Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
"Las políticas y los esfuerzos de salud pública no han abordado los impactos de género de los brotes de enfermedades". Así comienza el estudio que publica la revista Médica The Lancet, y que firman cuatro miembros del Grupo de Estudios de Género y Coronavirus, una coalición de mujeres que trabajan en el campo de salud, y que agrupan investigadoras de instituciones como la Universidad Simon Fraser, Canadá; la Universidad Griffith, Australia, la Universidad de Hong Kong, la Universidad Queen Mary de Londres, Reino Unido y la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), Brasil.
De acuerdo con el análisis de las investigadoras, aunque los datos desglosados por sexo para COVID-19 muestran un número similar de casos confirmados para el virus entre hombres y mujeres hasta el momento, parece haber diferencias de sexo en la mortalidad y vulnerabilidad a la enfermedad. La evidencia sugiere que están muriendo más hombres que mujeres, posiblemente debido a las diferencias inmunológicas o de género basadas en el sexo, como los patrones y la prevalencia del tabaquismo, pero que las mujeres sufren más las consecuencias sociales de la pandemia.
De acuerdo con un estudio publicado en marzo de 2020, que analizó más de 44,000 casos confirmados de coronavirus en China, encontró que los hombres tienen más probabilidades de morir por el virus, con una tasa de mortalidad del 2.8% en comparación con el 1.7% para las mujeres. Los hombres también representaron una ligera mayoría de los casos: alrededor del 51%.
Según Business Insider, en otro estudio publicado por Jama Network, con casi 140 pacientes con coronavirus en un hospital de la Universidad de Wuhan se descubrió que era más probable que el virus afectara a hombres mayores con problemas de salud preexistentes. Más del 54% de los pacientes en el estudio eran hombres en un promedio de 56 años.
Sin embargo, según las investigadoras del Grupo de Estudios de Género y Coronvirus, aún es temprano para hacer conclusiones, sin embargo, los datos de la Oficina de Información del Consejo de Estado en China sugieren que más del 90% de los trabajadores de la salud en la provincia de Hubei son mujeres, lo que enfatiza la naturaleza de género de la fuerza laboral de salud y el riesgo en el que incurren predominantemente las trabajadoras de salud. Según las autoras, así es como la pandemia global tiene y tendrá mayor impacto en las vidas de las mujeres:
El coronavirus afecta más a las mujeres con el cierre de colegios: "El cierre de escuelas para controlar la transmisión de COVID-19 en China, Hong Kong, Italia, Corea del Sur y más allá podría tener un efecto diferencial en las mujeres, que proporcionan la mayor parte de la atención informal dentro de las familias, con la consecuencia de limitar su trabajo y sus oportunidades económicas", escriben las autoras. Se refieren al trabajo de cuidado no remunerado: en Colombia, la llamada "economía del cuidado" (es decir, el cuidado del hogar, el cuidado de viejos y niños, la cocinada, la planchada y la limpieza de los hogares) está avaluada en 185.7 billones de pesos, pero es un trabajo que no está remunerado, y que en tiempos de cuarentena se ve acrecentado cuando niños y ancianos están en casa.
Por otro lado, las restricciones de viaje causan desafíos financieros e incertidumbre para la mayoría de las trabajadoras domésticas extranjeras, muchas de las cuales viajan desde el sudeste asiático entre Filipinas, Indonesia, Hong Kong y Singapur a países con altas tasas de contagio como China, Estados Unidos o Italia.
En el ensayo de Caroline Criado-Pérez en su libro Invisible Women (Mujeres invisibles), citado por Catalina Ruiz Navarro en su más reciente columna, ante el cierre de las escuelas por las cuarentenas durante la crisis del ébola, "muchas niñas se quedaron sin la posibilidad de retomar sus estudios y también aumentó la violencia sexual y doméstica cuando niñas y mujeres tuvieron que quedarse encerradas con sus agresores". (Lea también: Violencia de género podría aumentar durante cuarentena)
Las experiencias de otros brotes epidemiológicos lo demuestran: Durante el brote del virus del Ébola en África occidental, en 2014, las normas de género significaron que las mujeres tenían más probabilidades de ser infectadas por el virus porque eran quienes cuidaban a los infectados dentro de sus familias, y porque el personal de enfermería era mayoritario en los centros de salud.
Por otro lado, por ser una parte minoritaria en gabinetes de gobierno, tenían menos poder de decisión sobre los recursos para afrontar el brote. En Sierra Leona, por ejemplo, los recursos para la salud reproductiva y sexual se desviaron a la respuesta de emergencia del ébola en ese país, contribuyendo a un aumento de la mortalidad materna en una región con una de las tasas más altas del mundo, con 370 muertes maternas por cada 10.000 nacidos vivos. Entre 2014 y 205, murieron 3.600 mujeres y fetos más que lo normal. "Los efectos indirectos de mortalidad de una crisis en el contexto de un sistema de salud que carece de resiliencia pueden ser tan importantes como los efectos directos de mortalidad de la crisis misma", escribieron los autores de este análisis en la revista Health Policy Plan, en 2017.
Las mujeres están en la primera línea de atención en salud: De acuerdo con la OMS, el 70% del personal de salud mundial son mujeres, pero les pagan entre dos y tres veces menos que a sus colegas hombres. Dada su interacción de primera línea con las comunidades, es preocupante que las mujeres no se hayan incorporado plenamente a los mecanismos de vigilancia, detección y prevención de la seguridad sanitaria mundial. Los roles de atención social prescrita por las mujeres generalmente las colocan en una posición privilegiada para identificar tendencias a nivel local que podrían indicar el comienzo de un brote y, por lo tanto, mejorar la seguridad sanitaria mundial, pero no estpan representadas en los espacios políticos nacionales y mundiales de COVID-19.
"Para atender el coronavirus, es importante considerar las normas, roles y relaciones de género que influyen en la vulnerabilidad diferencial de mujeres y hombres a la infección, la exposición a los patógenos, y el tratamiento recibido, así como la forma en que estos pueden diferir entre los diferentes grupos de mujeres y hombres", concluyen las autoras.