y los que tienen embaucados a algunos de quienes opinan diariamente de lo divino y lo humano, lo cual hacen con el fin de sembrar caos, terror y anarquía”. Palabras que muy seguramente levantarán ampolla porque las dice uno de los hombres que le habla al oído al presidente Duque.
Las advertencias de Echeverri son reiterativas y orbitan alrededor del peligro del populismo y de qué hará el empresariado colombiano para evitar que aquello se materialice en los años venideros. “Los empresarios que generamos empleos formales y dignos no podemos dejar el destino del país en las manos de unos pocos que, de profesión exclusivamente políticos, en medio de su individualismo y condición de amancebamiento con la anarquía, son prisioneros de la degeneración intelectual que produce el hecho de que todo se lo han entregado fácil en la vida. No podemos darnos el lujo de que Colombia caiga en la trampa populista y se eche a perder el sistema que por dos siglos nos ha dado libertad. Demostremos que esta Colombia no es un plátano al servicio de los ‘pájaros’ y que el espíritu libre de sus gentes de bien no está a la venta”.
Los puntos 11 y 12 del documento se refieren a la prensa. “Quienes trabajan en la comunicación social, sin menoscabo alguno de su derecho a la libertad de expresión, deben obrar con conciencia de la importancia que tiene su apoyo al sistema que los mantiene, pues en un régimen totalitario e incluso en un populismo democrático, son ellos las primeras víctimas de la censura propia que los caracteriza”. Echeverri remata así su “reflexión” sobre los medios: “Colombia tiene unos comunicadores extraordinarios y es hora de que sean ellos quienes transmitan el mensaje de esperanza y progreso y que no cunda el pesimismo que imprimen quienes se quedaron anquilosados en la suspicaz y mañosa práctica de la entelequia con que titulan, sin cumplir con la responsabilidad de analizar el verdadero contexto”.
La carta de Luigi Echeverri subraya además que, en lugar de dedicarnos a la especulación sobre los egos y las aspiraciones políticas de 2022, lo urgente es atender el estado de emergencia del país, así como su economía maltrecha, y garantizar la explotación de los recursos naturales. “No podemos seguirnos negando el progreso mediante la productividad sostenible y responsable oponiéndonos a la explotación legal de los recursos naturales”. Una constancia que resulta inevitable asociar al pulso político que se libra hoy por el Acuerdo de Escazú, un tratado internacional que fija salvaguardas ambientales y que suscribió el gobierno Duque, pero que el Centro Democrático se niega a aprobar en el Congreso, pues considera que tiene artículos que obligarían al Ejecutivo a privilegiar el medio ambiente sobre los proyectos extractivistas.
Concluye su carta a los empresarios con esta pulla: “Vivimos la inevitable consecuencia ética de ‘haberle vendido el alma al diablo’ por interpuestas personas al negociar con la delincuencia narcoterrorista. No puede pasar por normal que alguien que ostente una dignidad utilice su posición para tejer con lisonja y engaño la mentira en función del enriquecimiento fácil, de una cultura mafiosa que ha permeado buena parte de la política nacional, las Cortes, los entes de control, los gremios y muchas instancias administrativas; ni que sea normal que se escondan en la libertad de expresión unos pocos personajes que, por ideología o resentimiento, manipulan por dentro algunos medios de circulación nacional y redes sociales, dándole protagonismo al hampa sobre el difícil obrar de la ley”.
Esta hoja de ruta que les plantea Echeverri a los líderes del poder económico tendrá repercusiones políticas. Aunque se cuida de no dar nombres ni acusar a alguien del desastre que avizora si ciertos dirigentes llegan al poder, no es difícil saber a qué espectro político se refiere. De todas maneras, su visión del país esbozada en esta carta es un terreno fértil para la controversia. “Hay que hacer a un lado los protagonismos de quienes ya tenemos caducada la licencia de conducción”, insiste Echeverri. “El país no puede seguir dependiendo de quienes bien o mal ya le prestaron sus servicios y viven reclamando espacios, huérfanos de poder y hambrientos de figuración y protagonismo en una Colombia que cambió. Su función es dar guía y consejo, no gestionar contratos y repartir laburos estatales”. Parece una indirecta certera para varios expresidentes. ¿Será?