Campesinos del Atrato le piden a Duque que restablezca los diálogos con el Eln

El Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato (Cocomacia), conformado por comunidades negras e indígenas del Chocó, afirma que son ellos los que sufren con la presencia de actores armados en el territorio. Denuncian que están confinados y con miedo.

Laura Angélica Ospina - @LaurisOspina
27 de diciembre de 2019 - 01:00 a. m.
Las comunidades afros e indígenas del Medio Atrato denuncian la presencia de actores armados.  / Cristian Garavito - El Espectador
Las comunidades afros e indígenas del Medio Atrato denuncian la presencia de actores armados. / Cristian Garavito - El Espectador
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Resistir es una de las acciones que más identifica a los líderes del Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato (Cocomacia). Y no es para menos. Nacieron en el Chocó y, según su propia voz, han pasado la vida sobreviviendo a la violencia y aguantando la ausencia del Estado y sus instituciones. 

Cocomacia está conformado por 124 consejos comunitarios afros e indígenas. Hace 38 años, la organización civil trabaja con las comunidades del Medio Atrato, con los municipios de Murindó, Bojayá, Vigía del Fuerte, Urrao y Quibdó. Según el informe más reciente del DANE, el Chocó es el quinto departamento con mayor pobreza multidimensional (que indica el acceso a las necesidades básicas), con un 45,1 % de su población clasificada en esa categoría. Pero, hace décadas, la pobreza de la región dejó de ser su principal problema. Ahora sufren el miedo de verse en medio del enfrentamiento de grupos armados como el Eln y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc). Dicen, también, que viven un confinamiento diario por temor a toparse con una persona alzada en armas o pisar una mina antipersonal. El Espectador habló con uno de los integrantes de Cocomacia, que pidió no revelar su nombre, sobre la realidad que viven en la región.

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Según Amnistía Internacional, las comunidades del Medio Atrato vivieron momentos de tranquilidad durante las negociaciones del Acuerdo de Paz con las Farc y después, con su firma, en 2016. ¿Cómo lo vivieron ustedes?

¿Será que tuvimos bastante tranquilidad? No creo. La poquita calma en esa época duró muy poco. Cuando las Farc empezaron a salir del territorio, llegaron los del Eln a ocuparlo. Ese tiempo de relativa calma duró unos seis meses. En ese entonces, el Gobierno de Juan Manuel Santos quedó en que el Ejército llegaría una vez se fuera la guerrilla, pero quien llegó fue el Eln. No fue mucho el cambio. 

¿Qué pasó con la llegada de ese grupo armado?

El Eln llegó prometiendo cosas a los muchachos y ese intento por atraerlos ha sido una gran preocupación. Allá los jóvenes son muy vulnerables, porque no hay forma de estudiar en la universidad y tampoco hay empleos. La guerrilla los endulza, diciéndoles que les pagará bien. También es conocido que a ellos les gusta mucho minar los territorios, y por eso es que entramos en confinamiento.

¿En qué se refleja el confinamiento?

En que las familias no puedan salir a trabajar por miedo a caer en una mina “quiebrapata”. Los guerrilleros nos dicen que no podemos ir a ciertos lugares porque hay minas. No estábamos acostumbrados a eso y ahora la gente prefiere no ir a ningún lado. El que pescaba no va más al río por miedo a que se encuentre con algún grupo armado, sea Eln o autodefensas. Atemoriza la idea de que ambos se enfrenten y uno quede en la mitad. O que nos ataquen.

Eso pasó, por ejemplo, el 2 de mayo de 2002 en el casco urbano de Bellavista, con la conocida masacre de Bojayá. Preocupa que nos pase en algún momento lo mismo. Y nadie hace nada. 

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¿Y qué rescata del Acuerdo de Paz?

Que los exguerrilleros han cumplido. En nuestro territorio se comprometieron con el reglamento interno de nuestra organización. Además, ellos cultivan sus propios alimentos, como se acordó. Son  respetuosos y trabajadores. No tenemos quejas de ellos. Eso es lo que ha mejorado, mientras que el resto todo está mal. Solo faltaría que nos desplacen, pero nos resistimos a eso.

¿Cómo han vivido el desplazamiento en el Medio Atrato?

Nos hemos desplazado varias veces. Es normal  que las comunidades lo hagan. Cocomacia recorre la zona y ve que todo el mundo tiene su ropa lista en las maletas, hasta la de los niños, para ver qué día tienen que salir de su casa. Hay noches en las que las familias no pueden dormir, porque con cualquier cosa que escuchan piensan en irse. Es una triste realidad.

Pero intentan no hacerlo. ¿Cómo hacen para que la gente siga dispuesta a resistir?

Todos estamos para ayudar. El Medio Atrato es un territorio colectivo. Donde nos vulneran un derecho, ahí estamos. Resistiendo le hacemos frente a la violencia. 

¿Pero qué dice la comunidad?

Ellos se quejan, en parte, por lo vulnerables que son sus hijos a la violencia. Les decimos que cuando vean la cosa apretada se vayan a la cabecera municipal porque se cree que estarían más seguros, pero así ocurrió la masacre de Bojayá. Se hacen albergues y las comunidades se preguntan qué más hacer para resistir. Tenemos que estar ahí, en pie de lucha, pero sentimos que no nos paran bolas. 

El Ministerio del Interior expresó que trabajan con la comunidad en una mesa intersectorial para tratar la crisis en el Chocó. ¿Cocomacia participa en ella?

No hacemos parte directamente. Hemos preguntado en la zona y el Foro Interétnico Solidaridad Chocó, la organización que aglutina las demás organizaciones sociales del departamento, nos han dicho  que esas reuniones se hicieron hace rato, que hace mucho tiempo no los llaman para nada. 

Entonces, ¿qué opina sobre las acciones del Gobierno frente a la petición del Chocó para que haya presencia estatal?

Nosotros somos una tierra olvidada. La organización no tiene mucha esperanza en este Gobierno. Hasta que no haya otra administración no vamos a tener paz. Con el Gobierno de Juan Manuel Santos nos fue mejor, porque hizo el Acuerdo final. Y cuando llegó Duque el país se volvió un caos.

Pero, ¿y el esfuerzo de la mesa de Mininterior?

Es una acción  para salir del paso. Pese a las alertas tempranas de la Defensoría  y a nuestras peticiones, el Gobierno insiste en que no hay paramilitares ni Eln.  Duque asegura: “Cambiamos el escritorio por el territorio” y que  trabaja de la mano con las comunidades. Esperamos que sea cierto, pero la realidad es otra. 

Finalmente, ¿qué opina de los intentos de negociaciones del Gobierno con el Eln?

Necesitamos que nos saquen a los grupos armados del territorio. Antes éramos pobres y sin ellos vivíamos tranquilos. Cocomacia insiste en que se entablen diálogos con el Eln. Es muy bonito de parte del presidente decir que no se sienta con ese grupo porque siguen cometiendo actos criminales, pero él no está sufriendo como nosotros. Le pedimos que hay que dialogar con todos los actores. 

Por Laura Angélica Ospina - @LaurisOspina

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