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Esta semana, en la reunión anual de la Society for Neuroscience de Estados Unidos, un poster se llevó toda la atención. En él, varias imágenes microscópicas habían sido ampliadas, y tenían a los asistentes murmurando. Las imágenes mostraban bacterias que aparentemente penetran y habitan las células de cerebros humanos sanos.
Los investigadores de la Universidad de Alabama, quienes expusieron los hallazgos, fueron bastantes precavidos con lo que estaban exponiendo: sus muestras de tejido, que fueron tomadas de cadáveres, podrían estar contaminadas.
Pero, en el caso de que no lo estuvieran, los hallazgos son impresionantes: sería la primera evidencia de que las bacterias juegan un papel en el funcionamiento cerebral humano. Si llegara a confirmarse, este sería un hallazgo histórico.
“Este es el éxito de la semana” dijo el neurocientífico Ronald McGregor de la Universidad de California en Los Ángeles, quien no participó en el trabajo. “Es como una nueva fábrica molecular [en el cerebro] con sus propias necesidades. ... Esto es alucinante”.
Y es que si bien con relativa frecuencia aparecen nuevas investigaciones que confirman el papel clave de los microbios que habitan en el intestino humano en distintas funciones corporales, incluida nuestra salud, nuestros genes e incluso nuestras emociones, esta es particularmente sorprendente, pues indica que este próspero reino bacteriano podría estar vinculado a un “microbioma cerebral humano” separado que reside en la cabeza.
Para lograr estos hallazgos, el equipo liderado por la neuroanatomista Rosalinda Roberts examinó muestras de cerebro tomadas de 34 personas fallecidas, aproximadamente la mitad de las cuales tenía esquizofrenia, y la otra mitad se consideraba saludable antes de morir.
Tan solo unas horas después de los fallecimientos, el equipo de investigadores liderado por Roberts sacó una laminas delgadas de los 34 individuos, y las analizaron bajo el lente de potentes microscopios de alta definición.
En ellos, vieron unas manchas que desde hacía cinco años intrigaban a una de las miembros del equipo, la doctora Courtney Walker y que apenas este año una microbiología les confirmo eran bacterias. En cada uno de los cerebros encontraron bacterias.
En cuanto a cómo llegaron las bacterias al cerebro, el interrogante es complejo. Este órgano está sumamente protegido, parcialmente separado del contenido del torrente sanguíneo por una red de células que rodean sus vasos sanguíneos. Inicialmente, la doctora Roberts creyó que se habían filtrado a través de los vasos sanguíneos en las horas transcurridas entre la muerte de las personas y la extracción del cerebro. Pero pruebas posteriores con cerebros de ratones indicaron lo contrario: La investigación con ratones también reveló evidencia del microbioma cerebral en ratones sanos, pero no en un grupo separado de ratones libres de gérmenes que se criaron en laboratorio.
Así, la especulación de Roberts es que las bacterias pudieron haber cruzado desde los vasos sanguíneos, pasando por nervios del intestino o incluso por la nariz.
¿Microbiota o contaminación quirúrgica?
Según los investigadores, la densidad de las bacterias varía según la región del cerebro en la que fueron encontradas, con abundantes microbios en la sustancia negra, el hipocampo y la corteza prefrontal. También se encontraron en células llamadas astrocitos, que hallazgos recientes han descubierto juegan un papel importante en la forma en que se comunican las neuronas.
Y si bien el equipo reconoce que es posible que los microbios hayan entrado en el tejido cerebral por algún proceso de contaminación quirúrgica durante las operaciones postmortem, la forma en que se propagaron por todo el tejido podría sugerir lo contrario.
Lo cierto es que la investigación deja más preguntas que respuestas. Roberts no se atreve a decir mucho sobre si los microorganismos son útiles o perjudiciales. “No vio signos de inflamación que sugirieran que estaban causando daño, pero aún no ha comparado sistemáticamente los cerebros esquizofrénicos y sanos. Si resulta que hay diferencias importantes, la investigación futura podría examinar cómo este “microbioma cerebral” propuesto podría mantener o amenazar la salud del cerebro”, informó la revista Science.
Aún es pronto, pero si la investigación futura puede ayudar a explicar la existencia de este microbioma cerebral y cómo afecta a las células cerebrales, podría ser un cambio de paradigma equivalente al descubrimiento del microbioma intestinal, concluyen los científicos.