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El biólogo colombiano Camilo Mora, vinculado a la Universidad de Hawái, tiene un buen instinto para plantear preguntas que le interesan a medio mundo. En 2013 creó un índice de las temperaturas que los humanos experimentaremos en 2047 en distintas áreas del planeta si continuamos emitiendo gases de efecto invernadero con el mismo sistema económico de hoy. Antes de eso calculó una cifra que les habría encantado conocer a Charles Darwin y Alexander von Humboldt: ¿Cuántas especies existen en el planeta? Según él, son 8,7 millones.
Ahora acaba de publicar un trabajo que volvió a robarse la atención de cientos de periódicos y portales de noticias alrededor del mundo: ¿Cuál es el riesgo de muertes asociadas a olas de calor? A partir de artículos publicados entre 1980 y 2014, en los que se reportaron muertes asociadas a este fenómeno climático en 164 ciudades de 36 países, creó un mapa de los lugares del planeta más vulnerables y que con el cambio climático en marcha podrían multiplicarse y empeorar.
En su investigación, publicada en la revista Nature Climate Change junto a otros 17 investigadores, identificó el umbral más allá del cual la temperatura media del aire y la humedad se vuelven una trampa mortal para los humanos. Lugares que podrían replicar lo que ocurrió en Chicago en 1995, cuando fallecieron 740 personas por calor; o París en 2003, cuando los muertos ascendieron a 4.870; o Moscú en 2010, cuando se reportaron 10.860 fallecimientos.
“Alrededor del 30 % de la población mundial está actualmente expuesta a condiciones climáticas que superan el umbral de mortalidad durante al menos veinte días al año. Para el año 2100, se prevé que este porcentaje aumente a 48 % en un escenario con reducciones drásticas de las emisiones de gases de efecto invernadero y 74 % en un escenario de emisiones crecientes”, concluyó el trabajo, que fue publicado justo cuando California, España, Portugal, Nueva York e Inglaterra han reportado olas de calor extremas este año. Y unas semanas después de que aeropuertos como el de Phoenix (EE.UU.) cancelaran sus vuelos por las altas temperaturas.
Mora cuenta que un fenómeno que le llamó la atención es que la mayoría de reportes de muertes por calor que encontró con sus estudiantes y colaboradores corresponden a Europa, Canadá, Estados Unidos, Australia y Sudáfrica. “Casi ninguna en los trópicos”, dice. ¿Significa que es un problema ajeno a países como Colombia? No lo cree. “Esas mismas condiciones ocurren en los trópicos. Lo que creemos es que no se están documentando las muertes asociadas a los datos atmosféricos. Aquí en Colombia estoy seguro de que muchas personas mueren de ataques cardiacos por exceso de calor, pero no se diagnostican así”, explicó.
Los seres humanos somos muy vulnerables a los cambios de temperatura. “Es una película increíble lo que sucede cuando el cuerpo empieza a calentarse”, comenta Mora con su acento caleño. Ante un incremento de temperatura, los centros nerviosos como el hipotálamo, encargados de regular el cuerpo, envían señales para restringir el flujo de sangre a algunos órganos y redirigirla hacia la piel, donde se libera el calor gracias a la transpiración. De esa forma se enfría el cuerpo para mantenerse en su temperatura ideal por debajo de 37 grados Celsius. “Uno de los órganos que deja de recibir sangre es el estómago. Pero cuando las olas de calor se prolongan, la barrera celular del intestino se rompe y puede comenzar una invasión de bacterias que activan el sistema inmunitario”, explica Mora. El proceso inflamatorio puede terminar en una sobrecarga para los pulmones, riñones y corazón.
Atención médicos
El cardiólogo Enrique Melgarejo, presidente de la Sociedad Colombiana de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, cree que los médicos en Colombia apenas comienzan a plantearse los retos de salud que vienen aparejados con el cambio climático. “Esta publicación debería ser un campanazo para tomar conciencia de que el calentamiento global puede tener impacto en la mortalidad cardiovascular y los médicos deberían comenzar a asociar los golpes de calor a infartos”, reflexionó.
Al mismo tiempo, Melgarejo recordó que el reto no es sólo en las temporadas más calientes. El invierno también implica nuevos retos. “La influenza aumenta en temporada invernal y provoca muchas muertes por infarto en personas mayores. Es una relación que está demostrada y por eso la Organización Mundial de la Salud recomienda la vacunación”, explicó.
Con cautela
Yadira Cárdenas y Luis Barreto, de la Subdirección de Meteorología del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), son cautos a la hora de extrapolar lo que ocurre en el hemisferio norte a un país tropical. Explican que las olas de calor están asociadas a ciertas condiciones de humedad, temperatura, vientos y también a poblaciones viviendo bajo ciertas circunstancias.
“Si uno mira la zona tropical y costera, el viento puede mitigar la acción del calor. Además las condiciones climáticas nuestras son permanentes y la gente está más adaptada. En las zonas extratropicales los cambios estacionales son abruptos y fuertes”, comentó Barreto.
El boletín sobre clima y salud que desde el mes de marzo del presente año comenzaron a elaborar el Ministerio de Salud, el Instituto Nacional de Salud y el IDEAM no ha contemplado hasta el momento la afectación a la salud por episodios de altas temperaturas. Sin embargo, para los dos expertos el cambio climático es un fenómeno de alta incertidumbre que está obligando a revisar constantemente las estrategias de adaptación.
Mora y sus colegas plantean que “aunque las áreas húmedas tropicales experimentarán menos calentamiento que las latitudes más altas, estarán expuestas al mayor aumento en el número de días mortales a través del tiempo, debido a que una mayor humedad relativa en áreas tropicales requiere temperaturas más bajas para cruzar el umbral mortal. Una condición que podría agravarse aún más por los aumentos proyectados de la humedad relativa de las áreas tropicales”, concluyeron.
Un trabajo previo al del colombiano Mora, llevado a cabo por el Climate Impact Lab, estableció que para final de siglo los días por encima de los 35 grados Celcius podrían llegar a 155. En ciudades como Madrid pasarían de ocho días de calor extremo a 43.
El incremento en las temperaturas y las olas de calor no sólo tendrían un impacto en la mortalidad por calor, también generarían consecuencias a muchos niveles. Uno es que trastornan las jornadas laborales. Las horas de inactividad aumentan.
El consumo de electricidad y energía para las neveras, aires acondicionados, ventiladores y sistemas de refrigeración se dispara. Un estudio en Estados Unidos calculó que el consumo de energía aumentaría 7,2 % sólo por incrementos de temperatura. Al mismo tiempo, la productividad de cultivos agrícolas puede decrecer por cada grado extra o las olas de calor.
La tarea, coinciden todos, es comenzar a estudiar más de cerca esta amenaza y unir esfuerzos entre médicos y climáticos para entender qué puede estar ocurriendo.