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La desigualdad en el acceso a las vacunas contra el covid-19 entre países ricos y pobres “aumenta” y se vuelve “grotesca”, afirmó este lunes el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“En enero, declaré que el mundo estaba al borde de un catastrófico fracaso moral si no se adoptaban medidas urgentes para garantizar una distribución justa de las vacunas anticovid. Tenemos los medios para evitar este fracaso, pero es sorprendente lo poco que se ha hecho para evitarlo”, dijo en rueda de prensa.
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“La diferencia entre el número de vacunas administradas en los países ricos y el número de vacunas administradas a través de Covax aumenta y se vuelve cada día más grotesca”, subrayó.
El sistema internacional Covax, creado especialmente por la OMS, busca abastecer este año de dosis al 20% de la población de casi 200 países y territorios y también cuenta con un mecanismo de financiación para ayudar a 92 países desfavorecidos.
“Los países que vacunan actualmente a personas más jóvenes, en buena salud y con riesgo bajo de contraer el covid-19 lo hacen en detrimento de la vida del personal sanitario, de las personas mayores y otros grupos de riesgo en otros países”, apuntó el jefe de la OMS.
“Los países más pobres se preguntan si los países ricos piensan realmente lo que dicen cuando hablan de solidaridad. La distribución no equitativa de las vacunas no es solo un escándalo moral, sino también es autodestructiva económica y epidemiológicamente”, insistió.
“Algunos países se apresuran en vacunar a toda la población cuando otros países no tienen nada. Esto puede dar seguridad a corto plazo, pero es un falso sentimiento de seguridad”, agregó.
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Más de 430 millones de dosis se han administrado en el mundo, entre ellas más de un cuarto en Estados Unidos, según un balance de la AFP. Israel es, de lejos, el país más avanzado, ya que casi el 60% de su población recibió al menos una dosis.
Solo un 0,1% de las dosis administradas en el mundo fueron en países de “renta baja”, mientras que los países de “renta alta” (16% de la población mundial) concentran más de la mitad de las dosis inyectadas.