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Hace tres años, en El Carmen de Bolívar se desató un escándalo que ha tenido graves efectos para la salud pública colombiana. Luego de que muchos periodistas divulgaran una información sin sustento que terminó alarmando a cientos de padres, el programa para combatir el segundo cáncer más frecuente entre las mujeres del país se vino al suelo. Todos los esfuerzos científicos por demostrar la importancia y eficacia de la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), que previene los cánceres de cuello uterino, no pudieron competir con la tragedia de la desinformación. Sólo en 2016, como lo mostró este diario, la vacunación gratuita ofrecida por el Gobierno cayó 20 %. Parece una garantía de que en unos años se dispararán los casos de cáncer de cérvix en Colombia.
Aquel escándalo es una muestra de la facilidad con la que pueden expandirse las falsas sospechas sobre las vacunas. Desde que a finales de la década de los noventa empezaron a ganar fuerza los movimientos que se oponen a estos fármacos, las consecuencias han sido notables. Para mostrarlo con mayor precisión, el Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos desarrolló un mapa que reúne datos de los gobiernos y las organizaciones de salud.
En él se muestra que han vuelto a surgir enfermedades que se creían muertas. Las cifras de 2017 lo dicen todo (ver infografía): se registraron más de 34.000 personas son sarampión, cerca de 2.200 con tos ferina, 7.660 con paperas y 49 con polio, un mal que causa una parálisis irreversible en los niños y que la Organización Mundial de la Salud creía erradicada en un 99 %. Sumando todos los casos deenfermedades África, con casi 35.000 registros, es la región más afectada. La siguen Europa, con más de 16.000; Norteamérica, con 6.503, y Suramérica, con un poco más de 3.000.
Pero si se les da un vistazo a todos los datos recopilados desde 2008, el panorama no es nada alentador. Casi 1’500.000 casos de sarampión y cerca de 130.000 de tos ferina, por mencionar sólo dos ejemplos. Son cifras que muestran el alcance de movimientos como Vaccination Liberation, que se han extendido por EE. UU. y Europa promoviendo la errática idea de que es mejor rechazar todas las vacunas. En estas regiones, los datos de la aparición de esos males que se pensaban erradicados no dejan de ser abultados.
Como recordaba hace unos días en este diario el médico Diego Jaramillo, máster en salud pública de la Universidad de Harvard, refiriéndose a la vacuna del virus del papiloma humano y al escándalo de El Carmen de Bolívar, lo mejor en esta discusión es ceñirse a la evidencia. Para el VPH es bastante. “Podría salvar a 200.000 mujeres de morir prematuramente”, señaló. Otras 300.000 mueren cada año por culpa de esta enfermedad.