Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A principios de enero de 2010, Haití fue sacudido por un fuerte terremoto que dejó más de 300.000 muertos y casi 350.000 heridos. Muchos de ellos se salvaron gracias a que cientos de médicos viajaron desde diferentes partes del mundo para prestar un voluntariado. Todos lo agradecieron. Sin embargo, algunos profesores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale y de la Universidad George Washington no vieron con tan buenos ojos cómo estaban procediendo varios doctores. Muchos, escribieron después en el Journal of General Internal Medicine, se tomaron fotografías en las salas de operación con pacientes inconscientes y desnudos. Otros lo hicieron mostrando su pulgar en alto y haciendo gestos junto a algún haitiano. Luego subieron las imágenes a alguna red social.
La publicaciones no fueron bien vistas, no sólo por el hecho de que se tratara de una tragedia que merecía la atención de todo el mundo, sino porque era un ejemplo contundente de un problema mucho mayor: las dificultades éticas que estaban empezando a plantear Facebook y Twitter, y más tarde Instagram, para la profesión médica. “Internet ha cambiado la interacción con el público. La web 2.0 y las redes sociales han creado riesgos particulares para ciertas profesiones”, escribían los investigadores.
El debate poco a poco se extendió por todo el mundo. A medida que estas plataformas ganaban audiencias se comenzaron a conocer casos de médicos que se enfrentaban a discusiones éticas y legales. Por ejemplo, en México, en 2012, todos los medios se volcaron a reprochar la actitud de la anestesióloga Mayté Rosas Gómez, porque mientras sus pacientes estaban inconscientes les tomaba fotografías que luego subía a Twitter con comentarios sarcásticos. Todos exigían que le fuera retirada su licencia.
El nuevo paradigma en la comunicación entre médico y paciente al que han dado lugar las redes también llegó a Colombia. En su última edición, la revista Biomédica, la más destacada en temas de salud en el país, publicó el primer estudio que trata de analizar el tema. En palabras sencillas, los médicos José Villamizar, Sandra Milena Moreno y Freddy Moreno, de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Javeriana de Cali, querían saber si sus estudiantes están publicando fotografías con sus pacientes y, especialmente, si tienen certeza de las implicaciones que eso puede tener.
“Es el primer artículo que se publica en Colombia, pese a que es un fenómeno global que ya ha prendido las alarmas. De lo que nos dimos cuenta es que hay que hacer un fuerte trabajo de bioética, porque hay un gran desconocimiento de lo que se puede o no publicar”, dice Freddy Moreno.
A lo que se refiere es que muchos de los estudiantes a los que les preguntaron no tienen claro que la identidad de los pacientes no se debe revelar, ni que, como escriben en el artículo de Biomédica, “la publicación de información y de fotografías tomadas durante la consulta constituye una franca vulneración del derecho a la intimidad y a la confidencialidad de la información contenida en la historia clínica”.
Para ser más precisos, de los 292 alumnos que respondieron la encuesta, el 17 % admitió haber publicado por lo menos en una ocasión alguna fotografía mientras atendía a un paciente. Y 285 estudiantes dijeron haber publicado información que podía ser poco profesional y que podía ser interpretada de forma errónea al ser sacada de su contexto original.
Pero lo más preocupante, en palabras de Moreno, es que muchos no veían nada de malo en subir esas imágenes. “La mayoría de los estudiantes desconocen las implicaciones éticas y legales de la publicación y difusión de fotografías que vulneren la confidencialidad de la atención médica de los pacientes”, se lee en un aparte del artículo.
Aunque para algunos pase inadvertida, la discusión engloba una preocupación que incluso ha llegado a los escritorios de la Asociación Médica Mundial. En 2011 lanzaron una alerta al ver que los casos se replicaban en varios países. Varias naciones respondieron a ella. En España, por ejemplo, el Consejo de Colegios Médicos publicó un manual de estilo sobre ética y redes sociales, para darles pistas a los doctores sobre lo que no pueden hacer. Siempre, advierten todos, hay que salvaguardar la confidencialidad de la historia clínica.
En Colombia, la discusión, como lo reconoce Juan Mendoza Vega, presidente de la Academia Nacional de Medicina, es incipiente, y por eso hace un llamado para que los profesionales de la salud sigan al pie de la letra las normas de ética médica y aprendan a trazar una línea clara entre lo que se puede o no publicar en Facebook y Twitter. “No se puede publicar el nombre de un paciente sin pedirle permiso. Mucho menos una fotografía”, asegura.
Y ante tan poca investigación, la recomendación de Moreno es que las facultades empiecen a indagar más y a hacer más esfuerzos por averiguar la manera como sus alumnos y egresados manejan esas plataformas. “Las redes sociales llegaron y no estábamos listos para manejarlas —dice—. Aún no hay casos graves en el país, pero por eso prendemos las alarmas. No podemos esperar a que tengamos que enfrentar un problema”.